Pedro M. Espinosa
¿Dónde están los tíos?
Nadie apostaba un céntimo de euro por el Cádiz cuando Álvaro Cervera aterrizó en su banquillo y seguía sin aparecer un solo cadista dispuesto a jugarse el dinero por el conjunto amarillo tan solo horas antes de comenzar la primera eliminatoria de la fase de ascenso. Las sensaciones ofrecidas por la plantilla resultaban nefastas y, a pesar de que la cuarta plaza había facilitado continuar en competición, no inspiraban ningún tipo de confianza de cara a la consecución del tan soñado y necesario salto a la categoría de plata.
Seis semanas más tarde, el panorama se había vuelto radicalmente diferente. Para sorpresa morrocotuda de todos quienes conocían al dedillo las exageradas debilidades mostradas por el equipo en el transcurso de la temporada regular, lo que se antojaba prácticamente imposible se había terminado convirtiendo en una inesperada realidad para regocijo de un cadismo incrédulo que aclamaba por las calles de la capital gaditana a un autobús descapotable cargado de jugadores considerados hoy unos ídolos cuando hace bien poco eran tratados como villanos, incluidas pintadas ofensivas en sus coches.
Para subir al Cádiz que había hecho sufrir a su afición durante meses hacía falta la intervención de un auténtico héroe y todo el mundo apuntaba a que ese papel lo había desempeñado a la perfección Álvaro Cervera, el entrenador encargado de relevar al desorientado Claudio Barragán a solo un mes del arranque de la fase de ascenso acometida con menos ilusión en toda la historia del club. Pero la pura realidad es que Álvaro Cervera no responde para nada al estereotipo de héroe creado por la sociedad. Más bien parece todo lo contrario. Sereno, callado, enemigo del riesgo, sin madera de líder... Algún secreto debía guardar el asunto y hoy estamos en situación de desvelar ese dato desconocido que permite comprender que Álvaro Cervera lo tuviera menos complicado que otros para convertirse en el héroe que hacía falta para ascender a un Cádiz tan dubitativo y desnortado.
La clave radica en la genealogía, circunstancia descubierta de chiripa al conocer que el nombre del padre del técnico, nacido en San Fernando y fallecido hace unos años, era Ramón Cervera Pery. ¡Qué casualidad, isleño y con los apellidos Cervera y Pery! Las primeras consultas ayudaron a despejar cualquier duda. El entrenador del Cádiz es familiar de militares muy admirados en esta provincia y que pasaron a la Historia con el merecido adjetivo calificativo de héroes. Los famosos almirantes Pascual Cervera Topete y Pascual Pery Junquera son ramas fundamentales en un árbol genealógico donde en la zona más reciente en el tiempo también se halla ubicado Álvaro Cervera.
Con la inestimable colaboración de Pepe Cervera Pery, tío de Álvaro, se terminó de certificar el vínculo familiar del técnico con ambos. Pascual Cervera era hermano de uno sus tatarabuelos y el otro Pascual, Pery, primo hermano de su abuela paterna.
Pascual Cervera Topete, nacido en Medina Sidonia en 1839 y fallecido en Puerto Real en 1909, atesoró un extenso currículo como marino a lo largo de su carrera, con presencia en numerosas acciones militares tanto en el interior como en el exterior. Ya como contraalmirante, en 1898 se le encomendó el mando de la escuadra del Atlántico para zarpar hacia Cuba con el objetivo de sofocar los brotes independentistas de la colonia. Se trataba de una misión imposible, debido a la evidente superioridad de la flota estadounidense, y Cervera era consciente de ello pero no fue escuchado. Ya en el Caribe tomó decisiones que algunos no compartieron, encaminadas principalmente a minimizar la cantidad de víctimas en una batalla perdida de antemano. Aun con alguna gente que opinaba lo contrario, Cervera pasó a ser considerado por muchos héroe de la guerra de Cuba.
Pascual Pery Junquera, natural de El Ferrol y fallecido en Madrid en 1989, fue el último ministro de Marina de la historia de nuestro país al desempeñar ese cargo en 1977 justo antes de su integración en el de Defensa. Pero 30 años antes, cuando este militar era capitán de corbeta, su intervención junto a varios marineros para extinguir el incendio que afectaba a un segundo almacén de minas de la Base de Defensas Submarinas evitó que la trágica explosión de 1947 viera multiplicados sus efectos sobre la ciudad de Cádiz, salvando de morir a bastantes más gaditanos de los que perdieron la vida aquel infausto día. Por cierto, el franquismo le negó la merecida Laureada de modo injustísimo y solo le concedió la medalla militar individual.
Pero no queda ahí la cosa. José, tatarabuelo de Álvaro y hermano mayor del almirante Pascual Cervera, se dedicó a la administración de fincas de su familia materna, la saga Topete. Por ahí se abre una tercera vía de ascendiente con etiqueta de afamado militar. El vicealmirante Juan Bautista Topete Carballo, héroe de la guerra del Pacífico y tío de José Cervera, sublevó la flota a su mando, fondeada en la Bahía de Cádiz, y firmó la primera proclamación de la Revolución de 1868, que derivó en el destronamiento de Isabel II y la llegada de la I República.
En esta familia plagada de valientes resulta inevitable una referencia al propio padre del entrenador del Cádiz. Años antes de trasladarse a la Guinea española para ocupar el cargo de director del puerto de San Carlos, Ramón Cervera Pery ejerció tres años de novillero -de 1947 a 1949- y cuentan que ofreció tardes de auténtica categoría, una de ellas con motivo de una novillada de Corpus en Cádiz.
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