La flor cortada de la Costa Noroeste reclama el sitio que le pertenece
Reportaje
La floricultura reivindica una competencia ética y leal ante la decadencia progresiva de un sector pionero y primordial para la economía de la zona
"Cada vez hay más mayoristas que encuentran su agosto en flores importadas de Kenia, Ecuador o Israel", explica Juan Pérez, presidente en funciones de la Asociación de Agricultores de la Costa Noroeste
Con la llegada de la primavera a la vuelta de la esquina, las Semana Santa y las fiestas de abril, el sector de la flor cortada brota haciéndose visible un trabajo, que desde la producción, no para ni uno de los 365, uno más en este 2024, días del año. "Temporada alta", lo denominan los floreros, que ponen de inicio el Día de los Enamorados, el 14 de febrero, y que finaliza con el aluvión de bodas, bautizos y comuniones de la época estival. La característica perecedera de este producto provoca que la flor que veremos en las semanas santas y ferias de España se lleve trabajando en el campo desde los meses de octubre y noviembre.
Ese ramo de flores que te venden en la floristería de confianza hasta los exornos florales del palio de tu hermandad tienen un mismo origen, o al menos con alta probabilidad, y son los pequeños cultivos de cientos de agricultores que en la Costa Noroeste llevan décadas en la cabeza de este sector a nivel local, nacional e incluso internacional. Desde la Asociación de Agricultores de la Costa Noroeste estiman en un 90% su producción en la provincia de Cádiz.
Esta mencionada asociación, presidida en funciones por Juan Pérez San José, reclama su sitio natural, el que siempre han tenido y nunca debieron salir. "Somos explotaciones pequeñas y familiares que creamos puestos de empleo", reivindica el presidente. La Costa Noroeste sufre como propios los problemas que se están encontrando los agricultores pues es un pilar fundamental para localidades como la de Chipiona. "Fijamos población", resalta.
La primera encrucijada se hace notar en los precios tan distantes desde la producción a la venta al consumidor. Francisco, dueño de la floristería Las Dalias en el centro de Sanlúcar de Barrameda, acusa a que las subidas de precios vienen motivadas "desde la pandemia". Pese a ello, argumenta que siempre depende de "la demanda, la temporada y el clima". "En invierno los precios suben porque la flor tarda más en abrir", concisa desde una tienda que exporta sus flores a países como Bélgica o Francia.
En los campos, "los precios son los mismos desde hace 30 años", informa Juan Pérez, "mientras que los costes de producción han subido casi al 200%". Desde la Asociación se aboga por regular y revisar la cadena de distribución para que "para que a los consumidores no les cueste un disparate un ramo de flores".
Sin embargo, este es el menor de los problemas para los productores. De hecho, el sector de la flor cortada está en pie de guerra al igual que ganaderos y agricultores de toda España y Europa. "La incoherencia en las políticas de España y la Unión Europea nos perjudica", protesta Pérez San José. La mínima rentabilidad o el escaso relevo generacional está maltratando a un sector que sólo pide que sus explotaciones sean rentables. Protestas que se hacen desde "la ilusión y el ánimo de trabajar porque no hay nada más bonito que ponerle color a los hogares de toda España y parte de Europa".
Para ejemplificar el panorama que asola al campo en general, y a la flor cortada en particular, la producción de clavel ha desaparecido prácticamente en una Costa Noroeste en la que se contabilizaron más de 1.300.000 tallos diarios hace décadas. La respuesta a esta decadencia está en Kenia, Israel, Ecuador o Colombia, países en los que producen a un coste irrisorio debido a las múltiples diferencias en impuestos, fiscales, laborales o medioambientales. "Es una competencia desleal", apunta el presidente de la asociación, refrendando que "sólo en el aeropuerto de Madrid se mueven más flores de las que producimos en la Costa Noroeste".
En los cultivos españoles, los agricultores se encuentran con auténticos rompecabezas para aunar rentabilidad con los parámetros ecológicos que se le exigen desde la Unión Europa. Juan Pérez, por ejemplo, emplea la rotación de cultivos plantando hortalizas donde antes tenía flores como medida de desinfección del terreno. "Luego vemos que vienen flores de Ecuador, Venezuela, Argentina o Colombia que utilizan químicos que aquí llevan 20 o 30 años restringidos", denuncia, apuntando que los agricultores están dispuestos a trabajar y cumplir esos parámetros ecológicos.
En otro orden de cosas, el que siempre ha sido, y seguirá siendo, el mayor aliado y causante de que el sur de España sea tierra de cultivos y abastecedora del resto del país y el continente, también provoca en algunas ocasiones desgracias y temporadas horrorosas. Es el juego del clima, una variable imprevisible para los agricultores y sus cosechas. Estos últimos meses, precisamente, han sido catastróficos, como así declararon las provincias de Sevilla y Cádiz tras la borrasca Bernard del pasado mes de octubre. "Cayeron muchos invernaderos", explica Juan Pérez, que asume que estos vaivenes climatológicas van con el sueldo.
"Como agua de mayo" esperan las prometidas y no ejecutadas ayudas de las administraciones. Aclara, eso sí, que con la el Gobierno central y la Junta de Andalucía "vamos de la mano". "Nos escuchan y atienden, sabemos que la burocracia es lenta", asume. Agua de mayo, de abril o de marzo, pero la necesitan para respirar y sacar adelante su trabajo. De hecho, es mayor la preocupación por la sequía que por las borrascas. El presidente de la Asociación de Agricultores de la Costa Noroeste alaba la eficiencia de sus instalaciones para utilizar la menor cantidad de agua posible y piden a la ciudadanía, a la que están totalmente agradecidos por el apoyo que le muestran a raíz de las manifestaciones del sector, "que ahorren todo lo que se pueda".
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