“Con el agradecimiento de Chiclana me doy por pagado”
Incendio en Afligidos
El restaurador de la Virgen de Afligidos obró el “milagro”: trabajó sin descanso durante tres días para sanar los daños provocados por el incendio y encontró una agradable sorpresa en el interior
Chiclana/Francisco Berlanga (Sevilla, 1958) obró lo que en Afligidos consideran un milagro: restaurar la Virgen de los Desconsuelos de Chiclana a tiempo para procesionar el Martes Santo pese a los daños sufridos en el incendio. Trabajó durante tres días a destajo, casi sin dormir. La imagen guardaba en su interior una agradable sorpresa.
–Imagino que ha recibido muchas muestras de agradecimiento en estos días.
–Han sido muchas llamadas de teléfono, mensajes de todas partes… A nivel nacional, incluso. El Jueves Santo estuvimos en una Cofradía de la Vera Cruz de la Algaba, que restauré sus imágenes, y me iban dando besos y estampas todos los nazarenos.
–¿Cuándo se enteró de lo que había ocurrido en Chiclana?
–Yo estaba en la iglesia de Palomares del Río (Sevilla). Me llamó el hermano mayor de Afligidos con la angustia, el llanto y la desesperación y el cura me escuchó decir la palabra ‘Chiclana’. Inmediatamente me cogió de la mano para llevarme a su despacho y enseñarme la foto con el manto ardiendo. Les dije que montaran la Virgen en un coche y la trajeran a mi taller.
–¿Cómo llegó la talla?
–En un estado lamentable. Los elementos que componen el candelero llegaron bastante calcinados y la mano derecha muy afectada. Los brazos estaban irrecuperables y ha habido que ponérselos nuevos. Tenía ampollas por toda la cara, los ojos, la nariz y la boca deformadas… Si lo hubiera pensado bien habría dicho que era imposible restaurarla para el Martes Santo, pero me funcionó más el corazón que la cabeza y me comprometí. Quise transmitirles tranquilidad y les dije que ya estaban tardando en irse de mi taller porque me estaban quitando tiempo. Se fueron con cara destemplada.
–¿Cuándo empezó a trabajar?
–Esa misma noche. Me cambié de ropa y empecé por las partes más afectadas. Me desprendí de lo quemado, llegando casi a la madera y consolidando lo que quedaba. Remodelé la volumetría de lo perdido. Hasta el Domingo de Ramos por la tarde no terminé de policromarla.
–En Afligidos están convencidos de que fue un milagro.
–A mí me ha sorprendido que pudiera salir y llevo toda la vida haciendo esto. Por mucho que os cuente el estado en que llegó no es comparable a haberlo visto, aunque esas fotografías no se van a difundir. Le cuento una anécdota. La primera operación que hice fue separar el cuerpo del candelero para tener dos campos abiertos. Al hacerlo, sin querer, encontré un sobre con una carta que había escrito yo mismo. Cuando hice la Virgen en el año 87 dejé ese documento introducido en el torso, pero no me acordaba. Había escrito una carta al futuro y he acabado encontrándomela yo mismo 37 años después.
–¿Qué decía la carta?
–Eran sobre todo datos. Me la encargaron para la advocación de la Señora de la Amargura y así aparecía reflejado, pero finalmente fue Nuestra Señora de los Desconsuelos.
–¿Cuántas horas dedicó a la restauración?
–Fue todo de corrido. Lo de dormir ha sido circunstancial. El cuerpo se pone en estado de alerta y no te lo permite. No sé si es la adrenalina, pero me echaba un par de horas pensando cuál era el paso siguiente. El Lunes Santo llamé a la Cofradía sobre las siete de la tarde y por la noche salieron de vuelta para Chiclana. Me duché, me acosté y el Martes Santo fui yo también para allá. Viví un día de los que guardaré en la memoria.
–¿Por qué?
–No sabría describirlo. El fervor, el agradecimiento, los abrazos sinceros... Cómo se han portado con mi mujer y conmigo fue algo fuera de lo normal. Con su agradecimiento me doy por pagado.
–¿Alguna imagen de aquel día que se le haya quedado grabada?
–La de una chica del grupo joven de la Cofradía. No paraba de mirar a la Virgen cuando venía de frente y le manaban las lágrimas de la cara. Era una imagen para tenerla presente cuando haga una futura Dolorosa. Esos ojos servirían de inspiración. Me conmovió. En la Semana Santa no hablamos solo de una escultura: es una devoción. Y eso supera cualquier otra historia.
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