Visto y Oído
Broncano
concert music festival en chiclana
Chiclana/Permítanme el simplón juego de palabras en el titular de la presente crónica pero lo cierto es que el cancionero del onubense Manuel Carrasco se antoja lo más parecido a un enorme manual sonoro de autoayuda (muy bien escrito y efectivo al cien por cien) para tiempos difíciles, y estos lo son indudablemente. Un ritual melódico del buen rollo que Manuel despliega con su sempiterna sonrisa para arrancar sonrisas y ganas de vivir sobre un escenario que ya le es familiar.
Porque en 2019 trajo a Sancti Petri la gira La cruz del mapa, ahora readaptada y revisitada, distinta en la mayor parte de su contenido, en un formato más íntimo, acústico, sin guitarras eléctricas pero con toda la luz posible que Carrasco es capaz de emitir. Y no es poca por mucho que la escenografía de paneles jalonados de fluorescentes y focos que daban lustre a la banda de seis músicos en vivo: David Carrasco Soriano (teclado, saxofón y dirección musical), Roberto Sánchez Lavella (guitarra), Javier Lozano Sánchez (teclado), Cristian Rodrigo Concha Díaz (batería), François Le Goffic (guitarra) y José Alberto Curioni (bajo), tratara de competir con el artista en fulgor protagónico.
El cantante y compositor deleitó en su primera noche en el Concert Music Festival con una revisión de temas que no evitaron que el entregado público casi no pudiera aguantar las ganas de levantarse y bailar a su son. Pero manda, ante todo, la seguridad debido a la situación sanitaria y desde sus asientos coreaban, movían brazos y cabezas al ritmo de la música y retumbaban las gradas con el pataleo ante el buen hacer del onubense. La pandemia, la maldita pandemia que tanto llanto ha causado, sirvió a Carrasco para abrir el recital cantándole a lo perdido y lo ganado, a la libertad (bien entendida, sin manoseos intelectuales), con el tema Prisión esperanza, una razón para seguir bailando y soñando aunque sea sin moverse de la silla.
No faltaron también los olés y piropos al protagonista de la velada y hasta algún alarido en la fría noche de julio en Sancti Petri. "¿Qué ha pasado?", preguntaba Carrasco ante la efusiva reacción. "Por momentos la emoción se desborda. Prometo que voy a cantar lo más bajito posible", bromeó. El manual de Manuel ya estaba abierto de par en par y funcionó de maravilla a lo largo de las dos horas de concierto pese a la contención corporal impuesta.
El onubense continuó con la súplica sentimental de Ámame otra vez, y enlazó con Ya no, historias ambas que hasta en sus desesperados versos albergan un poso de esperanza. Esta última canción, por cierto, con anécdota incluida y quejío aflamencado en su voz: "cuando la compuse estaba sentado al piano, cantando la melodía y sentía que se la estaba copiando a alguien. Estuve investigando y me di cuenta de que la canción era mía -rio-. No la tenía como canción de referencia pero me equivoqué".
A continuación, dos temas unidos: Tenía que decirlo, de nuevo la libertad irrefrenable, y A veces te imagino, la serenidad del recuerdo bien llevado. También la resignación esperanzada de Otoño, Octubre, el desamor asumido de Entiendo, y, al piano, la fe ante el abismo de Que nadie, con el respetable de Sancti Petri haciéndole los coros a su garganta casi quebrada por la emoción en una de las interpretaciones más sentidas de la velada. "Así da gusto, nosotros venimos con ganas pero si la gente está cerquita se agradece", confesaba Manuel el calor de los aplausos.
Y llegaron los pasajes dedicados a la sanación del alma tras la tragedia, la luz después de la oscuridad en el manual de Manuel, una parada en ruta necesaria para seguir adelante. "Esta canción es una de las más especiales de la gira, se la dediqué a un amigo que perdí", reveló Carrasco antes de interpretar Te busco en las estrellas, un verdadero mazazo sentimental aliviado minutos más tarde por una ristra de canciones para conjurar el pesimismo, energía positiva directa a los oídos: Qué bonito es querer,Me dijeron depequeño, Yo quiero vivir, Déjame ser (con el saxo de su primo David Carrasco dando la réplica) y Sabrás, está última con un sonido muy Ketama. Completó la secuencia de canciones enérgicas Tan solo tú, que "me ha acompañado toda mi carrera, tiene una energía que me gusta", contó.
"Vamos a dejarlo aquí no os vayáis a agobiar con la mascarilla", bromeó ante la insistencia de un público completamente embargado por la positividad y las ganas de pasarlo bien. El artista abandonó unos minutos el escenario para regresar con algunos temas más en forma de peticiones, "empiezo yo y ahora vemos", avisó a la vuelta de entre bastidores. Sonó como himno de autoafirmación personal Siendo uno mismo. "Yo por mí seguiría así toda la noche", admitió el artista.
En escasos capítulos de este manual musical se desprendió Carrasco de silla y guitarra sobre el escenario pero cuando lo hizo, la audiencia vibró si cabe más aún. "¡Eres un bastinazo Manuel!", le espetaban y él respondió también de gaditanas maneras cuando se atrevió con el Carnaval de Cádiz ya en los últimos compases del espectáculo. "Vamos a tirarnos a la piscina. Voy a hacer un pasodoble que nunca había cantado. Perdonadme si meto la gamba", se disculpó Carrasco antes de encarar Sentaos en la orilla del mar de la comparsa La Atlántida y, a continuación, Soy afortunado. ¡Qué mejor terapia de manual que las coplas de la tierra! Y como remate, El aire de la calle de Los Delinqüentes, adrenalina necesaria para cerrar el último capítulo del concierto finalmente con los bises de Si miras a tu alrededor y Uno x uno.
"¡Cómo canta Chiclana!", se despedía, porque Chiclana siguió cantando hasta un final que no fue tal porque a Carrasco le quedaba una noche más de música y emociones en el poblado de Sancti Petri hasta la próxima cita, ojalá escrita en un nuevo capítulo musical sin distancias, ni frenos, con emociones de manual ante el pleno disfrute.
Temas relacionados
También te puede interesar
Lo último
No hay comentarios