El ingeniero del Girona es un ex cadista
Cádiz CF
Quique Cárcel tiene la llave del éxito para haber tocado el cielo con un club modesto.
Cádiz/Recordarán a ese futbolista de enorme clase, poca fortaleza física y mucho corazón, carácter y cabeza que vistió de amarillo entre 1996 y 1999. Se llama Quique Cárcel y hoy es un maestro de ceremonia de los despachos donde se cocinan a fuego lento los proyectos deportivos. Cárcel es el director deportivo del Girona, rival del Cádiz el sábado en Carranza, el ingeniero que un día llegó a un club modesto y casi desconocido en el panorama nacional y fue capaz de llevarlo a la élite. Y jugando bien al fútbol, oiga. Que conste en acta.
Después de colgar las botas en L’Hospitalet, con 35 años y una rodilla maltrecha, esta misma entidad le encomienda que ocupe el cargo de director deportivo. Y Cárcel brilló, como aquel cadista en sus buenas tardes cuando Carranza veía el fútbol de la 'patria azulgrana' del Barça en la versión amarilla. Sin botas de taco y luciendo traje según el momento, Cárcel estuvo a punto de ascender con L’Hospitalet a Segunda A. Ese papel abrió los ojos de muchos presidentes que buscaban un perfil como el suyo.
De esa forma se llegó al verano de 2014. Y ahí comenzó el 'matrimonio' entre el ex jugador y Montilivi. Dos fases de ascenso a Primera para no olvidar jamás antes de que a la tercera el Girona tocara el cielo. Cárcel obró el milagro y el equipo de la capital de provincia catalana con menos nombre en lo futbolístico entró por la puerta grande, la misma que el Barcelona, el Nástic y el Lleida ya habían logrado desde esa comunidad autónoma.
Dos campañas entre los elegidos de Primera antes de volver a Segunda A la pasada campaña por culpa de un final de Liga para olvidar. Cárcel, fiel a sus principios, apostó por la gente que le dio gloria aunque al final tocara un vino amargo con sabor a descenso. Cómo no será el trabajo del director deportivo del Girona, que el regreso a Segunda A no supuso dudas. Quique sigue. Eso no se negocia.
El ex cadista verá a su equipo en la ciudad en la que creció como jugador, como persona y en la que incluso tuvo que hacer la prestación social sustitutoria -alternativa al que no quería hacer el servicio militar-, que le tocó en la Casa de la Juventud. Cárcel dejó su sello, amigos y tres campañas con muchos minutos de amarillo y con un play-off a Segunda A con Ramón Blanco en el banquillo. Ya lo decía el bigote: "Ese Quique Cárcel es bueno, tiene mucho fútbol...", en el campo y en los despachos.
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