El 'oro' olímpico palestino en Atlanta

Momentos en la historia de los Juegos

Hace un mes murió en Gaza el primer abanderado palestino en unas Olimpiadas

Majed Abu Maraheel portando la bandera palestina en Atlanta.
Pedro Ingelmo

30 de julio 2024 - 09:00

Majed Abu Maraheel falleció el pasado mes de junio a los 61 años en Gaza. No fue por un bombardeo ni se sabe si su nombre está incluido entre las más de 39.000 víctimas causadas por la furia vengadora israelí tras los salvajes atentados de Hamas del pasado 7 de octubre, pero, sin duda, es una víctima más. Sufría una insuficiencia renal que hubiera podido tratarse en cualquier hospital de Israel, incluso palestino, con relativa facilidad. Pero no en Gaza, donde los cortes de luz continuos dejan desasistidos los servicios de diálisis durante días.

Maraheel era un hombre de paz que ganó su particular medalla de oro olímpica el 19 de julio de 1996. Por supuesto, no la ganó compitiendo, eso hubiera sido imposible. Estaba inscrito en la prueba de 10.000 metros y su mejor marca, que superaba los 34 minutos, estaba a más de ocho minutos de la plusmarca de la época. No, su oro lo obtuvo en la jornada inaugural como abanderado de la delegación palestina en los Juegos de Atlanta, los de la Coca Cola, la chispa de la vida. Era la primera vez que ese pueblo sin Estado se encontraba representado en unas Olimpiadas, algo que llevaban intentando desde que se fundara el Comité Olímpico Palestino en 1969. Una guerra y una intifada después el Comité Olímpico Internacional dio luz verde.

Eran unos años de esperanza. En 1993 se habían firmado los acuerdos de Oslo y, en presencia de Bill Clinton, el palestino Yasser Arafat y el israelí Isaac Rabin habían estrechado sus manos. Dentro de esos acuerdos se incluyó la aceptación del Comité Olímpico Palestino dentro del Comité Olímpico Internacional. Quizá ambas comunidades pudieran convivir al fin pacíficamente. Hoy ya sabemos que no fue así, pero el fondista Maraheel lo veía posible y corrió esos diez mil metros con esa ilusión y en eso pensó cuando entró último, en el puesto 21 de 21, en el estadio olímpico y la multitud lo ovacionó como el auténtico ganador de la prueba.

Maraheel, ovacionado, en la última vuelta de la prueba de diez mil metros, en la que quedó último.

Maraheel era un integrante más de la nakba, hijo de aquellos que huyeron de sus tierras en la primera guerra árabe/israelí de 1948. De hecho, nació en un campo de refugiados, el de Nuiserat, en Gaza. Sus entrenamientos como atleta consistían en recorrer los 20 kilómetros que separaban su casa en Gaza del puesto de trabajo que tenía en un invernadero de flores israelí. Tras ganar un campeonato local, Arafat en persona fue a entregarle el premio y lo elogió. “Eres muy bueno”. Maraheel le contestó: “Soy bueno corriendo rápido para encontrar un refugio seguro”. A Arafat le hizo gracia la respuesta y lo contrató para que formara parte de su cuerpo de seguridad.

Su nuevo empleo le permitía entrenar y, aunque él quería ser futbolista, su destino estaba marcado en las pistas de atletismo. Pero en Gaza no había pistas, por lo que se entrenaba en la playa. Nunca tuvo entrenador ni zapatos adecuados para correr, lo que no le impedía ser un enamorado de los ideales olímpicos. Nunca quiso hurgar en lo que tapaban esos ideales.

Cuando a los 32 años le llegó la oportunidad de acudir a unos Juegos, el resto de la delegación palestina no tuvo duda en elegirle a él como abanderado, ese tipo que no paraba de hablar de la unidad de los pueblos, de un ideal de paz. “Cuando corro en la playa, corro por la paz”, no paraba de repetir. La bandera de Palestina se izó en aquella jornada inaugural en Atlanta. En las gradas se encontraban los familiares de las once víctimas de Septiembre Negro, los israelíes asesinados en los juegos de Munich de 1972. “Queríamos mostrarle al mundo que las cosas pueden ser diferentes y así es como debe ser. Nosotros, los hijos de los 11 de Munich, respetamos a estas personas que son palestinas, pero sobre todo son deportistas y nosotros les respetamos por lo uno y por lo otro”, manifestó Anouk, la hija del esgrimista Andre Spitzer, uno de los fallecidos en aquel mortal secuestro. Anouk y sus acompañantes aplaudieron a la bandera palestina. Maraheel rompió a llorar. ¿Era posible la reconciliación?

Desde que Israel inició hace nueve meses su salvaje operación de castigo contra Gaza han muerto bajo sus bombas más de 400 atletas.

En estos días 88 deportistas israelíes compiten bajo su bandera en las Olimpiadas de París. A Palestina le representan ocho supervivientes.

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