Llueven bofetones. Por Yolanda Vallejo

Opinión

Hay días que me siento muy Chris Rock, no me lo tenga en cuenta. Y eso que todavía no me han dado un guantazo -ni físico ni metafísico-, ni me he dejado llevar por el lado más negro de mi humor, al menos en público; pero hay días en los que el presentador de la gala de los Oscar, el abofeteado más famoso del cine, muy por encima de Gilda, me representa. Dice que aún está procesando la bofetada y que, de momento, no tiene mucho que decir al respecto. Así estoy yo, procesando lo que veo y leo, y

sin poder decir mucho al respecto, no por prudencia sino por pura perplejidad. «Estos son malos tiempos -decía Cicerón-, los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros», grábeselo a fuego por lo que pueda pasar y reconozca conmigo que el sabio griego llevaba toda la razón, y no solo en lo de los malos tiempos.

Que todo el mundo escribe libros es algo que ya hemos normalizado con el signo de nuestra contemporaneidad. Basta mirar los datos del informe anual de la Federación de Gremios de Editores de España para comprobar de qué le hablo. Son muchos son los que escriben pero muy pocos los que leen, para qué vamos a andarnos con tonterías; no crea que le voy a dar ahora una arenga sobre la importancia de la lectura como herramienta de empoderamiento social ni eso. Simplemente le diré que si la gente leyese algo más que titulares en Twitter, ya nos habríamos tirado a la calle a hacer barricadas. Verá, leo con absoluto espanto que Correos Cargo -la línea de transporte aéreo de paquetería de Correos- ha bautizado su primer avión de mercancías con el nombre de 'Milana Bonita' en homenaje a Paco Rabal. Imagino que sería mucho pedir que las mentes privilegiadas del bautizo hubiesen leído a Delibes, aunque aún me sobrecoge más que utilicen el nombre del grajo de Azarías como reclamo. Les habrá sonado bonito, imagino, o les habrá parecido una genialidad, pero lo cierto es que una descontexualización a destiempo no es siempre una victoria. A la Milana se la cargó el señorito Iván por despecho y por desprecio, y al señorito Iván se lo despachó el Azarías por venganza y por conciencia y si alguien se hubiese molestado en leer 'Los Santos Inocentes' quizá no andaríamos usando el nombre de la Milana en vano.

Y es que, descontexualizados, se vive mejor. Leo también, con asombro, como Gonzalo Santonja, el que fuese amigo y valedor de Alberti en su retorno, antifranquista y militante del partido comunista en sus años mozos, va a ser el nuevo consejero de Cultura de Castilla y León, a propuesta de Vox. Entiendo -y hasta comprendo- que todo el mundo tiene que pagar la luz y el agua a fin de mes, incluso puedo entender que alimentar el ego sea muy caro y que haya que echar horas extra para mantenerlo, pero me cuesta mucho digerir que la prensa le lave el pasado diciendo que «tendrá que taparse la nariz cuando asuma la consejería». En fin, la nariz, los ojos y, si me apuran, la boca. Boca prestada, claro está; pero como decía el clásico, «cosas veredes». La descontexualización, es lo que tiene.

Quien lanzó el bulo el pasado miércoles de que la Filosofía desaparecía de los itinerarios curriculares de Secundaria y Bachillerato, se llevó miles de clics en las redes sociales y le hizo la tarea a Abascal y a Ayuso. A ninguno le dio por leerse el texto aprobado por el Consejo de Ministros y se quedaron todos en el titular. «El Gobierno da luz verde a la desaparición de la Filosofía», que ninguneaba el acuerdo ministerial y que, por supuesto, invocaba al filósofo que todos llevamos dentro, enredado en profundidades metafísicas durante toda la tarde, ahora que 'Sálvame' está dando las boqueadas. Todo sacado de contexto, como el anuncio del Boletín Oficial del Estado -ahí lo entiendo, una cosa es leer, y otra es ser un vicioso y leer el BOE- en el que se otorga poder a los supermercados para limitar la cantidad de productos que puede comprar cada cliente «cuando haya riesgo de desabastecimiento», y entrecomillo porque no hay nada peor que sembrar la semilla del miedo para recoger la cosecha del pánico y, de paso, que el 10% de inflación y la brutal subida de precios parezcan cosas de niños.

Sin contexto nada tiene sentido. Ni que Teófila Martínez vaya a presidir el congreso de la renovación del PP, ni que las mascarillas vayan a dejar de ser obligatorias en interiores justo cuando empieza la Semana Santa, ni que la apuesta de los conciertos del Carnaval sea Tanxugueiras y Coque Malla, ni que el presidente del Cádiz CF. haga un brindis al sol diciendo que va a comprar el Estadio como quien va a comprar pipas. Nos quedamos siempre en la superficie, en la cáscara, en el afrecho. Y es que leemos tan poco, que ya no hace falta quemar libros, sino meterle un cerillo a las redes sociales para que todo salte por los aires.

Hay días que me siento muy Chris Rock, porque sé que llueven bofetones y no sé por dónde me van a venir, y tampoco tengo muy claro que sirva para algo aquello de poner la otra mejilla. Mejor me pongo a leer un rato, a ver si me aclaro.

05 de abril 2022 - 00:00

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