Qué guay, picha
Yo parí a Juan Carlos Aragón
Idea. En 1995 saqué 'Los tintos de verano', una chirigota que llevaba implícito un mensaje subliminal muy borde contra la primera estúpida generación de la degeneración, la del botellón
Yo tengo un primo surfero que es mú gracioso hablando. Y en un contagio gramatical, de pronto me vi en una noche de Conil, antes de que pusieran las horribles carpas, en un bar de copas, aporreando dos barriles que había en la puerta, con las venas de la garganta henchidas de no poder reír más, y con mi novia mirándome como si yo fuera un higo chumbo; y me gritaba -"pero, quillo, ¿qué te pasa?".
-"Fuimo a vé un conssierto a puertoreá, sabeloquetedigo, notedigoná…", le dije. Ni medio me entendió, pero le gustó mucho. No hacía falta ni tipo. Los 12 éramos 12 tintos de verano, cantando un poco menos mal que el año anterior pero con menos vergüenza. Pero, ante todo, ya dispuse ante el gran público mi primera declaración personal de principios, empezando por el pasodoble del barrio, hasta el cuplé del ridículo del cartel del carnaval, pasando por el antimilitarismo de los Cuarteles de Valerita.
Lo que estoy contando no es ninguna tontería. Yo tenía 27 años. Estaba dando clases de Ética y Filosofía a los hijos de los militares del Instituto Wenceslao Benítez de La Carraca. Mientras yo hacía el chorra en el Teatro, los padres de mis alumnos se preguntaban ante la tele ¿er corgao éste es el que le da clase a mi hijo?
No obstante, 'Los Tintos' llevaban implícito un mensaje subliminal y muy borde contra la que yo vi como primera estúpida generación de la degeneración, la del botellón. Y si repasáis, es una enorme crítica a la forma de tomarse los fines de semana y el verano por la que optó aquella juventud y las que le sucedieron.
Pero como sabíamos de lo que estábamos hablando, montamos una pequeña carpa con tienda de campaña y vespino incluido sobre las tablas del Teatro. Er juaki aporreaba una neverita a modo de timbal, mientras yo punteaba las notas iniciales del "Voy a pintar, las paredes con tu nombre, mi amor". Con el primer pasodoble, la gente se quedó un poco como así. Pero, cuando cantamos el segundo, dedicado a las horteradas de nombres que ponen los padres a sus hijos, y dijimos lo de "Cristians + cabessa qué", el teatro rompió en una carcajada de las que te hacen sentirte enormemente orgulloso de ser chirigotero. Por eso, cuando la madre de mi hijo decidió ponerle al niño juancarlos, a palo seco, suspiré (al menos, cuando lo llame, no me mirará la gente).
Lo que vino después fue una orgía de risas y aplausos. Menos el jurado, todo el mundo lo tenía muy claro. Incluso Rafael Izquierdo, volvió a intentar un relanzamiento internacional al mundo de la música con mi chirigota. Pero pasó que, de las mil cintas que nos prometió, una parte importante las editó con el contenido de 'Los Principiantes' que, por lo visto, estaban vendiendo menos de lo que él calculó, y las metió dentro de las carátulas de 'Los Tintos'. Creo que, más bien, fue debido a un fallo de enmaquetación. Nosotros cumplimos con nuestra parte.
La noche de los cuchillos largos, er Juan hace la primera de sus macarradas en el Teatro; todos me vieron, aunque yo sabía que todos me estaban viendo. Yo, como un imberbe aspirante, estaba sentado en la escalinata de la Facultad esperando que nombraran mi nombre… Y no lo nombraron. La, por aquel entonces, mi novia, tuvo la habilidad de darme una palmadita en el hombro y decirme -"tranquilo". Si El Bambi, llega a salir por la puerta de alante, hoy, probablemente, estaríamos hablando de uno de los bigotes que sirven para echar el cerrojo del Bar Ducal.
Al final tó se pasa. Hicimos otro carnaval memorable en la calle, cantando un poco peor que el año anterior, que ya es difícil, y llenando las esquinas de la Viña y las escaleras de Correos; cuando a aquellas escaleras se subían las buenas chirigotas, no como ahora, que pasa al contrario, joder.
Y ya empecé a darme cuenta de que un exceso de localismo en los repertorios, se agradece en el Teatro pero se paga en verano. Así que, inconscientemente, fui abriendo los libretos de modo que fuesen más inteligibles en la orbe planetaria que en la esquinita de El Manteca. El cuplé del cura y el mangüiti ya no se cantó más, y, antes de interpretar el popurrí, procurábamos que el chorva de los madriles supiese cómo eran los conciertos de Puerto Real y las Barbacoas de nuestro Trofeo, esas que la alcaldesa se ha empeñado en quitar de en medio (que pa lo que son ya, tampoco va a haber una revolución en su defensa).
Nos dieron el Premio Cajonazo, el oficial, el que concedía entonces la Peña de la Tertulia. Yo llegué tarde y me lo recogió er Juaki. Me lo puso en lo alto de un R-5. Yo me lo llevé a mi casa sin saber si me tenía que sentir un héroe o un pringao. Pero cuando el segundo sábado de carnaval, en la Marisquería Baro, ofrecimos el repertorio y el público hizo a coro el consabido "jurado, cabrón", mi padre le dijo a Alberto Ramos Santana, -"¿has visto?: por eso yo nunca sería jurado". Alberto, como el que no quiere la cosa le dijo algo así como -"po mira, yo he sío el presidente y a mí nadie me ha dicho ná". Y mi padre lo remató así: -"No es que no te lo hayan dicho, es que tú no tá querío enterá, que es otra cosa"-.
El Calixto se rompió una pata (qué mala pata) y tuvo que actuar tras un atril que simulaba la barra de un bar de Los Caños. El atril lo hizo mi primo. Mi primo iba a salir en 'Un Peasso Coro'. 'Un Peasso Coro' ensayaba en El Avante. El Avante fue mi primer equipo de fútbol. El fútbol vale mu caro. Caro es un personaje del que ya hablaré. Y hablaré es el futuro imperfecto de lo que voy a decir mañana… Pero qué guay, picha.
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