La fiesta más esperada
Cádiz B-Unión Viera
Jugadores del Cádiz B y aficionados festejan por todo lo alto el histórico ascenso a Segunda B.
Puerto Real/Se cumplió el guión. Hubo fiesta en El Rosal. La afición cadista celebró un ascenso histórico en el epílogo de la temporada. El del Cádiz B. El escenario, el campo Ramón Blanco. No podía llevar mejor nombre para una fecha que queda grabada con letras de oro en la trayectoria del club.
La hinchada no quiso perderse el primer ascenso del filial a Segunda B. Como hace un año, no cabía un alfiler en las gradas. Esta vez el desenlace sí fue feliz. El segundo lleno en un lugar que no suele acoger tanto público.
La ocasión lo merecía. Los más de 1.100 testigos directos del ascenso disfrutaron de lo lindo en una mañana plácida del equipo amarillo. Hasta acompañó una ligera brisa, aliada de un cielo nuboso, y entre las dos ahuyentaron el calor.
El partido arrancó a las 12 del mediodía pero los más madrugadores comenzaron a arribar al Meadero de la Reina (Puerto Real) poco después de la mañana. Un acto de prudencia para poder aparcar sin problemas.
Los que apuraron hasta poco antes del encuentro se las tuvieron que apañar para dejar sus vehículos fuera de las instalaciones de El Rosal. Llegó un momento que no había sitio para más.
El gol de Javi Navarro en el ecuador de la primera parte encarriló aún más el ascenso y el personal vivió el partido con absoluta tranquilidad, con la seguridad de que el éxito estaba garantizado.
Cánticos, palmas... La fiesta estalló del todo con el segundo gol, el de Javi Pérez, a sólo 20 minutos para el final. “Campeones, campeones”, gritó al unísono la parroquia cadista, que se empleó a fondo en hacer la ola aderezados con los clásicos lemas de aliento.
A esas alturas, el partido ya era un puro trámite. Cuando el árbitro decretó el final, la fiesta empezó en el césped. Jugadores y cuerpo técnico encontraron recompensa a una larga y fructífera temporada y regalaron al club y a la afición el primer ascenso de la historia a la división de bronce. Imposible eludir el fesjeto, con una emotiva fusión entre los protagonistas y los aficionados, que ejercieron a la perfección el papel de jugador número 12, invasión de campo incluida.
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