Vuelve el insaciable que desconoce el perdón

Schumacher tratará de recuperar su dominio con su particular modo de interpretar las reglas

Jens Marx (Dpa) / Hamburgo

12 de marzo 2010 - 05:02

Cuando se sube a un coche de Fórmula 1 es evidente que Michael Schumacher no conoce el perdón. "Se puede ser amigo de alguien, pero cuando se está en la pista se lucha duro. Es como en el fútbol: se pueden hacer cosas hasta donde diga el árbitro, que es quien interpreta las reglas", reflexiona sin remilgos.

Para enojo de sus rivales, en algunas ocasiones Schumacher interpretó esa reglas con demasiada amplitud. Y atención, porque el instinto de cazador vibra de nuevo en Schumacher, quien cree que a Bernie Ecclestone "se le dibuja en los ojos el símbolo del dólar" por su regreso a la Fórmula 1. Lo dijo en la revista Stern.

A los 41 años regresa a la Fórmula 1, cuando había dado a entender una y mil veces que no lo haría. Y el Kaiser dice tener dudas: "Ya dudaba antes de mí, también en los buenos años. Y creo que eso es parte de mi éxito: seguir buscando detalles en los que puedo mejorar".

Schumi está de nuevo en su elemento, tres años y medio después de su gran premio 250 y a casi dos decenios de su debut en la F-1, que dominó por completo con siete títulos, cinco de ellos consecutivos de 2000 a 2004 con Ferrari.

El 22 de octubre de 2006, en Sao Paulo, dijo "adiós". Pero fue en realidad un "hasta luego". "Me sentí como un muchachito", comentó Schumacher al salir por primera vez a la pista con la nueva flecha de plata. Pero este domingo en Bahrein nadie espera al "muchachito", sino al gran campeón. Y los rivales opondrán más resistencia que nunca. No es de esperar que el Kaiser ceda: "Siempre conduje duro, pero con deportividad. Naturalmente también tuve que pagar en alguna ocasión por haber hecho cosas que no estaban bien. Todo sea dicho, sé que en general yo era conocido como un hombre que no conocía el perdón", admitió Schumacher hace un año, cuando su regreso era una fantasía. Hoy, se prepara para volver a lo más alto, aunque sea a costa del odio de sus rivales.

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