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Reacción destrozada

Decisivo El Cádiz pierde injustamente por culpa de la mala actuación del árbitro Errores Gardeazábal Gómez deja de señalar un claro penalti sobre Enrique y expulsa de forma muy rigurosa a Miguel

Manu Barreiro salta de manera espectacular sobre Matabuena.
Fernando Díaz / Cádiz

28 de abril 2008 - 05:02

Gardeazábal Gómez destroza al Cádiz. El colegiado vasco frenó ayer en seco al conjunto amarillo en un partido que él decidió con sus decisiones parciales. Dejó de señalar un claro penalti sobre Enrique, pasó de largo en otro derribo a Dani, expulsó de manera rigurosa a Miguel García y machacó a los amarillos señalándole faltas en contra en cualquier zona del campo. Fue una persecución en toda regla que ayudó al Sporting de Gijón a dar un nuevo paso hacia el ascenso. Los asturianos vieron que el colegiado estaba por facilitarles la labor en Carranza y se limitaron a esperar su momento.

El daño de Gardeazábal Gómez es grande porque el Cádiz demostró que el crecimiento exhibido en los dos últimos encuentros tenía ayer continuidad. El equipo de Raúl Procopio no le perdió la cara al choque en ningún momento, ni con diez por su lado ni con 12 el rival. Jugó con enorme seriedad, con las líneas muy juntas y enchufado a la máxima competitividad posible. Con estos ingredientes demostró ser mejor que su rival en el primer tiempo, especialmente en el tramo final con la virtud de hacerse fuerte en la circulación del esférico y en el juego aéreo.

Enfrente, el Sporting apelaba a la clase de Diego Castro y al poder resolutivo del omnipresente Bilic para ofrecer en pequeñas dosis la calidad que se le presupone a un conjunto que se presentó en Carranza en puesto de ascenso. Pero poco más.

El Cádiz se gustaba con una constante presión en la zona ancha y con el empuje de Raúl López y Cristian desde los laterales, lo que motivó que en algunas fases del juego tanto Kosowski como Enrique estuvieran muy adelantados. La recuperación del balón era la adecuada aunque faltaba precisión en la entrega, concretamente en las botas de Miguel García. Pese a este problema, Paz cabeceó picado en el primer acercamiento amarillo, que tuvo continuidad en un envenenado centro de Enrique que salvó Sastre. Eran los mejores momentos de los locales, aunque el sufrimiento por las constantes faltas señaladas en contra empezaba a hacer mella. Más aún cuando placaron a Dani casi al borde del área y en la continuación de la misma jugada derribaron a Enrique. Una falta inicial evidente y un penalti de libro. El pésimo Gardeazábal Gómez, ni una ni otra, se limitó a mirar al asistente de Preferencia como esperando un gesto valiente de éste.

Pero el sueño por sumar la tercera victoria consecutiva no lo esfumaba un trencilla vasco que ayer fue de lo peor que se recuerda en Carranza en mucho tiempo. El polaco Kosowski, quizá aprovechando que su entendimiento con el colegiado iba a ser imposible por la cuestión del idioma, fue a lo suyo para colgar un buen balón que Natalio estuvo a punto de desviar lo suficiente. La que no se desviaba era la ira de la afición cadista hacia el de negro. No era para menos.

Si el primer periodo no había sido suficiente para Gardeazábal, que más bien podía estar pensando en la necesidad de compensar tantos errores en contra de los amarillos, en la reanudación siguió dando rienda suelta a su recital de fallos siempre contra los mismos mandando a la caseta a Miguel García. Entendió como expulsión un derribo muy habitual a pocos metros del círculo central. Ni era último hombre ni se trataba de ocasión manifiesta de gol. Lo hizo, simplemente, porque le dio la gana.

Raúl Procopio ha logrado mentalizar a sus jugadores para creer en sus posibilidades y para ser más equipo que antes, nunca para combatir el robo en materia deportiva de un trío arbitral que está obligado a ser imparcial. En inferioridad numérica y con Enrique lesionado, el técnico tuvo que salvar la papeleta dando entrada a Manu Barreiro para pasar a Natalio a la derecha, y a Dani Fornell para no dejar vendido en el doble pivote a Fleurquin, que ya estaba amonestado.

No cabe duda que costó adaptarse los cambios y jugar con dos canteranos asumiendo funciones de profesional contra uno de los grandes equipos del grupo. Más duro fue asistir al golazo de Diego Castro, lo mejor de los gijoneses junto a un espectacular remate de Bilic. El extremo zurdo superó a Cristian y Natalio con un túnel al mediapunta y desde el vértice del área miró y colocó el esférico en la escuadra que tenía más lejos Contreras. Imparable.

La justicia del fútbol le dio la espalda al Cádiz en el minuto 58, aunque Gardeazábal lo estaba haciendo desde el inicio. El vasco prolongó sus desaciertos al no querer saber nada de un agarrón a Dani cuando el trianero trataba de girarse en el área para lanzar a portería. En otra lucha el Sporting se estrellaba contra Contreras para sentenciar a la contra. Con el orgullo por encima de un pésimo arbitraje, Fornell tuvo en sus botas el empate. Por entonces Procopio ya se había jugado el todo por el todo retirando a un defensa. Su valentía y la del Cádiz fueron maltratadas.

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