Las claves de la permanencia del Cádiz CF: balance de la temporada

El equipo amarillo resurge en la segunda vuelta y logra una merecida salvación con un agónico desenlace fiel a su historia

Jugadores y afición celebran la permanencia en Mendizorroza.
Jugadores y afición celebran la permanencia en Mendizorroza. / Cádiz Cf
J.J.N.

23 de mayo 2022 - 13:53

Cádiz/El Cádiz CF respira aliviado después de una temporada 2021/22 que se le hizo muy larga. Fiel a su historia, tuvo que padecer lo indecible hasta el último minuto para certificar la permanencia en Primera División. El epílogo fue feliz. Es lo que cuenta. La euforia posterior estuvo a la altura del sufrimiento acumulado durante meses. La conjunción de varias claves permitió la consecución del objetivo. Una de ellas, la fe de un equipo que creyó y peleó hasta el final hasta agarrarse a la categoría con todo merecimiento. El Cádiz CF se queda porque se lo ha ganado con creces.

La fortuna que le había faltado en jornadas anteriores la encontró en el capítulo definitivo, el 38º, cuando ya no dependía de sí mismo. Además de vencer (0-1) al Deportivo Alavés en Vitoria, como hizo no sin dificultades (el gol de Choco Lozano llegó en la recta final), tuvo la suerte del empate del Granada en casa (0-0 frente al Espanyol) que condenó al pozo al cuadro rojiblanco y ejerció de salvavidas de los gaditanos.

El 17º puesto fue suficiente para la salvación más cara de los últimos años. Los amarillos necesitaron llegar a los 39 puntos en una apretada lucha hasta la extenuación. Todo lo que sea seguir en la élite del fútbol español supone un éxito después de una campaña dividida claramente en dos partes.

La primera mitad del curso derivó en la caída de Álvaro Cervera. El Cádiz CF empezó mal, con la sensación de un modelo agotado como reflejaban los resultados. Se perdió la conexión entre la plantilla y el entrenador que tantas alegrías había dado en los cinco años anteriores.

El sistema ultradefensivo hacía aguas, el equipo no funcionaba y cerró la primera vuelta en zona de descenso con un pobre saldo de 14 puntos con sólo dos victorias, ocho empates y nueve derrotas que presagiaban lo peor. El mensaje del míster había dejado de calar en el vestuario.

El revés (2-0) en el campo del Osasuna en el arranque de la segunda hundió más a los gaditanos en la clasificación, a cuatro puntos de una salvación cada vez más lejana y con la impresión de andar muy lejos de la reacción.

El club había dado un amplio margen de confianza a Cervera, que terminó de quedarse sin crédito aquel 9 de enero. De no haber sido el técnico tan querido por la afición, la decisión de buscar un revulsivo en el banquillo se hubiese producido antes.

En el Cádiz CF tardaron en tomar medidas pero llegaron a tiempo. El aterrizaje de emergencia de Sergio González fue una apuesta arriesgada pero necesaria. Nuevo entrenador y nuevo modelo de juego, diametralmente opuesto al anterior. Era todo o nada.

Con el técnico recién llegado completó el club un mercado de invierno plagado de negativas de jugadores a unirse a un equipo que en ese momento era carne de descenso.

Llegaron Luis Hernández, Fede San Emeterio, Rubén Alcaraz, Oussama Idrissi y Lucas Pérez, futbolistas que se adaptaron a una velocidad de vértigo y subieron el nivel. El técnico se apoyó en ellos y en los que ya estaban, aunque con una apreciable variación del rol de jugadores que perdieron protagonismo y otros que emergieron con papel de actor principal: Akapo, Iván Alejo, Negredo...

El juego del Cádiz CF se volvió vistoso con alineaciones nada parecidas a la de la primera vuelta. Querencia por el balón, presión alta, juego alegre… Un modelo que daba prioridad al ataque sin renunciar a la disciplina defensiva. El equipo encontró el equilibrio.

La nueva puesta en escena no tardó en dar frutos, aunque el déficit de puntos que arrastraba de la primera vuelta dejaba poco margen de error a un equipo que no siempre tradujo su buen juego en resultados. Se escaparon puntos que tuvo al alcance de la mano.

El Cádiz CF se movió todo el tiempo al borde del abismo, unas veces en la zona de descenso y otra fuera, pero metido de lleno en la pelea y con la sensación de poder abrazar el objetivo. Los jugadores asumieron que iban a sufrir hasta el final pero se conjuraron para luchar hasta el último minuto de la temporada. Una segunda vuelta en la que pareció otro equipo. Sumó el Cádiz CF 25 puntos, cerca del doble de los 14 anteriores.

La victoria (1-0) contra el Villarreal con aquel gol en el alargue de un renacido Sobrino y, sobre todo, aquel primer triunfo histórico (0-1) en el Camp ante el Barcelona alimentaron la esperanza de un equipo que demostraba su capacidad de aliarse con la épica como tantas veces lo ha hecho el Cádiz CF a lo largo de su larga trayectoria.

El mérito de los amarillos es aún mayor porque no sólo tuvo que competir con sus rivales directos. Se las tuvo que apañar para rehacerse del persistente maltrato arbitral que a punto estuvo de hundirle en el pozo. Hasta el último día sufrió decisiones extrañas, como el penalti de Espino en Vitoria que sólo existió en la imaginación del colegiado. Por una vez el VAR sí fue justo con el Cádiz CF.

Valga como ejemplo aquel escandaloso arbitraje en Mallorca de Carlos del Cerro Grande y Alejandro Hernández Hernández (en el VAR) impidió que el Cádiz CF sellase la permanencia con dos jornadas de antelación. Aquellos dos penaltis inventados propiciaron una derrota (2-1) que impulsó a un rival directo y casi arruinó a un equipo amarillo que, en una lección de resiliencia, también superó el obstáculo arbitral. Fue el equipo con más penaltis en contra: 13 (un promedio de uno cada tres partidos).

La ayuda que sí tuvo el Cádiz CF en su interminable esprint hacia la permanencia fue la de su afición, la que siempre estuvo al lado de su equipo en los momentos más complicados. La hinchada fue el combustible que propulsó a los jugadores. Una afición de Primera que merecía disfrutar un año más en la élite del fútbol español.

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