Luis Miguel, amar de sol a Sol
El cantante mexicano se cubrió de gloria en su debut en la provincia de Cádiz, la tierra que lo vio crecer
Estribillos pop, boleros y mariachis conformaron un completo repertorio que hizo vibrar al público asistente
La huella gaditana del 'Sol de México'
Las estrellas que brillan en el verano gaditano
Curioso fenómeno astronómico el que acaeció en la tarde-noche de este miércoles en el poblado marinero de Sancti Petri. Fue de digno estudio para especialistas y curiosos de la bóveda celeste. Se preveía una puesta de sol estival a las 21:38 horas y casi no le dio tiempo al astro rey a irse a dormir cuando su alter ego le pilló la vez en el recinto de Concert Music Festival. Si la ardiente esfera se aleja, Luis Miguel la acerca de nuevo sobre la Tierra, para ser precisos a las 21:46 horas, y no la deja marchar; así evita que el calor amaine y el fulgor languidezca.
Al saltar el artista al escenario como un auténtico torbellino, de negros traje y corbata, el amor se alargó de sol a Sol, el Sol de México -así se le conoce desde tiempos pretéritos- y por esa ocasión, también de Cádiz. Un público apasionado hasta las trancas ante la presencia del ídolo latino asistió a una luminosa velada que empezó a desarrollarse justo cuando ya no quedaban arreboles que teñir de oscuro ni crepúsculos que sortear.
Iluminó con su eterna sonrisa el intérprete mexicano cada rincón de ese rincón de Chiclana con un ramillete de éxitos que viajaron entre los grandes estribillos pop, los insoslayables Romances que tantas alegrías le han dado -el bolero, los clásicos que jamás mueren- y, en la última parada del recital, el sempiterno homenaje a México, al son del mariachi.
Acompañado de 14 personas sobre el escenario -percusión, vientos, guitarras, teclados y coros- y un incesante dron que ofreció una amplia perspectiva de todo lo que ocurría en el hábitat sonoro creado por el divo musical, Luis Miguel se mostró a sus 54 años y en el debut ante la audiencia de la tierra que lo vio crecer, con micrófono en ristre y el centro gravitacional de su ímpetu radicado en la cadera -la manera en que embestía el aire desató delirios colectivos-, como una inusitada fuerza de la naturaleza capaz de arrasar con cualquier repertorio que se le pusiera por delante.
Así, no pararon de sucederse temas conocidísimos, sin respiro entre proyecciones de una voz que, a pesar del paso del tiempo, sigue conservando eco de afinado instrumento. En la luminosa jornada de 48 horas sin tregua nocturna creada por Luis Miguel ex profeso para su insaciable público, arrancó con la siempre disfrutable Será que no me amas, como cuestionándose apenas por un momento el cariño de esos fanáticos que fueron a verle en acción tras largos años de ausencia. La extasiada respuesta de sus seguidores le dio la temperatura exacta del éxito que aún estaba por consumarse.
Se estructuró el cancionero durante hora y media aproximadamente en varios popurrís con melodías de diversas épocas engarzadas con la maestría de la que solo un artesano de la creatividad puede presumir. Amor, amor, amor, Suave, Culpable o no, Te necesito, Hasta que me olvides -emocionante interpretación- y Dame ocuparon la primera parte del espectáculo justo antes de desembocar en el terreno del bolero. Por debajo de la mesa, No sé tú, Como yo te amé, Solamente una vez, Somos novios y Nosotros cubrieron aquella noche de brillo incandescente de un manto de delicioso clasicismo, con un Luis Miguel espléndido en su ejecución, que masticaba las estrofas y se emocionaba hasta la extenuación como quien dice "te quiero" por vez primera.
Y no es una manera poética de hablar. El artista albergaba en su corazón una cuenta musical que saldar con Cádiz, la provincia donde pasó largas temporadas de niño, la de su familia paterna y que ocupa capítulos intermitentes en su turbulenta biografía. En su estreno por estos lares, muchos de los asistentes se preguntaban si el Sol de México colaría entre canción y canción una mención, siquiera un atisbo de parlamento que iluminara su pasado gaditano, el recuerdo de aquellos que lo conocieron bañado por el océano en la gaditana playa de La Caleta, jugando en las casapuertas de la ciudad más vieja de Occidente o vestidito de comunión en San Fernando no como Luis Miguel, sino como el pequeño Micky. No se permitió la estrella salirse del guion establecido en ningún instante ni rompió ese pacto de silencio sobre su pasado. Se quedó de esta forma el público con las ganas de que el cantante redimiera la memoria cubriendo de nostalgia su periplo por Cádiz.
Remembranzas, por otro lado, que sí guardó Luis Miguel para dos grandes de la música, en sendos duetos con Michael Jackson (Sonríe) y Frank Sinatra (Come fly with me) previamente a encarar el segundo tramo del concierto, en el que sonaron Un hombre busca una mujer, Oro de ley, Fría como el viento y Tengo todo excepto a ti antes de armarla de todas todas con una fiesta al más puro estilo mexicano.
Aires de la otra orilla embriagaron pues los albores de la madrugada con La fiesta del mariachi, La bikina y La media vuelta. Suelto ya, sin corbata y chaqueta y con el disfrute enconado en cada poro de su piel, un entregadísimo Luis Miguel metió el esprint final y le espetó a Cádiz eso de No me puedes dejar así. Porque se trataba de amar y ser correspondido sin descanso y en eso el mexicano es un crack, el cantante rescató del baúl de los recuerdos títulos como Palabra de honor o La incondicional para que el cariño no menguara un segundo. Con Te propongo este noche, Luis Miguel le echó pelotas a la puesta en escena y grandes esferas con sus iniciales cayeron sobre el público que disfrutó de lo lindo el divertido juego mientras el artista tomaba fuerzas antes de finalizar al ritmo de Ahora te puedes marchar, La chica del bikini azul, Isabel y Cuando calienta el sol, epílogo de una cita indudablemente cálida en la que ese Sol de México puso patas arriba las leyes que rigen el cosmos y se cubrió de gloria gaditana.
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