Un funcionario de uniforme no deja de ser un empleado público al que el Estado le ha dado autoridad y medios para su trabajo, sea guardia civil, policía, marino, infante de marina, del Ejército de Tierra o de donde sea. Por lo tanto nos representa a todos. No comprendo muy bien que empleados públicos de uniforme participen en ceremonias religiosas que al fin y a la postre están destinadas a una parte de la población. Sobre todo en un Estado que la Constitución reconoce como aconfesional. Es un residuo de otra época que debería eliminarse.
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