El 'templo' de Anfield se rinde a Michael Robinson
Lleno en el mítico estadio para el amistoso entre Liverpool y Osasuna de homenaje al también ex consejero cadista
Cádiz/Michael Robinson, fallecido el 28 de abril del año pasado, dejando huérfanos a todos los aficionados al fútbol, ha recibido este lunes, por fin con público en las gradas, el homenaje que se merecía en el estadio de Anfield, lleno hasta la bandera para recordar como se merece a un ex jugador de Liverpool y Osasuna, los dos equipos que han disputado el partido en su honor. No estuvo el Cádiz CF, aunque por todos es recordado el cariño de Robinson por un equipo del que llegó a ser consejero.
El inicio del partido llevó consigo una carga emotiva totalmente merecida y correspondida con el legado que dejó el gran Robinson. Los asistentes al encuentro en pie, los jugadores rodeando el centro del campo y un minuto ininterrumpido de aplausos en uno de los templos del fútbol, siempre ambientado con la gran banda sonora de este deporte: el mítico 'You'll Never Walk Alone'.
La historia es solo una y refleja la realidad de unos hechos. La historia de Michael Robinson es la de un inglés errante hasta que el ancla de su vida tocó tierra en Pamplona. Empezó a trabajar en Madrid y en todas partes cuando se acabó el fútbol en activo. Y abrió su corazón, el que se detuvo con 61 años, en Cádiz y al Cádiz CF. Un tipo único por su estilo abierto al mundo. Un comunicador cuya voz se apagó cuando le quedaban muchas historias por narrar, centenares de partidos por comentar e infinidad de dosis de sabiduría futbolera por compartir.
Se fue aquel inglés errante que cuando abandonó su tierra no encontraba en el mapa de España la ciudad de Osasuna, que es donde le dijeron que iba a jugar. Genio y figura con sus cosas desde la lealtad de un niño a su padre y la inocencia de un joven que cruzaba fronteras creyendo a todos.
Lo de Michael Robinson con el Cádiz CF no fue algo superficial, sobre todo para aquellos que piensan que sus gracias, tan agradables para el carácter del gaditano, fueron una insuficiente carta de presentación para tener un sitio elegido en nuestra ciudad. De Leicester a la Tacita.
En ocasiones se ubicó el apasionado trato de Michael con el Cádiz CF en aquellos duros primeros años de la caída a Segunda A y Segunda B. Nada más lejos de la realidad; quizás en ese tiempo de sombras cadistas por arrastrar unos colores y un escudo por los campos de España, se recuerda a este inglés errante tratando de 'robar' minutos en un programa televisivo destinado a la élite para que se hablara del Cádiz CF.
La comunión empezó antes. Expiraba aquella temporada 1986-87, la de los interminables play-off por el título, por la Copa de la Liga y por la permanencia, y al Osasuna en el que jugaba un tal Robinson le tocaba pelear la permanencia junto al Cádiz CF y otros cuatro equipos que acabaron la fase regular entre los seis últimos en Primera División. Fue una Liga de probaturas, de cambios y más cambios en la que Manuel Irigoyen, entonces presidente del Cádiz, tiró de galones para defender lo indefendible: El Cádiz CF acabó último y el recordado, y añorado, dirigente plantó sobre la mesa algo más que sus ideas renovadoras a los dirigentes federativos para inventarse una liguilla de la muerte entre los tres últimos. Si la decisión entre tanta probatura era ampliar la categoría y que sólo bajara un equipo a Segunda A, Irigoyen hizo lo que sólo él sabía hacer.
Uno de los afectados era el Osasuna, que junto al Racing y al Cádiz CF tendría tres citas a cara de perro. El joven Michael, nuestro Robinson, quedó maravillado de aquello. "Cuanto arte hay en Cádiz, madre mía. Su presidente se ha inventado una liguilla de la muerte y ha salvado al equipo", dijo desde la sorpresa que, de fondo, escondía su primer enamoramiento por un humilde club que sobrevivía entre poderosos.
La historia es solo una y el Cádiz CF y el Osasuna se salvaron, lo que unió aún más a Michael para que el rojillo de su camiseta la viera él casi como el amarillo de su admirado rival.
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