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Cádiz/El de ayer será un día que a buen seguro jamás olvidará Etienne, jugador del Olímpico juvenil que se convirtió en protagonista involuntario de la concentración organizada por su equipo en respulsa a los insultos racistas y xenófobos que ha sufrido en las últimas semanas por el color de su piel.
Pocas veces el Manuel Irigoyen ha registrado una entrada de más de un millar de personas. Pero la ocasión lo merecía. Entidades deportivas y no deportivas, personalidades, representantes de diferentes estamentos, aficionados en general y, por supuesto, sus compañeros y rivales arroparon a Etienne desde que llegó a la instalación para disputar el partido contra el Río San Pedro y se encontró con una marabunta que difícilmente podía haber imaginado, incluyendo a numerosos medios de comunicación y cámaras por doquier.
En los prolegómenos, las muestras de calor cobraron especial relevancia. Imágenes emotivas. Difícil contener las lágrimas. Un chico de 16 años abrumado, como reconocía su madre, que confía en que, tras visualizarse algo que era necesario para combatir esta lagra social, su hijo regrese al anonimato. Y, en efecto, cuando el árbitro pitó el inicio Etienne volvió a ser lo que quiere ser, un chico que juega al fútbol sin más.
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