Un pastel sin guinda

Cádiz - Betis | Ambiente

La afición responde a la altura de un derbi andaluz apasionante e intenso en el campo y en la grada

Emotiva ovación de todo el estadio a Joaquín, un genio más allá del fútbol

Imagen de la Tribuna, repleta de seguidores de uno y otro equipo. / Jesús Marín.
C.A.D.

19 de octubre 2022 - 21:49

Cádiz/El partido de este miércoles en el Nuevo Mirandilla estuvo rodeado por un ambientazo de grandes tardes pese a tratarse de una cita entresemana. El derbi andaluz, con el Cádiz en busca de su primera alegría de la temporada en casa y el Betis atravesando un momento dulce que le mantiene en la pugna por las plazas de Liga de Campeones, justificaba el colorido por las inmediaciones del estadio desde horas antes del choque.

Antes de entrar al recinto, ningún incidente reseñable, aunque hubo un instante de cierta tensión cuando los ultras béticos, siempre acompañados por la Policía, coincidieron con los del titular de la Tacita de Plata en la esquina de Tribuna con Fondo Sur. La cosa no pasó a mayores pero no estaría de más revisar el protocolo para estos casos con el objetivo de evitar percances.

Ya en el interior del templo cadista, la numerosa presencia de seguidores visitantes era visible no sólo en la zona destinada a ellos en Preferencia Alta, junto a Fondo Norte, sino por los cientos desperdigados en el resto de las gradas. Obviamente, en las situaciones álgidas, como cánticos, gritos de euforia o de protesta, la parroquia amarilla silenciaba a la animosa marea verdiblanca.

El ritual en el que ya se ha convertido que todo Carranza cante el himno oficioso del inolvidable Manolito Santander coincidió con la salida al campo de los dos equipos, que saltaron con camisetas rosas en el Día Internacional de lucha contra el cáncer de mama. Rivales sobre el césped pero unidos y solidarios en el apoyo a una causa que bien lo merece.

Durante la primera media hora, las internadas de Brian Ocampo, muy activo en su regreso a un once renovadísimo, así como un magnífico detalle técnico de Arzamendia por la izquierda encendieron al respetable, deseoso por celebrar e ilusionado con motivos porque los pupilos de Sergio González estaban tuteando a un adversario muy superior sobre el papel. Intensidad elevada al máximo exponente, que traducido resulta más entretenimiento que sufrimiento.

Eso sí, hasta el descanso el ritmo bajó un tanto en el rectángulo de juego, que no entre los aficionados, los cadistas siempre espoleados por los incansables Brigadas. Aplausos para los contendientes camino del vestuario, con las espadas en alto y todo por decidir.

Las más de 18.000 almas presentes en el Ramón de Carranza de toda la vida continuaron disfrutando de lo lindo en la reanudación con un encuentro de ida y vuelta, de esos que tan poco gustaba a Álvaro Cervera pero que sin duda se antojan un regalo a los ojos del espectador. Ni la lesión en el bando gaditano de Zaldua, que tuvo que marcharse antes de tiempo, ni el susto en el sevillano justo después de Luiz Henrique, que sí pudo seguir, torpedearon los ánimos. Al derbi regional sólo le faltaba la guinda.

Con la sustitución de Joaquín, en el minuto 67, se vivió el momento más emotivo, ya que se llevó la ovación de todo el estadio. Unánime reconocimiento al talento, la profesionalidad y la personalidad de un futbolista peculiar e incomparable, un genio, no sólo del balón, ante el que no caben los colores ni el forofismo. Chapó por el cadismo al aplaudir junto al beticismo en la que pudo ser la última aparición del capitán verdiblanco por Carranza. A falta de goles, fue la guinda del derbi.

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