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Historias en salsa
El sitio es de los que encanta desde el primer momento. Situado en una calle empinada del centro de Jimena, se entra a través de un portalón de madera y a partir de ahí es como un laberinto, como un zoco árabe por el que se van repartiendo pequeños comedores. En uno te puedes encontrar una chimenea, en otro vistas a un jardín y hasta una colección de pequeñas miniaturas de trenes guardadas con mimo en unas alacenas de madera.
Una casa de 300 años, muebles antiguos, techos de vigas vistas, manteles de hilo, un ambiente perfecto para una cena a dos y como final de fiesta, en la primera planta una terraza llena de plantas y con vistas a Jimena. Así es El Anón, uno de los restaurantes más singulares de la provincia de Cádiz, un establecimiento que cumplirá el próximo mes de diciembre 40 años.
Todo surgió en torno a un chirimoyo. El árbol sigue presidiendo uno de los patios del establecimiento que combina su condición de restaurante con el de un hostal, más bien una especie de hotel rural con encanto, con una docena de habitaciones.
Lo de El Anón viene de ahí. Es el nombre científico del chirimoyo, el árbol donde crece esta fruta tropical. El restauarante creció en torno a uno de ellos, a un árbol de grandes dimensiones que ocupa el solito, uno de los patios interiores del establecimiento. El sitio lo puso en marcha Garth Odell, un ciudadano inglés que ha dejado toda su personalidad en el sitio: Viajero, amante de las antiguedades, coleccionista…así fue construyendo un laberinto lleno de detalles a lo largo de las sucesivas ampliaciones del establecimiento.
La cosa comenzó con una barra y un patio adjunto. Ofrecían copas y buena música. A los 3 años llega al establecimiento un joven jimenato, Gabriel Delgado. Entra como camarero con tan sólo 17 años, pero pronto se convierte en clave para el negocio. Tras hacer la mili, en 1985, ya Garth Odell le encarga la gerencia del establecimiento y hasta hoy. Ahora Gabriel comparte el trabajo con su hija Isabel, que lleva ya también doce años en la casa y se ocupa de las labores de comercialización.
Gabriel señala que “la personalidad del local se la dio Garth y Suzana, su esposa, que es actualmente la propietaria ya que Garth murió. El se ocupó de la decoración y de hacer las sucesivas ampliaciones que ha tenido el establecimiento que ocupa un total de 5 casas de el pueblo”.
El sitio guarda muchos tesoros, desde una colección de miniaturas de máquinas de estas que se ven cuando se construyen carreteras hasta otra de botellas de güisqui. En la parte más alta, casi escondida una piscina y para desayunar una terraza llena de vegetación y donde te ponen un pan elaborado por ellos mismos y cuidadosamente tostado.
Si el sitio tiene personalidad, la cocina no se queda atrás. Ellos mismos elaboran el pan, una mezcla entre pan cateto y pan inglés. Para desayunar lo sirven tostado y luego es el aliado perfecto de una de las estrellas de la casa, un paté de higaditos de pollo que tienen prácticamente desde que comenzaron a funcionar.
La carta del establecimiento es prácticamente una lista de clásicos. Sólo la cambian dos veces al año, una para el verano y otra para el invierno, pero prácticamente cada año se incorporan los mismos platos porque gustan y forman parte del “argumento” del Anón. Aunque Delgado se quita protagonismo y habla de las aportaciones realizadas por los cocineros y cocineras que han pasado por el local, además de la contribución realizada por los dueños, lo real es que el también es uno de los artifíces. Le gusta bichear por la red, mirar libros y ver vídeos para buscar alguna innovación.
Los platos tienen el toque inglés de los propietarios. El pan, por ejemplo, que acompaña al paté viene con mantequilla, sirven también un pastel de carne inglés, con un guiso de carne que se cubre de puré de patatas y que luego se gratina. La pluma ibérica se sirve con una salsa de arándanos. Pero también hay continuos toques de cocina oriental como un satay de pollo, unas brochetas cubiertas con una salsa muy especiada y acompañadas de arroz o unos filetes de pescado con coco y curry.
El viaje por el mundo es continuo. Unas alubias con verdura típicas de Méjico, una versión de la mousaka griega que también se ha convertido en una de las estrellas de la casa y que como particularidad está rellena de carne de cordero o un falafel árabe, unas albóndigas de garbanzo. Todos los platos llevan una línea de explicación debajo. De Europa está la quiché o los crepes.
El establecimiento tampoco olvida el sitio donde está. Hay platos con setas, como un conejo que se acompaña con ellas, un revuelto o un venado acompañado con un variado setero.
En los postres también llama la atención una original versión de la tarta de queso que se presenta en un cuenco de barro, o un flan que hacen con chirimoyas. Se come a base de platos. No hay tapas y el precio por persona gira en torno a los 15 o 20 euros.
Aquí un informe tapatológico de su plato más famoso, el paté.
Horarios, localización, teléfono y más datos de El Anón, aquí.
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