Una disciplina táctica de altura fraguada en el centro de la zaga
La llegada del primer partido de la eliminatoria entre primeros clasificados no varió la idea con la que viene trabajando Claudio Barragán desde que se hizo cargo del Cádiz. Bajo el 1-4-2-3-1, el equipo amarillo se mostró entero en el aspecto táctico, sobre todo a la hora de defender a un adversario que apretó con la friolera de 26 balones al corazón del área. La pareja de centrales, Servando-Josete, fue una de las grandes claves para evitar un desarme defensivo de incalculables consecuencias.
El choque entre el campeón del grupo I y el del IV dio para mucho en cuanto a análisis. La 'guerra' del centro del campo se trasladó a las bandas en el caso del conjunto asturiano, ya que Jon Erice y Omgba sufrieron para hacerse sentir por la presión solidaria de un Cádiz que ahí se dejó mucho desgaste. El navarro y el camerunés fueron simples pasadores buscando siempre la banda que defendía Tomás. Al canterano, un teórico punto débil, le buscaron las cosquillas en el 80% de los ataques generados por los locales.
La labor de Servando y Josete desbarató ayer el principio futbolístico que apunta a la debilidad amarilla por arriba; 26 balones colgó al área el Oviedo y sólo tres encontraron el remate de un azulón. Eso sí, uno de ellos, de Cervero, acabó dentro.
Con los cambios de Claudio Barragán, el equipo terminó con Garrido casi como tercer central y sin mediapunta. Enfrente, Sergio Egea puso dos '9' y metió a Borja Valle en la mediapunta, donde mostró más protagonismo y capacidad creativa que un desconocido Héctor Font. Un 1-4-3-1-2 para apretar por las alas y seguir insistiendo en la interminable campaña de mandar el esférico al área. La altura del Cádiz, un equipo denominado de bajitos -más aún en la vuelta sin el sancionado Garrido-, resultó ayer casi perfecta sobre el papel y el césped.
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