Esplendor y muerte de Sancti Petri

El poblado vivió entre los años veinte y principios de los setenta uno de los capítulos más entrañables de su historia

S. García / D. Cifuentes

20 de julio 2008 - 01:00

Al tiempo que la pesca aumentaba y la industria conservera se desarrollaba, en los inicios del siglo XX, el poblado cobraba una vida hasta entonces desconocida. En estos inicios ya se habían levantado las dos primeras fábricas, la de los Italianos y la de Curbera, y estaban en funcionamiento las chancas de Fossí, la de don Serafín y la de los Italianos.

La familia Gómez Humarán y Cañizares, que a finales del pasado siglo habían sido los dueños de los terrenos habían empezado a deshacerse de los mismos. En 1928 es cuando se crea el Consorcio Nacional de Almadraberos y sólo un año después acometerán una de sus acciones más importantes: hacerse con la almadraba Punta de la Isla, conocida popularmente como Sancti Petri.

Aparte de esta adquisición, conseguirían otras almadrabas importantes de la zona como Reina Regente de Ayamonte, Nueva Umbría de Isla Cristina, Ensenada de Barbate y Lances de Tarifa. Todas ellas tenían como centro a la más completa del momento, que era la de Sancti Petri. Gracias a esta acción se unificaron las fábricas y chancas de la península, y se creó un proyecto de construcción de viviendas. Una vez construídas las bases industriales sobre el lugar en que estaban las fábricas, una en el suroeste y otra en el noreste, se alzó la zona residencial atravesada por una calle a la que se llamó Avenida del Mar con una plaza en el centro donde estaban los edificios públicos .

El número de capturas iba aumentando, hasta alcanzar su mayor cifra en 1949 con un total de 24.605 piezas . Esto reportaría unos beneficios que lo consolidarían como un lugar entrañable en el imaginario del chiclanero.

Entre los edificios de Santi Petri destacaba La finca que además de ser el conocido como consistorio de barrio era el bar de Paco el cartero que en un principio hacía de mensajero de la península, desplazándose en un carro con un burro a Chiclana para recoger la correspondencia. Posteriormente se construyó un dispensario al que acudía el médico José María Guerrero del Río que se trasladaba dos veces en semana para pasar consulta y en casos de urgencia. La educación de los niños se hacía al principio en la iglesia hasta que posteriormente se construyeron dos escuelas, la primera de ellas en 1946, al frente de las que estuvo hasta el abandono del poblado la maestra Carmen Zacarías Naranjo. El aspecto espiritual del poblado estuvo tutelado por los curas agustinos que se desplazaban de Chiclana para oficiar misa. En 1961 se creó la parroquia Nuestra Señora del Carmen en la que ejerció como primer párroco Ignacio Egurza y siempre quedó como el día más especial del poblado, en lo que a lo religioso se refiere, el de la celebración de la festividad de la Virgen del Carmen cada 16 de julio. Tampoco faltaba en el poblado el séptimo arte. Las proyecciones eran responsabilidad de los Mellizos , haciéndolas en un principio al aire libre y más tarde en una sala cerrada. Un sitio distinto en el que durante años, el único medio de transporte motorizado fue el cha-ca-cha, un autobús que recibía su nombre de lo viejo que era.

Esta es una breve descripción de un barrio de clase obrera que tuvo que pelear contra su patronal, el Consorcio, para conseguir luz, agua, carbón y su propia dignidad. Un lugar en el que despertaban cada madrugada 300 vecinos dispuestos a ir a la fábrica, a la almadraba o a la escuela. En 1971 ese alboroto de cada día empezó a apagarse. La almadraba se cerró por la escasez de capturas y la mayoría de vecinos fueron reubicados en otro barrio.

Desde entonces, iniciativas que nunca han fructificado y que provocaron la muerte del poblado, entre el desacuerdo de las autoridades y la nostalgia de los c iudadanos.

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