El partido de sus vidas
Los hombres de Cervera afrontan el encuentro definitivo en el Rico Pérez con el tesoro de la mínima renta adquirida en la ida y el convencimiento de subir a la categoría de plata con el sistema empleado durante el 'play-off'. Álvaro García, duda hasta el final.
El día D. La hora H. Llega el partido más esperado de la temporada. El último. Ya no hay más que éxito o fracaso. Todo a una carta. Es el duelo más importante de la reciente historia del Cádiz en el que está en juego nada menos que el anhelado ascenso a Segunda División A que tanta trascendencia tiene en las vertientes deportiva, económica e institucional. Hoy, más que nunca, es el día de darlo todo, de no dejar una gota de sudor en la reserva, de ajustar de una vez cuentas con el tormentoso pasado más cercano en el tiempo, de dar por fin un paso al frente. Una final en toda regla en campo contrario. A 638 kilómetros de casa. Pero da igual. Más lejos está Irún y allí dio el Cádiz un golpe de efecto, el mismo que hoy busca en Alicante ante el Hércules con idéntico marcador en la ida que aquel cruce con la escuadra vasca resuelto con empate sin goles en el segundo partido. ¿Quién no firmaría hoy un resultado así?
Todos los deméritos que había acumulado el conjunto amarillo a lo largo de su irregular campeonato de Liga los transformó en sobrados méritos durante el desarrollo de un play-off pleno de eficacia al que sólo le falta el premio mayor, el más difícil de conseguir pero que está al alcance de la mano. Tan cerca y tan lejos a la vez. La decidida apuesta por un estilo de juego basado en la consistencia en las labores defensivas es la que ha colocado a las puertas del ascenso a un Cádiz que no se mueve un milímetro de su idea en el asalto definitivo. Echar el cerrojo a la portería, atenazar al contrincante y aprovechar alguna de las ocasiones que sea capaz de generar es el método hasta ahora infalible que, aplicado a rajatabla, que da como fruto cuatro victorias y una igualada en cinco choques de play-off, con un solo gol recibido -ahí está la clave- y cinco anotados.
Hay que rematar la faena. Ya toca salir del pozo después de seis interminables años de condena en aguas turbulentas. El Cádiz, con la autoestima en su punto más álgido, llega con mucha vida al choque que clausura el curso, con todas las opciones de subir pero consciente de la dificultad de medirse a otro histórico, el Hércules, un potente adversario que confía en la remontada en su campo arropado por su afición. El cuadro blanquiazul, con más argumentos ofensivos que el Racing de Ferrol y el Racing de Santander -las dos víctimas de los gaditanos-, no lo pondrá nada fácil liderado por el habilidoso Chechu Flores.
La consecución del objetivo pasa, por tanto, por la capacidad de sufrimiento de un equipo experimentado que debe saber manejar la mínima renta con la que comparece en el Este de la Península. De algo tiene que valer el golazo de libre directo de Carlos Calvo. Eso no supone poner el autobús en la portería de principio a fin, sino saber qué hacer en cada momento de un encuentro a vida o muerte. Que cada movimiento tenga sentido.
El ambicioso sueño está a 90 minutos de convertirse en realidad, aunque no importa si hay que acudir ir a una media hora de prórroga o a la ruleta rusa de la tanda de penaltis mientras el desenlace sea de absoluta felicidad. Basta con mantener la línea recta dibujada desde el primer encuentro contra la escuadra gallega, continuada después frente al conjunto cántabro y extendida en la cita inicial ante el Hércules hace sólo una semana. El equipo comandado por Álvaro Cervera afronta el compromiso de vuelta de la tercera y definitiva ronda en el estadio José Rico Pérez (a partir de las nueve de la noche, ofrecido en directo por televisión en la TDT a través de 8TV y Onda Cádiz) con el 1-0 a favor obtenido hace una semana en el Ramón de Carranza gracias al bello tanto de Carlos Calvo en la recta final del partido que vale su peso en oro. Una ventaja que supone un apreciable tesoro aunque no es menos cierto que es demasiado corta como para atraverse a lanzar las campanas al vuelo. Si el Cádiz
La eliminatoria está abierta de par en par, ninguno es más favorito que el otro pero sólo uno de los dos puede recuperar algo del protagonismo perdido en el fútbol español. Tantas posibilidades tienen uno como otro. Es como lanzar una moneda al aire. Eso sí, a los gaditanos les vale una victoria, un empate e incluso perder por un gol diferencia siempre y cuando logre al menos un tanto. Una derrota por dos goles o más supone quedarse una campaña más en Segunda B. La presión es igual para dos clubes que necesitan salir hoy mismo de una categoría ruinosa.
Además de afanarse en tareas de destrucción para frenar las acometidas del rival, el Cádiz está llamado a buscar un gol que le acercaría aún más a su objetivo, ya que obligaría a los locales a hacer tres.
El balón echa a rodar en el recinto alicantino mientras se realiza el recuento de votos en todo el país después de la jornada electoral. El Cádiz se aferra a su solidez para ser el gran triunfador del 26-J, dar el sorpasso y regresar al escalón de plata, el mínimo que se le exige a una entidad con un mejor pasado que presente que busca un futuro más halagüeño. Hoy toca votar por el amarillo, el color que une al universo cadista más allá de preferencias por un partido u otro. El fútbol se abre paso entre la política en una día de los considerados históricos si el equipo gaditano se monta en el ascensor que sube a la división de plata y abre las puertas de la Liga de Fútbol Profesional (LFP).
Pocos cambios se prevén en el once del conjunto amarillo si es que Cervera no repite el que sacó hace una semana en casa. No hay dudas en la zona trasera, con Alberto Cifuentes fijo en la portería y una línea de cuatro en la zaga formada por Juanjo, Aridane, Migue y Servando. En el centro del campo es segura la presencia de David Sánchez y Sergio Mantecón como motores del equipo, flanqueados en la banda derecha por Salvi y en la izquierda en principio por Fran Machado. Lolo Plá ocuparía el espacio de tres cuartos y Dani Güiza apunta a ser el hombre más adelantado. Cabe la posibilidad de alguna variación si el míster se decanta por Abel Gómez o incluso por Álvaro García, aunque el utrerano, que no está al cien por cien, quizás empiece en el banquillo si es que al final entra en la convocatoria.
El ascenso está en manos de los jugadores. De ellos de depende. De su esfuerzo, de su acierto en el día clave en el que el corazón y la cabeza desempeñan un rol destacado. Los hombres de Cervera encararán cada acción como si fuera las últimas de sus vidas, con garra, sin medias tintas, aunque con autocontrol, sin perder el norte, con la suficiente frialdad para saber lo que hay que hacer en cada momento. Es un partido de alta tensión, con connotaciones dramáticas, a mil pulsaciones. El equipo que gestione mejor sus emociones tendrá mucho ganado. Y la suerte, esquiva en los últimos años, también cuenta. Ya toca subir.
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