Chiclana merece su sitio
El pueblo en que nací tenía 21.947 habitantes. Hoy, la ciudad en la que vivo cuenta con 91.475 de padrón municipal. En el mismo periodo, Cádiz ha pasado de 114.951 a 112.077 habitantes; El Puerto de Santa María, de 35.610 a 90.197; San Fernando, de 47.423 a 94.0762 habitantes. Puerto Real de 18.108 a 42.042.
Se le tiene mucho cariño a Chiclana, ese pueblo de gente afectuosa, cercana, trabajadora, pero de un tiempo para acá, tras la crisis del ladrillo, hay mucho amor y poca acción por parte de la administración que tiene la mayor parte de las competencias para la prestación de los servicios públicos.
Servicios sanitarios, educativos e infraestructuras han ido creciendo en estas localidades en favor de las grandes ciudades respecto a los pueblos pequeños, sin tener en cuenta que algunos dejaron hace tiempo de serlo. Y ese tratamiento, a pesar de la tozuda realidad que muestran los datos, se nos sigue aplicando en el último lustro, de modo que no se desarrollan nuevos equipamientos, a pesar del demostrado potencial que representa Chiclana.
Una realidad incontestable: la ciudad que más crece en la Bahía tiene menos institutos de secundaria y menos centros de salud que ciudades de la provincia que cuentan con mucha menos población.
La Bahía de Cádiz, ese espacio tan singular y mágico, acoge ciudades con mucha historia, que han sido bendecidas por las administraciones para albergar industrias principales.
Por contra, los chiclaneros y chiclaneras nos criamos aprendiendo a buscarnos la vida y teníamos a esos hombres de la bicicleta que iban a Cádiz a ganar el jornal o aquellos que limpiaban con granalla las cisternas de los grandes buques. Nunca nos cayó nada de arriba, del cielo. Todo ha sido trabajado, día a día y hora a hora. Un esfuerzo titánico que ha permitido, en los últimos 30 años, la transformación de este pueblo trabajador en ciudad pujante.
La administración local, con la implicación del tejido empresarial y social, ha construido una nueva Chiclana en este tiempo. Una ciudad más agradable, con plazas públicas para el encuentro que no existían, aparcamientos subterráneos y en superficie para sacar los vehículos del centro, nuevas carreteras con carriles bici, equipamientos culturales, instalaciones deportivas, con la adquisición municipal de espacios verdes como salinas y pinares y un desarrollo de un modelo turístico, que se ha convertido en motor de la economía local y provincial y en referente andaluz.
Hoy, la Bahía de Cádiz precisa de un nuevo plan de ordenación en cuanto a la demografía de sus ciudades y su desarrollo y servicios. La planificación debe hacerse en el contexto que estamos viviendo, no desde lo que la memoria y la tradición nos dice. De lo contrario, estaremos condenando y ordenando el futuro en contra de los movimientos poblacionales que se están produciendo e invirtiendo en supuestos espacios de oportunidad alejados de la realidad que las nuevas generaciones van plasmando en el día a día.
Mientras tanto, continuaremos en lucha, como dice esta letrilla...
‘Y un niño con una pala
quitando barro con ganas
a su madre le decía
no llores tú, madre mía
y arriba siempre Chiclana’.
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