Combatir la soledad no deseada en la tercera edad
La falta de compañía no sólo disminuye la calidad de vida, sino que también afecta a la salud, ya que se relaciona con enfermedades como la hipertensión, la diabetes e incluso el deterioro cognitivo
En Chiclana existen varias propuestas para hacer frente al aislamiento de las personas mayores, como el proyecto ‘Banco para compartir’ o ‘Chiclana contigo. Red de apoyo’
Hasta 255 mayores participan en San Fernando del programa de Cruz Roja para combatir la soledad no deseada
En las calles de Chiclana, entre las casas blancas que resplandecen bajo el sol, los días transcurren sin prisa, pero para muchos de sus habitantes más longevos, el tiempo avanza con la carga de un silencio pesado. El reloj marca las horas de todos, pero no todos sienten que el tiempo les pertenece por igual. La soledad, esa compañera silenciosa que envejece con los mayores, es un problema creciente en esta localidad costera, como lo es en tantas otras, y afecta, de manera invisible, a miles de personas que han visto cómo la vida se despliega sin ellos en el centro de la escena.
En un rincón cualquiera de la ciudad, la Asociación de Mayores Virgen de la Soledad, presidida por Juan Alba Sánchez, se erige como un refugio contra ese olvido. “Nuestra finalidad es que las personas mayores tengan un entretenimiento y un espacio de ocio, que reduzcan esa brecha de abandono”, asegura el presidente. La asociación, que se trasladó a su actual sede en el Centro Cívico “Soledad” en octubre de 2010, se convierte en una respuesta local a un problema de escala global: el envejecimiento de la población y su aislamiento.
En su sede, ubicada en la calle Siroco, los mayores tienen un lugar donde pueden tejer, bailar, hacer gimnasia o jugar al ajedrez. “Lo que pretendemos es que las personas mayores se distraigan, que no se sientan solas, porque muchos de nuestros socios son viudos, y la tristeza de la pérdida es devastadora”, explica Juan Alba. “No podemos dejar que nuestros mayores se queden en sus casas sin que nadie mire por ellos”.
Y es que en Chiclana, como en tantas otras partes del mundo, los datos muestran la creciente soledad de una población envejecida. Con alrededor de 89.000 habitantes, el 22% de ellos supera los 65 años, y muchos de esos mayores pasan los días en un aislamiento emocional y social que se extiende más allá de la mera compañía. “La soledad, además de ser un vacío físico, es un desgaste emocional”, comenta Dolores Sánchez, una vecina de 74 años al hablar de su vida después de la muerte de su esposo. “Es fácil quedarse en casa cuando ya no tienes amigos cerca o cuando tus hijos viven fuera. Y cuando nadie te visita, los días se vuelven eternos”.
La soledad, como enfermedad silenciosa, afecta más allá de lo que se ve. La falta de compañía no sólo reduce la calidad de vida, sino que impacta gravemente en la salud de los mayores. Dolores, quien vive sola desde hace cinco años, habla de cómo la tristeza inicial se transformó en insomnio y problemas de presión alta. “La nostalgia puede deteriorar el cuerpo como lo hace con la mente”, reflexiona. Y no es un caso aislado: estudios han demostrado que la soledad está asociada con enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes e incluso deterioro cognitivo.
La vida de estos mayores, lejos de los estereotipos del retiro apacible, está marcada por rutinas que se han vuelto insulsas. Las mañanas, que solían estar repletas de responsabilidades, ahora son una sucesión de gestos automáticos: abrir las ventanas, encender la radio, preparar un café. El contacto humano, sin embargo, se ha vuelto un lujo. Para muchos, la única interacción diaria ocurre cuando suena el teléfono o cuando un asistente social pasa a visitarlos.
Sin embargo, dentro de este panorama sombrío, en Chiclana hay esfuerzos valientes para combatir la soledad. Iniciativas como el proyecto ‘Banco para compartir’ de Cruz Roja, instalado en la calle La Plaza, buscan ofrecer un lugar de encuentro. “Estos bancos no son sólo un lugar para sentarse, sino para conectar”, comenta Federico Maurano, director de Cruz Roja Juventud Andalucía, quien señala que “la soledad tiene un antídoto poderoso: la comunidad”. “No sólo es el lugar donde vivimos, sino el lazo invisible que nos conecta y nos da fuerza”.
Las personas mayores enfrentan múltiples barreras para superar el aislamiento. En muchos casos, pedir ayuda es percibido como una muestra de debilidad y las necesidades emocionales se ocultan tras un muro de silencio. Proyectos como el ‘Banco para compartir’ buscan transformar esa percepción. “Un pequeño gesto puede marcar la diferencia”, añade Maurano, refiriéndose a la necesidad de romper las barreras invisibles que separan a los mayores de la comunidad.
Esta iniciativa, además de aliviar la tristeza de las personas mayores, busca sensibilizar a toda la comunidad sobre la importancia de cuidar a quienes están a nuestro alrededor. La soledad es un problema que podría afectar a cualquiera, y proyectos como éste recuerdan que todos tenemos la capacidad de ser parte de la solución.
En un mundo cada vez más acelerado, estos bancos invitan a detenerse, a escuchar y a conectar. En Chiclana, el mensaje es claro: nadie debería sentirse solo. Al final, la comunidad no es sólo el espacio donde transcurre nuestra vida cotidiana, sino también una red capaz de apoyarnos en los momentos más difíciles.
Asimismo, el Ayuntamiento de Chiclana, con el apoyo de Cruz Roja y otras entidades sociales, están organizando actividades de acompañamiento telefónico y visitas, además de talleres y eventos comunitarios que invitan a los mayores a salir de sus casas y participar en la vida local. “La soledad no deseada es un mal que afecta a muchas personas mayores. Necesitamos un cambio cultural, dejar de ver a los mayores como una carga y reconocer su riqueza”, subraya el alcalde, José María Román. Por esta razón, se ha llevado a cabo el programa ‘Chiclana contigo. Red de apoyo contra la soledad no deseada’. “El propósito de este programa es luchar contra el aislamiento social, asegurar que las personas mantengan su vida activa y, en última instancia, evitar el sufrimiento”, señala el secretario de Servicios Sociales, Francis Salado.
Además, el secretario hace hincapié en que “la soledad es una realidad invisible en nuestra sociedad, y con este programa buscamos dar respuesta a aquellas personas que pasan desapercibidas”. “Queremos que estas personas se sientan parte de una comunidad viva como la de Chiclana, que cuenta con numerosas asociaciones y actividades”. Salado también destaca la importancia de los voluntarios y agentes colaboradores que dedican su tiempo a ayudar a estas personas. “Estamos muy comprometidos con este programa innovador, que no sólo combate el aislamiento, sino que previene problemas de autoestima y depresión”.
“Los mayores necesitan compañía y calor humano. Las actividades de ocio y el acompañamiento en el domicilio les permiten disfrutar de la vida social y local según sus posibilidades”, afirma el secretario, quien también resalta que se busca que nadie quede excluido, aunque no puedan participar físicamente en eventos como ferias o carnavales. “Llevamos la fiesta y el acompañamiento a sus hogares para que no se queden aislados”.
Además, Salado destaca la importancia de abrir más recursos. “Ampliar la oferta de dependencia no sólo significa más horas de servicio, sino también proporcionar una escucha activa, un acompañamiento diario que va más allá de la higiene personal o doméstica”, recalca.
Pero, en el día a día, el abandono sigue siendo un reto. “Lo más duro no es estar solo, es sentir que ya no importas”, cuenta Juan Pérez, un jubilado de 81 años que vive en el barrio de El Lugar. Sus días transcurren entre la televisión y la ventana, esperando un saludo ocasional de un vecino. “Los pequeños gestos, como que el cartero me salude, son los que salvan el día”, confiesa.
Chiclana, como muchas otras localidades, enfrenta este desafío con determinación. Las iniciativas locales están demostrando que, aunque la soledad sea un problema complejo, también puede ser combatida con pequeños actos de humanidad. Ya sea a través de un banco compartido, una llamada telefónica, o la invitación a un taller de costura, lo importante es que la comunidad se detenga y mire a sus mayores.
El futuro de los mayores no debería estar marcado por la soledad, sino por la comunidad que se construye día a día, gesto tras gesto. Al final, lo que se necesita es un lugar donde sentir que uno aún tiene algo que ofrecer, algo que decir, y que no está solo, porque la verdadera compañía no necesita ser perfecta, solo humana. Como dice Dolores, “si alguien se parara a mirar, se daría cuenta de que todavía tenemos mucho que contar”. Y en ese contar se encuentra la clave para llenar los silencios.
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