El rugido nocturno de Myke Towers llena de vida el escenario de Concert Music Festival
El artista puertorriqueño se corona como un auténtico maestro del rap y el reguetón, y hace que el público experimente un éxtasis musical inolvidable
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En la penumbra vibrante de Concert Music Festival, el ambiente estaba cargado de entusiasmo y expectación. Desde las primeras horas de la tarde, los seguidores se agolpaban en las inmediaciones, creando un murmullo creciente mientras aguardaban la aparición de una de las grandes figuras del rap y reguetón contemporáneo. La multitud reunida, con las manos en alto y el corazón palpitante, recibió al puertorriqueño Myke Towers, que llegaba al festival para presentar su nuevo disco Vive La Tuya... No La Mía.
El escenario, envuelto en un halo de luces hipnóticas, parecía inclinarse con reverencia anticipada ante el artista. Las luces danzantes, el humo que se deslizaba en espirales y un sonido envolvente reverberaban hasta el último rincón del recinto, estimulando los sentidos de los presentes. Desde el instante en que Myke Towers subió al escenario, su magnetismo colmó el ambiente, infundiendo una energía que casi chispeaba en el aire.
El espectáculo comenzó con una introducción imponente cuando Myke Towers irrumpió en escena con su aclamada canción Trending. En ese preciso momento, la multitud se entregó por completo al artista, entonando al unísono como si cada uno de ellos formara parte de una única voz poderosa. Entre luces estroboscópicas, la música fluía como un río envolvente. Canciones como La Playa, Girl o La curiosidad resonaron con una intensidad emocional que conectaba al público en un trance colectivo.
Sin embargo, cuando sonaron las primeras notas de Lala, el escenario se transformó en un mar de gritos y manos alzadas. Esa canción tiene algo especial, con su ritmo hipnótico y letras pegajosas, adquirió una nueva dimensión en vivo. Ver a Myke Towers interpretarla fue otra cosa; su entrega, su conexión con el público, era como si estuviera narrando nuestras propias historias de amor y deseo. Miles de corazones latían al mismo tiempo, y el artista, sin necesidad de cantar, dejó que sus seguidores llevaran la voz principal durante toda la canción.
A lo largo del concierto, el reguetonero demostró por qué es una de las figuras más destacadas de la música urbana actual. Cada tema interpretado se transformaba en una montaña rusa de emociones: hubo euforia, hubo pasión, hubo un vínculo palpable entre el público y el artista puertorriqueño. En un momento destacado, Myke solicitó al público que encendiera las linternas de sus móviles, creando un mar de luces y destellos durante canciones como Diosa. Este espectáculo luminoso, combinado con su potente actuación, hizo que todos saltaran y gritaran hasta quedarse sin voz, reflejando la capacidad innata de Myke para cautivar a la audiencia con su presencia escénica.
Entre canción y canción, también ofreció momentos íntimos con sus seguidores, logrando una conexión extraordinaria. Al sonar Si la calle llama, Myke cantó a dúo con un joven fan, creando un momento único en el festival, algo que solo se experimenta en estos eventos de gran magnitud. Pero no se detuvo ahí: el punto culminante llegó cuando invitó a una niña al escenario para interpretar Playa del Inglés. Sorpresivamente emocionado, Myke pidió un fuerte aplauso para ella, quien, entre ilusión y euforia, se tomó una foto con el artista, sellando un momento inolvidable tanto para la niña como para el público presente.
Visualmente, el concierto fue una maravilla. Las luces bailaban al ritmo de la música, creando un espectáculo visual tan impresionante como el auditivo. La escenografía, con pantallas gigantes y efectos especiales, mantenía a los asistentes en un estado de asombro constante. Parecía que cada canción tenía su propio universo visual, diseñado para intensificar la experiencia emocional que transmitía.
Todos estábamos tan sincronizados, cantando a todo pulmón, que por un momento se sentía que éramos una sola voz. Myke, con una sonrisa de satisfacción y gratitud, absorbía esa energía y la devolvía en forma de pura pasión y talento. Era un intercambio recíproco, un diálogo entre él y nosotros que trascendía el mero espectáculo.
Al finalizar el concierto, las luces se apagaron y una ovación ensordecedora resonó durante varios minutos. "¡Gracias, Cádiz, de corazón!", declaró Myke Towers, quien, en lugar de despedirse, decidió regalar al público tres temas adicionales, respondiendo al entusiasmo con una energía arrolladora. "¡Ah, que estáis ready para otra!", exclamó con entusiasmo, mientras las primeras notas de Bandido inundaban el recinto.
Tras casi una hora de espectáculo, el puertorriqueño se despidió con la mano en el corazón, agradeciendo a un público que se mantuvo incondicional en todo momento. La audiencia no quería que la magia terminara, pero como se suele decir, "todo lo bueno acaba para volver a empezar".
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