Pedro M. Espinosa
¿Dónde están los tíos?
El resultado del Deportivo-Cádiz
El Cádiz CF cotiza a la baja con un nuevo varapalo, esta vez en Riazor frente a un Deportivo de La Coruña que supo aprovechar su momento y ganó 1-0. El equipo amarillo no tiró a puerta en todo el partido y pagó muy caro su inapetencia en ataque. Sin remate es imposible.
El líder pone en peligro su estancia en el trono después de ofrece una imagen plana, sin recursos más allá de pelear por un empate que ni siquiera fue capaz de amarrar. Cuatro jornadas consecutivas sin ganar y una sola victoria en las últimas siete resumen la caída libre de un equipo que a estas alturas de la temporada no da la sensación de estar capacitado para luchas por el ascenso.
El Cádiz no jugó a nada y nada se llevó. Se limitó a defender con orden pero no supo adaptarse al partido en la segunda mitad, cuando recibió el gol que definió el choque. Quizás hubiese merecido un empate, pero la derrota no fue injusta.
Un par de retoques hizo Álvaro Cervera en el once inicial: la esperada vuelta de Jon Ander Garrido y la ubicación de Nano Mesa en la banda derecha. Lo demás, todo igual. El clásico dibujo 4-4-2 con presión alta en determinados momentos pero la mayor parte del tiempo acolchado en su parcela en aplicación del principio básico de la defensa como punto de partida.
A partir de esa premisa, todo quedaba a expensas del contragolpe, una misión utópica porque el rival, pese a ejercer de anfitrión y a la necesidad de vencer (en plaza de descenso), se mostró harto cauetoloso.
Pareció un duelo diseñado para el cero a cero a tenor de planteamiento común de los dos entrenadores. Distinto dibujo, idéntica intención. El lema podía haber sido 'no pasarán' porque a eso se dedicaron y lo consiguieron en la primera parte. Mucha intensidad aunque no hubo tiros en dirección a puerta en el primer acto.
Se acercaron los amarillos con un par centros de Pacha Espino y un zapatazo lejano de Nano Mesa, todo sin consecuencias. La prioridad de los dos bandos pasaba por el cierre de espacios. El Dépor expuso sus intenciones desde el comienzo con una defensa de cinco hombres que dificultó la maniobrabilidad de los visitantes en ataque.
Ni uno ni otro quisieron llevar la iniciativa y el dominio fue alterno. La creatividad brillaba por su ausencia sin un una rendija por la que provocar una ruptura. La única manera de llevar peligro era con acciones a balón parado, como el cabezazo de Garrido en el minuto 16 que se marchó alto. Replicó el ex cadista Ager Aketxe en el 27 con un libre directo -su especialidad- lejanísimo que se perdió por la línea de fondo.
Nada sucedía de verdad en las áreas hasta que una mano involuntaria de Espino dentro del área (minuto 23) generó un instante de incertidumbre durante la consulta del árbitro con la sala del VAR. Un susto. No hubo penalti.
La contención fue el 'leiv motiv' de coruñeses y gaditanos. Demasiado respeto y ninguna intención de arriesgar en un partido concebido para cocinar a fuego lento. Se conformaron con no sufrir atrás a la espera de un chispazo puntual. Los dos jugaron a lo mismo y se anularon con facilidad hasta la irrupción de un intermedio que puso freno a un partido nada vistoso, más propio de gladiadores que de jugones.
Alberto Perea y Álex Fernández apenas aparecieron en la primera mitad, más atareados en la destrucción que en la construcción. Choco Lozano dispuso de algún remate y Nano Mesa peleó sin más. No hubo posibilidades reales en ataque aunque quedaban los 45 minutos definitivos.
La novedad en la reanudación fue el intercambio de posiciones entre Nano Mesa, que pasó a la delantera, y Álex Fernández, colocado en la derecha. La idea de ese movimiento era dar más trabajo a los centrales gallegos con dos puntas (Nano y Lozano) y que Álex echara una mano en la media.
Nada cambió pese a esa modificación. Todo lo contrario. Los de casa pisaron el acelerador, se hicieron con el cuero y empezaron a arrinconar a un Cádiz que se metió muy atrás sin apenas oler el esférico. Llegaron los momentos de apuros, agravados por las continuas pérdidas de balón.
Ni un pase en condiciones y el partido cada vez más inclinado hacia el bando local. Los de Fernando Vázquez redoblaron la presión en la medular y los visitantes se durmieron y lo pagaron con creces.
En el minuto 65 cambió el rumbo del encuentro, justo después de la entrada de Jorge Pombo. En plena oleada gallega, Gaku Shibasaki sirvió un pase magistral a Sabin Merino, quien no perdonó delante de Alberto Cifuentes y firmó el 1-0.
El tanto abrió un escenario sombrío. Los amarillos se volcaron en busca del empate. Había tiempo pero no ideas. Cervera recurrió a Iván Alejo y Yann Bodiger para la recta final, pero no hubo manera. Algunos centros y ni un solo remate. Imposible derribar la doble muralla del Dépor.
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