Lo que nadie recuerda de Munich 72

Momentos en la historia de los Juegos

Siete ciclistas irlandeses quisieron protagonizar con una protesta los Juegos que resultaron ser los más sangrientos de la historia. Y no por ellos

Brian Holmes mostrando su pancarta junto a otro compañero en la prueba de ciclismo en ruta de 1972
Pedro Ingelmo

29 de julio 2024 - 08:00

El ejército republicano irlandés, el IRA, tenía un plan para hacerse notar en las Olimpiadas de Munich de 1972. Llevaban tiempo preparándolo y estaban orgullosos de lo que iba a ser un pacífico campanazo en mitad de la prueba de ciclismo prevista para el 6 de septiembre. Denunciarían la ocupación británica de la isla y la violencia que sufrían los católicos en Irlanda del Norte. Eran los años más duros de los conocidos como 'troubles', los disturbios, en las ciudades de Belfast y Derry. Sólo unos meses antes, en enero, se había producido el 'bloody sunday', esa matanza que todo el mundo conoce por la canción de U2.

Siete miembros de la Asociación Nacional de Ciclismo de Irlanda, no reconocida por la federación olímpica, habían viajado días antes en furgoneta desde Dublín cargados con sus bicicletas. De hecho, los siete irlandeses eran buenos ciclistas, incluso superiores a algunos a los que el Reino Unido había enviado a Munich.

Estaban tan ensimismados en su maravilloso plan que no se enteraron de lo que sucedió entre los días 5 y 6 septiembre en la Villa Olímpica, cuando un comando de un grupo autodenominado Septiembre Negro, compuesto por terroristas palestinos apoyados por neonazis tomaron como rehenes a once componentes de la delegación israelí, entre los que se encontraban algunos entrenadores y tres atletas del equipo de lucha. Uno de ellos, Eliezer Halfin, sólo tenía 18 años y era lituano. Había obtenido la nacionalidad israelí sólo unos pocos meses antes. Moriría horas después junto a sus compañeros en el aeródromo de Fürstenfeldbruck durante el fallido asalto de la policía alemana para tratar de liberarlos.

Andaba el mundo conmocionado ante el trágico suceso cuando los irlandeses, ajenos a todo, se plantaban en el circuito ciclista donde se iba a disputar la prueba en ruta. Para su sorpresa se encontraron con que allí no había nadie. La carrera se había suspendido. ¿No os habéis enterado de lo que ha pasado?

Los irlandeses volvieron a poner sus bicicletas en la furgoneta y convocaron un cónclave para ver qué hacían. Para su sorpresa y para la de todo el mundo, el presidente del Comité Olímpico Internacional, un millonario antisemita norteamericano llamado Avery Brundage, decidió que no se suspendían los Juegos y que las pruebas continuarían al día siguiente, entre ellas la de ciclismo.

Los irlandeses estaban confusos. Pensaban cometer una acción que diera la vuelta al mundo y ahora el mundo estaba a otras cosas. Como tener un colmao y que te pongan al lado un supermercado. Aún así, decidieron continuar con el plan.

El día 7 cuatro de los componentes del comando se infiltran en el pelotón con sus maillots con la bandera irlandesa que reivindica la unidad de los 32 condados. En un principio pasan desapercibidos. Los otros tres tienen como misión esperar en un bosque situado a unos kilómetros. En el momento convenido, uno de ellos, Brian Holmes, se adelanta unos metros para parar la carrera desplegando una pancarta en la que se puede leer “Las tropas inglesas ocupan nuestros campos deportivos”. Del bosque salen sus otros tres compañeros y empiezan a repartir octavillas entre el pelotón. Han conseguido su objetivo. Su acción es retransmitida por televisión para todo el mundo. La policía alemana los localiza, los detiene y la carrera se reanuda.

Pero la policía sólo ha detenido a cinco. El sexto y el séptimo, Batty Flynn y Gene Mangan, siguen en carrera. No son difíciles de identificar porque no llevan dorsal. Los policías con sus motocicletas pueden detener a Flynn, pero no a Mangan, que ha demarrado y saca unos treinta metros al pelotón. Detrás de él sale Noel Teggart, que es un ciclista norirlandés que corre para el equipo olímpico del Reino Unido. Teggart se pone a la altura de Mangan y le dice “hay muchas perras del sur por aquí esta mañana”. Ambos empiezan a empujarse sobre la bicicleta mientras se insultan. Finalmente Mangan lanza un certero codazo a Teggart, que acaba en la cuneta. Otra vez más interviene la policía, que saca a Mangan de la carrera y lo junta con sus seis compañeros. Los siete son expulsados inmediatamente del país, pero no a Dublín, sino a Belfast, donde la policía británica les espera. Todos ellos dan con sus huesos en la cárcel.

Su acción ha tenido unos pocos segundos de gloria, pero nadie habla en las televisiones de lo ocurrido en la carrera ciclista porque en todos los telediarios el único tema es Septiembre Negro. Aunque le costó tres años de cárcel y la protesta pasó casi desapercibida, Holmes no se arrepintió: “Volvería a hacerlo mañana mismo”, declaró casi 50 años después al periódico Belfast Media.

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