La trilogía poética de Enrique Montiel

Por Blanca Flores

Enrique Montiel (San Fernando, 1951) es el más joven de la generación de Alfonso Grosso, Luis Berenguer, Caballero Bonald... Poeta, novelista y biógrafo de Camarón de la Isla ha escrito gran cantidad de libros narrativos como Mal de piedra, Calle Comedias, con el que el autor fue premiado con el Nacional de Narrativa de la Asociación de Libreros de Cádiz; Todo el oro del mundo y otros relatos o El tamaño del corazón. Aunque confiese que llegado el tiempo de madurez se puso a escribir poesía porque es la literatura en estado más puro y que le permite contar lo inefable, nos consta que desde niño para una niña en una postal ya escribió cuatro versos y que en realidad ha escrito poesía siempre sin publicarla.

Si bien es cierto que, hace algunos años, cuando le diagnosticaron un cáncer fue cuando gestó el primero de los poemarios que componen su trilogía. El temblor de los pájaros que surgió cómo el pájaro que nunca está en estado de serenidad y esa imagen era la imagen de la vida que según el autor, le quedaba por delante. Después escribió La carta del cielo inspirándose en las fotos del cielo que se hacen en el Observatorio de la Armada de San Fernando. El tercero, Próxima estación, parte de la idea de que la próxima estación puede ser la última.

'El temblor de los pájaros y otros poemas', Takara editorial, 2017

En El temblor de los pájaros se percibe que Enrique Montiel mantiene su pulso poético cerca de grandes autores como Juan Mena, Rafael Alberti, César Vallejo, Rubén Darío o Borges, a los que anteriormente había dedicado numerosos estudios y antologías. Y la necesidad le llevó por los senderos líricos. "Hay cosas que quería decir y que no sabía decirlas si no era con la poesía. Hay cosas que se ponen en verso o no se ponen. El género tira del contenido", afirmaba Montiel.

El temblor de los pájaros, fue publicado en 2017 en un volumen de 129 páginas conteniendo los 35 poemas del temblor más otros 19 intimistas y en verso libre, precedidos de un prólogo del propio autor. Montiel reconoce que tiene que agradecerle a su amigo Manuel Amaya Zulueta su afán para que salieran adelante.

Montiel, reconocía en una entrevista para la prensa que el ejercicio de la poética había representado el mecanismo liberador, una suerte de "ganzúa o llave" que le permitió abrir todo lo que llevaba dentro: "sufrimientos y dolores, tristezas y penas, alegrías y cosas bellas y recuerdos a los que uno se aferra en momentos complicados". Eso es El temblor de los pájaros, una metáfora que insiste en la fragilidad de los seres humanos. "Todos somos criaturas frágiles y vulnerables como los pájaros que, por un instante, se quedan colgados en el aire sin aletear". Poemas "humanos", que hablan también de Dios, del misterio de la vida, del amor, de los recuerdos... El poemario, en gran medida, es un ejercicio intelectual de autorreflexión que Montiel traduce al lenguaje más elevado y sencillo a la par, el de la poesía, para mostrar sus miedos, inquietudes, anhelos, emociones… Un poemario intimista y cargado de emociones que se publicó en Takara por Rosario Troncoso y Carmen Sotillo ofreciéndonos esta otra versión de Enrique Montiel tan distinta a la que el autor nos tenía acostumbrados.

'La carta del cielo', El gallo de oro, marzo 2019

El segundo volumen de su trilogía tiene mucho que ver con su ciudad, San Fernando. Al escritor Enrique Montiel le inspiró el cielo, la imagen fotográfica del Observatorio de la Armada para su segundo libro de poemas, La carta del cielo. La institución tenía un encargo internacional para que junto con otros observatorios se estudiara un fragmento del cielo, lo que se conoce como carta celeste. Con esa carta celeste, el procedimiento que tenían era impresionar una placa o cristal fotográfico con la que cada cierto tiempo hacían una foto del cielo. En la carta se reflejaban la latitud, longitud de las estrellas y otros datos. Los sabios del Observatorio de la Armada hacían un estudio con esa información sobre los movimientos de las estrellas.

A raíz de ese descubrimiento, Montiel empezó a elaborar una serie de pensamientos sobre el paralelismo entre los cambios que hay en el cielo y los que se producen en la tierra. Según el autor, “El hombre no mira a las estrellas, mira al suelo. He hecho una serie de poemas en los que miro al horizonte, al interior de la tierra y al exterior. Es un libro con poemas explicativos, filosóficos, de pensamiento, siempre dentro de un caudal lírico, claro”.

Y en una edición preciosísima de 2019, nos regaló en 114 páginas un conjunto de 50 poemas precedidos de citas de variada procedencia, delimitando una voz poética más intencionada en el tono y en la forma con respecto a su poemario precedente. La luz, los desheredados, las noches oscuras deambulan por sus renglones mezclándose con la esperanza y el saber de las calles que el viento repite por las esquinas.

“Porque no miramos el cielo/miramos lo que va llegando delante de nuestros pasos/…

Al suelo, miramos al suelo/ como un castigo”

Se ratifica el autor en la licencia de no usar signos de puntuación, así, los poemas se trasladan al lector en una estructura abierta dando la sensación de inacabados como la vida misma. La vida que sigue. Los poemas se suceden marcados por el sentido y la sintaxis por otra yuxtaposición como la vida misma ofreciendo clarividencias y misterios muy interesantes.

'Próxima estación', El gallo de oro, agosto de 2020.

En agosto de 2020 y en la misma editorial que La carta del cielo publica Enrique Montiel la tercera entrega de su trilogía, Próxima Estación. Otra cuidadísima publicación, tal y como acostumbra la editorial El gallo de oro. En esta ocasión son 59 poemas repartidos a lo largo de 129 páginas cargados de ecos de Quiñones, Bach, Sabina, Amaral y del flamenco.

La música como lenguaje no verbal se convierte en el pilar e hilo conductor de este poemario. El autor consolida sus temas y tono, estructuras y estilo en los textos de Próxima Estación. El verso libre, la ausencia de puntuación, la metáfora, los pensamientos, las experiencias de vida, el intimismo, sus hijas, la figura del padre, de la madre… En este libro encontramos un poeta que escribe al amor, la muerte, la ausencia, y otro que lo hace a la almadraba, al Alarde, a la Rapa das Bestias...

En conclusión, y tras la lectura de los poemas de Enrique Montiel podemos encontrarnos con un hombre que disfruta y un hombre que sufre, que nos pone en las manos sus descubrimientos y sus sentimientos, sus vivencias, recuerdos y sentencias. Poemas que llegan en plenitud, cargados de sinceridad. La poesía de Montiel es densa sin ser rebuscada como la poesía auténtica, la que llega con versos despojados de inútiles artificios, versos bien construidos de ésos que llegan al alma. Los ecos de las obras de Julio Mariscal, Mena, Alberti, Vallejo, Rubén Darío o Borges se actualizan en esta digna trilogía de Enrique Montiel. Una trilogía cargada de humanismo, música y color que te llevan a evocar los cuadros de Klimt, el beso, la maternidad, el abrazo, la muerte y la vida como un posible paralelismo para los creadores imaginativos.

“Ay de los tiempos en los que no se escribía de amor/ eran los silencios y los suspiros….

Pero la distancia apretaba el dogal sin piedad ninguna/ y era necesario el recado de papel y pluma/ el tintero/ y sentarse en la paz de la tarde final/ cuando anochece/ para usar obligatoriamente/ el caduco arsenal de palabras gastadas/ y fementidas”

Que no le quepa duda a Montiel que esperamos la coda.

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