La Corredera
Las lágrimas...
Retrocarnaval
He corregido tantas veces mi apellido que ya me da igual”, dice entre risas Antonio Busto, sin la ese final como mucha gente cree. Este autor de referencia de los 80 y los 90, que reside en Jerez desde hace muchos años, recuerda que la única que tenía una radio de galena en casa era su abuela “y cuando llegaba el Concurso del Falla, que solía ser en fin de semana, lloraba para que me dejaran irme con ella para escuchar las agrupaciones. Mi padre era muy rígido, el segundo de a bordo de la Policía Municipal en Cádiz, y no me dejaba. Le tenía que convencer mi madre”.
Con seis años se fue a vivir a la calle Poeta Ayrolo, “antigua calle Conquista”, junto a García de Sola. “Allí Paco Alba tenía un puesto de chucherías, y yo era amigo de sus hijos. Cerca vivía Enrique Villegas. Yo era muy amigo de su hijo Nandi. Y nos íbamos a la azotea de los Villegas en verano, que ensayaba allí Enrique con ‘Los beatles’. La madre de Nandi, Conchi, nos ponía el culito de pan con aceite y azuquita que luego se tapaba con el miajón”.
Con estos condicionantes, Antonio se estaba empapando de Carnaval. Con nueve años ya tocaba la guitarra, aunque tardó en arrancar como coplero. Fue a los 25 años. “Le canté un pasodoble a Paquito, uno de los hijos de Paco Alba, y me dijo que era un pasodoblón y que eso no se podía quedar en un cajón. Me llevó al Falla a un homenaje que le hicieron a su padre y allí me presentó a Manolo Moreno. Recuerdo que nos fuimos a un bar de la plaza Pinto. Pedimos un radio cassette al camarero y le puse la cinta con el pasodoble de ‘Los cholos del altiplano’. Manolo creyó en mí. Y me dijo que iba a buscar un grupo”.
Debutar de la mano de Manolo Moreno no era moco de pavo. El que había sido mano derecha de Paco Alba ejerció su influencia y al grupo se sumaron comparsistas de la talla de Pepito Martínez, Alejandro Espina, Carli Sibón, Pepe Ávila… “También entraron Pepe el Caja y Manolo Ávila, que vieron que aquello era muy bonito y querían ir directamente a Madrid sin pasar por el Falla. Pero yo no estaba dispuesto a eso. Ellos se fueron. Yo estaba como un niño haciendo la comunión, ¿cómo no iba a ir mi comparsa al Falla?”, indica.
Entre una cosa y otra, ‘Los cholos del altiplano’ llegaron en 1980 al concurso con 13 componentes. “El primer día fue una maravilla. Recuerdo que me acerqué a por un par de botellas de vino y al regresar ya había empezado a cantar la comparsa. Y Antonio Torres y El Chimenea, que venían con nosotros, me dijeron “tú no sabes la que estás liando aquí”. Me asomé entre bastidores y vi caer claveles desde los palcos. Era otra época”, apunta. “Con los componentes con la cabeza agachada, como a mí me gustaba, sin ademanes. Que aquí no somos artistas. Éramos aficionados y con mucho gaditanismo. Hoy día lo que hay es mucho fanático. No me gusta nada”, añade.
Después del segundo premio con el tipo andino, Busto repitió con Manolo Moreno para 1981 con ‘Los pintores de Versalles’, una comparsa refinada, melodiosa, alejada de los cánones de la comparsa tradicional. El grupo se quedó en semifinales. “Un locutor de Radio Juventud, Paco del Río, que era experto en flamenco, me dijo en el bar Pedrín: “Antonio, cuando quieras hacer poesía escribe un libro, picha”. El Carnaval es otra historia”. Las letras eran de un tono más poético a lo acostumbrado. “Entendí que a lo mejor quedaban muchos años para que la gente lo asimilara”, admite.
De cara a 1982 tocaba “darle más gaditanismo a la comparsa”. Antonio ideó, de nuevo con el Moreno dirigiendo, ‘Los pimpis de Cai’, segundo premio. Se incorporaron Catalán Chico, “un comparsista único en su especie que pasarán 50 y 60 años y no saldrá otro igual”, y Antonio Ávila ‘La Moniata’. “Catalán Chico no cantaba la presentación en los ensayos, el solo que él hacía. Como mariscaba en La Caleta, siempre estaba resfriado. Me decía que no me preocupara. Iba al médico a que le mandasen inyecciones para la garganta y cuando cantó en el Falla el primer día salió en la presentación como los toros. Era un artistazo”.
Después de ‘Los pimpis’ dejó la fiesta. “Yo trabajaba de comercial. Era un trabajo de muchas horas y muchos viajes y eso me condicionó para tener una continuidad en el Carnaval. Y después de 1982 me propuse hacer Derecho y me desligué de todo porque no me podía entretener con el Carnaval. Fue una decisión difícil y sabía que no me lo iban a perdonar, como no le perdonaron a Enrique irse con ‘Los beatles’ a Madrid”, lamenta.
No regresó hasta 1987 con ‘Selenitas’, con el Catalán Grande en la dirección. “Curiosamente, antes de hablar con el Moreno para ‘Los cholos’, yo cogí por mi cuenta y me fui a La Viña a buscar al mejor director de entonces: Antonio El Catalán. Me dijo que estaba comprometido con Luis Galán para ‘Los luceros del alba’. Sí, yo era un desconocido, pero siempre he confiado mucho en mí mismo y sabía que lo que tenía era bueno”.
En 1988 regresó a una final con ‘Caña y mimbre’, tercer premio. “Yo paraba en peña La Estrella, donde también iba Juan de Dios Santana, que trabajaba cerca en una farmacia. A principios de noviembre me tiró la caña porque se les había ido Pedro Romero, que había escrito para ese grupo ‘Con gancho’ el año anterior. Les dije que sí. No pudimos dar ni ensayos generales porque llegamos a lo justo al Falla, con la presentación cogida con pinzas”.
A pesar de llegar a una final con uno de los mejores conjuntos del momento, dirigido por Faly Mosquera, la unión con el autor no se mantuvo para 1989. “Yo es que siempre he tenido mala suerte con los grupos. No he tenido continuidad, esa es la verdad. Quizás por mi profesión, porque no siempre me he podido comprometer. Según me contó Pepe Ávila, uno de los componentes, muy amigo mío, el grupo estaba divivido. La mitad estaba conmigo y la otra quería que les escribiera José Manuel Prada, que era entonces la novedad, que había sido primer premio en el 88 con ‘Al compás de mi cepillo’. Al final se fueron con Prada”, relata.
Otro parón. En 1990 se trasladó a vivir a Jerez. “No quería pamplinear y sí centrarme en mi trabajo. Hasta que vinieron a casa a buscarme Paquichi, Juan Carlos Trujillo y Juanito el Guitarra, creo recordar. Les dije que sí, pero no podía acudir a los ensayos. No quedé satisfecho porque a mí me gustaba estar allí cada noche. Y no estar se notó”, explica para hablar de la comparsa ‘El desván’, de 1994.
Pero el resurgir de Antonio Busto le esperaba muy cerca, en el mismo Jerez de la Frontera. “Había un grupo que había sacado con Prada ‘Romance’ en el 92. Prada era, y es, muy amigo mío, y me propuso coger ese grupo porque él se iba a Almería a actuar con su grupo ‘Raíces’, y al final se quedó a vivir allí. Bueno, quedamos con el grupo y decidimos sacar ‘Durse y reondo’ para 1995. Les dije que para ir Cádiz hay que ir al 200 por cien, porque en igualdad de condiciones van a tirar para ellos, como es normal”. Fue una gran comparsa que estuvo cerca de entrar en la final. “Tuve que cambiar el pasodoble en mitad de los ensayos. Lo hice muy bonito, en plan Cádiz, pero el grupo no lo interpretaba como yo quería. Y como yo sabía la garra que tenían, porque el que no era saetero cantaba flamenco, lo cambié para darle más fuerza”, añade.
Y en 1996 se produjo un hito histórico: una comparsa de Jerez entró en la final. ‘Grumetes gaditanos’, dirigido por Miguel Ángel Romero, fallecido hace escasas fechas y a quien Busto le manda un beso. “Nos lo debían del año anterior. Recuerdo que con ‘Durse y reondo’ se tardó mucho en decidir el pase a la final. Hubo cosas extrañas, como siempre pasa con la mierda que hay dentro del Carnaval. Tengo para escribir un libro. He visto cosas que me las tengo que callar por caballerosidad”, lamenta. “Es más, Pepe Benítez citó en su programa de radio ese año a todo el jurado de comparsas para que aclarasen el tema… y no fue ninguno”, expone.
Después, Jerez y Busto trajeron ‘El duende de Cai’ en 1997 y ‘La herrería’. “De esta última decían que podría haber entrado en la final, pero que nos perjudicó un pasodoble que llevábamos que mucha gente interpretó que era contra Antonio Martín. Antonio me contestó a mí con ‘Patio vecino’”. ¿Y a quién iba dedicada la copla? “No iba contra Antonio, porque si hubiera querido eso hubiera dado pelos y señales, su nombre y apellidos. Iba por su gente, desde luego. Pretendía vengar a Paco Alba y a ‘Estampas goyescas’ por los abucheos que sufrieron en 1973. Cuando salíamos del Falla después de cantar me encontré a Dieguito, uno de los hijos de Paco Alba, y le dije delante de un montón de gente: “Tu padre está vengado”. Eso que ocurrió aquella noche no se hace, eso no es de gaditano. Si yo hubiera sido alcalde en el 73 a esa gente que abucheó la hubiera desterrado, la hubiera deportado”.
Acabada la primera etapa en Jerez volvió a escribir para Cádiz en 2001. La comparsa se llamaba ‘Mal de amores’, dirigida por Pepe el Caja. Otra final para Busto. “Trabajé muy a gusto con Pepe el Caja, que tiene mucha mano diestra. En la Noche Grande de Chiclana hablamos si seguíamos o no, pero no estuvo la cosa clara”, dice el coplero.
Jerez le volvió a reclamar en 2004 para ‘El teatrillo de los sueños’. En Cádiz hizo en 2006 ‘Los primavera’ y luego, otra vez en Jerez con ‘Al tran tran’, ‘La última profecía’ y ‘La plazuela’.
El adiós en comparsas vino con ‘Gloria bendita’ en 2014, un grupo de Cádiz dirigido por Paquichi, y la despedida del Carnaval con un coro: ‘Los graciosos’ en 2017. “Mi guitarra lleva ocho años en el sofá muerta de risa, los mismos que llevo sin fumar. Y yo, como siempre he fumado mucho a la hora de componer, para la inspiración, pues no se ha dado la oportunidad de caer en la tentación. Además, considero que yo pertenezco a otra época. En la que no había ese fanatismo. Cuando el aficionado iba a El Melli a comprar las cintas de las ocho primeras agrupaciones. Lo de hoy no me va. Empezando porque en el Falla no hay gente de Cádiz. Con ‘Durse y reondo’ fue a buscarme Pepe el Caja a la puerta de entrada y a decirme “aquí estamos todos los de Los Pabellones para escucharte”. Eran las dos y cuarto de la mañana y estaba el Falla a rebosar. Eso hoy no se da”.
Y se refiere al acceso al coliseo. “En los 80 yo llegaba al Falla o al Andalucía y el guardia de seguridad ni te pedía el carné, porque te conocía. Y fui con mi nieto hace uno años y no hubo manera de que me dejasen entrar con él a ver el Falla por dentro. Ese mismo día entraba Manu Sánchez el de Canal Sur y el guardia dándole un abrazo. Así somos en Cádiz. Una vez me mandó a callar un cámara de Canal Sur porque yo estaba animando a los míos y le dije que se callara él, que los protagonistas somos los autores y los componentes”.
Antonio Busto, que nunca se ha mordido la lengua, dice antes de irse que “me gustaría dejar claro que yo siempre he escrito en el Carnaval porque tengo un lazo con mi gente. La que se tira noches y noches en taquilla. Eso es lo que más valoro y me importa. Lo demás, la política, las asociaciones… Hay mucha hipocresía. Y a veces los medios de comunicación, que tergiversan las cosas”.
Antonio Busto Pavón nació el 12 de mayo de 1954 en casa de su abuela, en el número 6 del patio Virgen de la Luz. Estudió en un colegio de monjas junto a la iglesia de San José, que le llamaban Patrocinio, y luego en la academia El Árbol de la avenida de Porttugal. Hizo el Bachillerato en el Columela. Dejó los estudios, aunque más adelante empezó Derecho, pero lo dejó en el cuarto curso. Pasó por distintos trabajos, aunque siempre como comercial: de los recordados vinos Savin, en la fábrica de cervezas Skol de inspector de ventas, en un laboratorio fotográfico, en el Periódico El Guadalete, encargado de una revista inmobiliaria o llevando una tienda de ultramarinos en Jerez (donde reside). Está divorciado y tiene cuatro hijos: José Antonio, Juan Luis, Miguel Ángel y Jesús.
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