Cetrería, el arte milenario de dominar los cielos

Es la forma de caza más antigua documentada, con alrededor de 4.000 años de historia, y se destaca por ser la más ecológica, ya que no contamina el entorno ni deja a ningún animal herido

Cada 3 de octubre, la Iglesia Mayor del municipio se transforma en un escenario que renueva la ofrenda floral dedicada a San Francisco de Borja, el santo patrono de los cetreros

Chiclana y Dubái, unidas por el vuelo de los halcones de Damián Mateo

El sacerdote, Don José Amalio, en la misa cetrera
El sacerdote, Don José Amalio, en la misa cetrera / D.C.
Carla Gómez

20 de octubre 2024 - 06:01

Chiclana de la Frontera es un rincón donde las tradiciones profundas se resisten a caer en el olvido. Entre sus campos y marismas, el arte milenario de la cetrería, que en su día fue privilegio de reyes y nobles, ha encontrado un refugio que lo mantiene vivo. Una nueva generación de cetreros, herederos de siglos de historia, lucha por preservar y difundir este legado en plena sintonía con la naturaleza. El paisaje que rodea al municipio, con su horizonte vasto y aire libre, es el escenario perfecto para una práctica que, aunque con raíces antiguas, ha sabido adaptarse a los tiempos modernos.

“La cetrería es el arte de caza más antiguo del que se tiene registro, con unos 4.000 años de historia”, afirma Moisés Vega, miembro del Club Halconero de Chiclana. Fundada hace más de una década por Manuel Quintero y un grupo de apasionados, esta asociación ha sido clave en la preservación de esta disciplina. “A lo largo de los años hemos organizado eventos y talleres de concienciación ambiental, colaborando estrechamente con el Ayuntamiento para promover la cetrería, y seguimos firmes en nuestra misión”, añade Vega con orgullo.

Este arte va más allá de la simple actividad de caza: es una sinfonía de paciencia, respeto y conexión entre el hombre y el ave. Un lazo que remonta sus orígenes a las vastas estepas de Asia Central y que, a lo largo de los siglos, ha recorrido continentes, adaptándose a las culturas que ha encontrado en su camino. Durante la Edad Media, alcanzó su máxima expresión como símbolo de poder y prestigio entre la nobleza. Con la llegada de las armas de fuego, su popularidad decayó, pero nunca desapareció del todo. “Siempre sobrevivió”, asegura el halconero del club, destacando que “a lo largo de la historia, hubo románticos que la mantuvieron viva, y hoy somos cada vez más los que continuamos este arte, creciendo y alimentando su llama”.

Moisés Vega junto a su pareja en el Campeonato de España de Cetrería
Moisés Vega junto a su pareja en el Campeonato de España de Cetrería / D.C.

Entre las actividades más destacadas de la entidad, sobresale la misa cetrera, que ha logrado convertirse en uno de los eventos más emblemáticos de la localidad. “Llevamos casi tres años celebrando una ofrenda en honor a San Francisco de Borja, nuestro patrón”, relata Vega. Cada 3 de octubre, la Iglesia Mayor de Chiclana se convierte en un escenario que revive una tradición que se remonta a 1435, cuando se celebraban misas con halconeros en la Catedral de Cádiz.

La ceremonia es un verdadero viaje al pasado: los cetreros acuden con sus aves en el puño, evocando la imagen de los caballeros medievales. “Uno de los aspectos más especiales es que el sacerdote, Don José Amalio, el único cetrero sacerdote en España, oficia la misa acompañada de su halcón, que coloca sobre el altar”, comenta Moisés Vega. Aunque el rito sigue los cauces habituales, en diversos momentos se hace referencia a la cetrería, culminando con una oración especial. “Al final, nos arrodillamos con nuestros halcones frente al altar; es un instante íntimo, lleno de simbolismo y emoción”, añade. Esta misa no sólo honra la historia de la cetrería, sino que también simboliza la profunda unión entre los cetreros, su arte y la espiritualidad que los guía.

Uno de los aspectos más resaltados por los miembros de la cetrería es el carácter ecológico y sostenible de esta práctica. “Es un método de caza muy selectivo”, relata Vega. “El ave de presa elige a su víctima de manera natural, y la presa tiene la oportunidad de escapar si es lo suficientemente rápida o astuta. A diferencia de otras formas de caza, no contaminamos el campo con plomo ni dejamos animales malheridos. Es una caza limpia”. El compromiso con el medio ambiente va más allá del acto de cazar. Los halconeros, a través de su amor por las aves y el entorno, participan activamente en la conservación de especies. 

Un halcón peregrino caza a su presa.
Un halcón peregrino caza a su presa. / D.C.

“El vínculo entre el cetrero y su ave no es fácil de describir”, reflexiona el miembro del club. “Es una relación basada en la confianza y el respeto por la libertad del otro”. A diferencia de los perros o caballos, los halcones no obedecen por lealtad ciega, sino por una comprensión profunda del arte que los une a sus cuidadores. Este arte, además, implica un proceso de adiestramiento que exige dedicación. Vega explica el procedimiento: “Cuando recibimos un halcón o un azor, lo primero es amansarlo. Viene de estar en la cámara con sus padres y hermanos, y al principio está salvaje. Le quitamos el miedo al ser humano poco a poco, y luego comenzamos el adiestramiento para que pueda volar libremente y regresar a nuestro guante. Este proceso suele durar un mes y medio”.

El adiestramiento es una de las fases más delicadas de la cetrería, ya que solo cuando el ave está plenamente preparada puede participar en las sesiones de caza. Para el halconero, este momento es el culmen de semanas de trabajo, donde el hombre y ave han aprendido a confiar el uno en el otro.

Gracias al esfuerzo de todos los cetreros, la cetrería fue reconocida en 2010 por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, un hito en su historia. Además, en 2022 fue declarada Bien Cultural en Andalucía, y el 16 de octubre de este año ha recibido el mismo reconocimiento en Madrid, consolidando su lugar como parte del patrimonio cultural de la región.

Cetrero sostiene en el puño a un ave rapaz
Cetrero sostiene en el puño a un ave rapaz / D.C.

A pesar de sus raíces antiguas, la cetrería sigue siendo un arte vivo y en constante evolución. "Somos embajadores de una tradición de 4.000 años. Somos el método de caza más ecológico y selectivo que se conoce, y, sobre todo, somos los primeros naturalistas, cuidando y preservando el entorno que nos rodea", concluye Moisés Vega, con la mirada puesta en el futuro de un arte que, en sus manos, seguirá volando alto.

En Chiclana, bajo el cielo abierto y el sol andaluz, la cetrería sigue siendo mucho más que una práctica. Es un vínculo entre el hombre y la naturaleza, entre el pasado y el presente, que, como las aves rapaces, sigue sobrevolando los campos y las marismas, manteniendo viva una historia que nunca ha dejado de volar.

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