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Numerosos sevillanos bajan a Sanlúcar y Chipiona en el primer fin de semana del restablecimiento de la movilidad entre provincias.
Sanlúcar/“Ya no se puede aparcar. El centro está petao”. Una sanluqueña desesperada nos habla desde su coche. Queremos preguntarle por la pandemia, la afluencia de visitantes y la hostelería, pero se disculpa antes de seguir su camino en busca de lo imposible. Parece que el verano sevillano ha empezado en Sanlúcar.
Con el primer fin de semana del restablecimiento de la movilidad entre provincias arranca en los municipios de la Costa Noroeste una realidad muy distinta a la que hasta ahora ha venido marcando la crisis sanitaria. El viento fresco que sopla en esta zona del litoral gaditano se queda en una anécdota sin apenas importancia. En las playas de Sanlúcar, Rota y Chipiona hay poquita gente, pero los sevillanos que son hijos adoptivos de estos pueblos están en la calle tapeando, paseando, tomando el aire… con mascarillas, por supuesto.
En Sanlúcar, dejamos una abarrotada Plaza del Cabildo, con los bares hasta la bandera, y en el emblemático paseo de La Calzada, ése que mira al río Guadalquivir y Doñana, hablamos con José Ignacio, de Sevilla capital. Va con su pareja y unos amigos. Tiene una vivienda en Rota que, antes del Covid, frecuentaba dos veces al mes. El cierre perimetral de las provincias le ha tenido alejado de su segunda residencia casi cuatro meses. Va a celebrar su regreso comiendo en Sanlúcar. Señala a Bajo de Guía. Casi nada.
En el Paseo Marítimo conversamos con otra sevillana que, casualmente, también se dirige con unas amigas al famoso enclave gastronómico de la ciudad de la manzanilla y los langostinos. Tiene una casa familiar en la zona de La Calzada desde hace 20 años. Nos comenta que, claro, no ha podido visitar Sanlúcar desde el mes de enero, como tantos y tantos sevillanos. Admite que esperaba que hubiera más visitantes, una sensación que nos traslada otros paisanos suyos en Sanlúcar y Chipiona. La agenda motera del Gran Premio de Jerez también se está dejando notar lo justo en estas localidades.
En la localidad del moscatel la playa está un poquito más animada. Aunque el tiempo tampoco acompaña del todo en este municipio, hay más visitantes irreductibles que estaban deseosos de acariciar la arena con sus pies. Lo de bañarse es otra cosa. Además, la marea está baja.
Patricia y Alejandro. Luz y Pedro. Dos parejas jóvenes de Camas con hijos que no pisaban tierras chipioneras desde el mes de octubre. Tienen viviendas en Chipiona y no han querido desaprovechar el primer fin de semana de la ansiada movilidad.
No muy lejos de allí, en su “playa de siempre”, un matrimonio de pensionistas sevillanos nos cuenta su historia pandémico-chipionera. A Jesús y Carmen el confinamiento duro y las primeras olas les pillaron en Chipiona. Hasta enero no volvieron a Sevilla. Y lo hicieron porque su hija estaba a punto de dar a luz. Este acontecimiento familiar les distanció del municipio gaditano, muy a su pesar, porque dicen que prefieren Chipiona a Sevilla, y ahora han regresado a su paraíso particular. Bueno, Jesús tiene que volver a la capital hispalense para la segunda dosis de la vacuna.
José Manuel, el primer hostelero al que preguntamos, nos informa que tiene todas las mesas del chiringuito reservadas. De tener tres o cuatro mesas solicitadas un fin de semana cualquiera a colgar el cartel de completo. Con eso está casi todo dicho.
En otro negocio a pie de playa, los clientes empezaron a reservar mesas en cuanto tuvieron conocimiento de la apertura interprovincial. Tamara, que es chipionera pero vive en Dos Hermanas, se muestra optimista. Al sector hostelero no le queda otra que aguantar.
Subimos al Paseo Marítimo. A María le da igual que no sea un día de playa. Se divierte con sus hijos en una pequeña zona de recreo. Pasó la Nochevieja en su vivienda chipionera y desde el 1 de enero no andaba por ahí. Lo que más echaba de menos era disfrutar de la compañía de los numerosos amigos que dice que tiene en el pueblo.
José María, que regenta un bar en el paseo, saluda la nueva situación como un panorama que supone movimiento económico y también “bienestar para la cabeza”. Convencido de que “el sector hostelero es el más perjudicado por la pandemia”, verbaliza su deseo de que “podamos medio salvar este año”, sin olvidar que 2020 fue un ejercicio “perdido”.
Uno de sus clientes es José, que, como todo trebujenero de pura cepa, tiene apodo: El Chino. Lleva dos años emparejado con Paqui, de Córdoba, con la que acaba de recuperar el “contacto físico”. “El 12 de enero se fue y desde entonces sólo hemos podido mantener la relación por videoconferencia. Después de 100 días de cierre perimetral, este viernes disfrutamos de la noche, ya me entiendes lo que quiere decir, en Trebujena, y pasaremos el sábado en Chipiona”, relata.
Este domingo, a las dos y media de la tarde, Paqui se subirá al autobús que la llevará de nuevo a su tierra, cruzará la “frontera” de la provincia y así habrá puesto punto final a este fin de semana tan especial para tantos andaluces que han recuperado eso que oficialmente se llama movilidad y que en Cádiz tiene, sobre todo, acento sevillano.
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