La Corredera
Las lágrimas...
Director de leyenda, implacable, recto en su proceder y serio para sus cometidos carnavalescos. “Me llamaban ‘El sargento negro’”, adelanta Antonio Trujillo ‘Catalán Grande’, a quien, junto a su hermano Pedro, el Catalán Chico, se homenajeará el 1 de mayo en la casa familiar de la calle Jovellar, en La Viña, a iniciativa de Miguel Domínguez Parrilla.
Llegó al Carnaval como tantos jóvenes de su época que canturreaban coplas en las esquinas. En su caso, en el Corralón con San Félix, donde Lorenzo ‘El Manteca’, padre de Pepe y abuelo de los que ahora regentan Casa Manteca, tenía su almacén. Pero antes se le cruzó otra fiesta. “A uno de por allí, un tal Perico, le dio por montar una pastoral para Navidad. Íbamos por las casas cantando y pidiendo el aguinaldo. Nada más que iban tajarinas, todos mayores, y yo que era un chiquillo. Me reía mucho con ellos. Y de ahí surgió sacar la chirigota ‘Los que se salvaron del fuego para 1961”.
Fue su estreno en la fiesta. Recuerda Antonio que para ir al tipo chamuscaron los disfraces en la ‘piera’ cuadrá de La Caleta. “No nos dejaban entrar en los bares de la peste a quemado que llevábamos. Horrorosa. En las puertas de los bares nos daban la media limeta y dinero para que no entrara la chirigota a cantar”, dice entre risas.
Debió hacerlo bien, porque la que entonces se denominaba “la chirigota de La Viña” se fijó en sus cualidades a pesar de su juventud, 19 años, para salir con Gustavo Rosales ‘Agüillo’ y Paco Campos en ‘Los criticones’, que sin embargo concursó como comparsa. Aquello eran ya palabras mayores y vino a marcar su exitosa trayectoria en la fiesta. Fue su primera final, con un tercer premio.
En 1963 siguió en el grupo, que sacó la chirigota ‘Los nuevos atacantes’, esta vez con música de Enrique Villegas. Segundo premio. “Ese año saca también Villegas ‘Los dandys negros’. Se enfadan con la comparsa dos componentes, Galán y un tal Cazalilla, y el director, ‘El Charpa’, me pidió que me incorporara con ellos después del Concurso. Así que íbamos las dos agrupaciones a las actuaciones y yo hacía doblete. Cantaba con la chirigota y me cambiaba y me pintaba la cara de negro con los tapones de corcho quemados para cantar con los Dandys”, evoca.
Villegas quiso que se quedara en la comparsa y Antonio comenzó a ensayar con ‘El oro de Andalucía’ para 1964. “Yo era travieso, la verdad, y gasté una broma al Charpa que no le sentó bien. Tuvimos una bronca y a 25 días del Falla me fui”. Su hermano Perico iba ese año con ‘Los humoristas’, precisamente la chirigota de Agüillo en la que salía Antonio. “Me comieron el coco para que me incorporase y me aprendí el repertorio en 20 días”, explica.
De cara a las Fiestas Típicas de 1965 empezó a ensayar con ‘Los escarabajos trillizos’, que se convirtieron luego en ‘Los Beatles de Cádiz’. Vuelta con Villegas y ‘El Charpa’, pero la mili llamó a su puerta y no pudo seguir. En 1966 fichó por la chirigota de Fletilla ‘Los martinicos’, coincidiendo de nuevo con su hermano Pedro y ganando por primera vez el ‘1’. “Estando en Madrid con la chirigota, en el tablao Villa Rosa, me llama Villegas desde San Sebastián para que me uniese a ‘Los beatles’. Eso estaba acordado de antes. Estuve tres meses ensayando el repertorio y, como era electricista, echando un cable en el montaje de la megafonía. Sin cantar”.
Ya en Madrid aprovechó la baja de un componente, Navarrete, para hacerse un hueco en un conjunto que causaba sensación por toda España. Y en el Pasapoga nació la leyenda de ‘Charlot’, esa canción que siempre acompañó a Antonio Trujillo. Aclara que “ese tema es de un valenciano, Juan Sánchez, pero Villegas llegó a un acuerdo con él para adaptarlo y añadirle una parte suya, la del final. Entonces, en Madrid, el director de la orquesta del Pasapoga probó a varios de los ‘beatles’ para cantar este tema y este Juan Sánchez me eligió a mí”.
El estreno de ‘Charlot’, según cuenta Catalán Grande, se produjo en Barcelona, en el teatro de Montjuic, “en un espectáculo junto a Lola Flores, El Pescaílla, el Dúo Dinámico, Raphael… no veas qué cartel. Salí a cantar ‘Charlot’ y me temblaban las piernas. El teatro abarrotado, 13.000 personas. Canté vestido de Charlot y el grupo también con el mismo disfraz haciendo las repeticiones por detrás. Terminé y había un silencio tremendo, yo creía que no había gustado. Pero de repente se puso el teatro de pie a aplaudir. Me entra hasta frío al recordarlo. No lo olvidaré nunca. Y ya ‘Charlot’ lo pedían por toda España”.
Dejó ‘Los Beatles’ y se vino para Cádiz en septiembre de 1968. Ricardo Villa contactó con él en el bar El Gavilán y debutó con este autor como director en ‘Los chulapos’ en el 69. La manera de dirigir y de afinar la comparsa no pasó desapercibida para los aficionados y para el resto de las agrupaciones, creando escuela. Antonio había aprendido mucho con ‘Los Beatles’. “Me traje muchas cosas de otros artistas, me fijaba mucho en lo que hacían los demás”. “Metí las repeticiones y unos aguditos que no se escuchaban en Cádiz. Las octavillitas sin apretar del Ávila, ‘La moniata’. Mi gran amigo, qué bonito cantaba”, señala. Y echa la vista atrás para verse en Madrid, en la plaza Mayor, de recogida después de las actuaciones tomando chocolate con churros con este comparsista, “que entonces estaba allí con ‘Los beduinos’ de Paco Alba”, y con Camarón de la Isla, “que estaba en el cuadro flamenco de Miguel de los Reyes”.
‘Los chulapos’ se llevó un segundo premio y para 1970 vino a buscar a Antonio Trujillo el hijo de Agüillo, Manolo, por mediación de Antonio Martín para dirigir ‘Los tarantos’. Fue la primera de las muchas veces que se cruzaron los caminos de Catalán Grande y el Niño de San Vicente. “Ese año no salió Paco Alba y nos llevamos el primer premio”, apunta. Era un grupo en el que salía también su hermano Pedro.
Descansó en 1971 y volvió en el 72 para salir con Pedro Romero en ‘Los play boys’. Ahí se estaba gestando el gran grupo de ‘Capricho andaluz’, de nuevo con Martín para 1973. Se dice que fue el mejor conjunto de la historia, pero Antonio discrepa. “Era un grupazo, sí, pero yo dirigí a un grupo que cantaba mejor. Más alto, con más potencia, pero sin chillar. Ese es el mejor grupo que yo dirigí”. Se refiere a ‘Los golfos’, de Luis Ripoll en 1978.
Ensayando con ‘Capricho andaluz’ falleció el padre de los Catalanes y Antonio se vino abajo, abandonando el grupo. “No tenía ganas, yo quería mucho a mi padre. Pero faltando varios días vinieron a buscarme algunos componentes para decirme que Platanito y Purri habían metido en el popurrí un baile que no pegaba. Total, que Martín también me dijo que volviera. Me senté en el ensayo y escuché lo que habían metido. ¡Fuera! Eso no valía. Y me quedé hasta el final”.
Pero la pena no abandonaba a Antonio, que decidió apartarse de la comparsilandia por unos años, aunque en ese periodo estuvo cerca de salir con Paco Alba. “Yo paraba en La Pipa, un bar-almacén que llevaba Ramón en La Viña. Dentro había un cuartito y yo era compañero de mus de Paco. Él quería que yo le dirigiera su comparsa, pero a mí la mayoría de su grupo no me gustaba. Paco no se atrevió de hacerle eso a su grupo. Íbamos a sacar ‘Los nietos del Tío Tom’, para el año de ‘Los belloteros’, creo recordar, pero no pudo ser”.
Regresó en 1977. Antonio Martín le confió de nuevo la dirección de una comparsa: ‘Los mandingos’. La historia del primer premio de este grupo tuvo su miga debido a la dura pugna con otra gran comparsa como ‘Nuestra Andalucía’, de Pedro Romero y Aurelio Real. Cuenta Catalán Grande que en la noche de la final “vino al camerino un tal Caracol, que era peluquero de La Viña. Este hombre era uña y carne con Manuel de Diego, que era el presidente del jurado, quien le mandó a decirnos que para ‘apaciguar la cosa y contentar a todo el mundo’ iban a dar un primer premio compartido. Mi respuesta fue esta: dile a Manuel de Diego que está equivocado. Esto es una final y el que se lleve el gato al agua, pues para él. En la final le dimos un repaso. Ellos lo que llevaban por derecho era el popurrí, pero ‘Los mandingos’ era mejor comparsa”.
Otro cambio. En 1978 dirigió ‘Los golfos’, “lo mejor que ha sacado Luis Ripoll”. Antonio vuelve a destacar a este grupo, “con una cuerda de tenores que yo no llevaba en ‘Capricho andaluz’, la verdad”. En 1979 no siguió con Ripoll. Porque Antonio no fue un hombre de continuidad con los grupos. “Me hartaba rápido”, reconoce. Y se saca de la manga otra historieta: “Antonio Martín cogió a mi hermano y le propuso sacar ‘Ángeles y demonios’ con el grupo de ‘Los golfos’. Me molestó que no hablara conmigo, que era el director del grupo. Y por eso no salí, aunque se llevó a buena parte el grupo”.
Para 1979 su elección fue arriesgada, aunque exitosa: un joven autor de El Puerto, de solo 16 años, llamado Luis Galán. “Me lo recomendó un compañero de Astilleros. Luis vino a Cádiz con el padre y hablamos en el bar Las Banderas. Y así sacamos ‘Húngaros gitanos’, con música mía y letra de él. Fuimos tercer premio, pero en 1980 nos quedamos fuera con ‘Los luceros del alba’. Cantamos en la escalerilla de Medicina con ‘Cuba’ y ‘Caleta’, pero no nos engañemos, nosotros no estábamos para la final”.
Tras un paréntesis en 1981, de nuevo regresó con Martín en 1982 para sacar ‘Voces negras’. “El popurrí de esa comparsa es lo que más me ha costado montar en mi años de Carnaval. Eso era un bastinazo”, admite. El jurado le dio un tercer premio a una comparsa que a juicio de Antonio mereció más: “Qué palo nos dieron. El mismo día de la final, antes de cantar, llegó un señor del mismo jurado a decirnos que teníamos el primer premio. Llegué a casa y se lo dije a mi mujer. Me acosté convencido y al otro día me despierta mi mujer y me da la noticia. No me lo podía creer. No había ni punto de comparación con las demás. Esa fue la mayor decepción de mi vida carnavalesca”.
Su aportación en 1983 fue la música de la chirigota de Carapalo y Paco Leal ‘Los náufragos del faro Las Puercas’. “Eso era lo más malo que yo he podido escuchar. Iban a salir para la calle, pero un día llegaron diciendo que iban al Falla. Yo les dije que estaban ‘emporraos’. Ahora, más me reía con ellos”.
Con miras al Carnaval 1984 a su hermano Pedro se le ocurrió sacar una comparsa y escribirla él mismo: ‘Canela y clavo’. Antonio, en principio, no iba a participar, pero la sangre le tiró. “Yo no quería seguir en el Carnaval, porque salir en comparsas y estar cantando todo el año fuera, con tantos días de permiso pedidos, estuvo a punto de costarme mi trabajo en Astilleros. Pero mi madre me dijo “échale una mano a tu hermano’, porque estaba que no podía con tantas cosas, dirigir y componer. De primeras le dije que era su problema, que para qué se metía en eso. Bueno, que mi madre me comió el coco y salí”, relata.
Cuando llegó no le gustó nada lo que se encontró. “Escuché el grupo y le dije a mi hermano que eso no valía un duro. Había que hacer milagros para hacerles cantar. Mi hermano se quejó del cuarto premio que nos dieron, pero yo le dije que no se quejara, que era demasiado con el grupo que llevábamos. Menos mal que McGregor y otros chavales defendieron bien la cosa”.
Otros dos años de parón le condujeron a salir con Antonio Bustos y dirigir ‘Selenitas’ en 1987, sin suerte en el Concurso. “El pasodoble era muy bonito y Bustos, un caballero. No cuajó la idea y con las caretas no se nos escuchaba bien”.
Después de 18 años sin participar en la fiesta, Martín volvió a llamarle. Esta vez para sacar, junto a otros veteranos, ‘El revuelo’ en 2005, en lo que supuso el regreso del coplero al Falla siete años después de ‘Patio vecino’.
Ahora, desde la distancia, y entendiendo como nadie de cante, dice que sus preferidos como tenores, “los que se salían fuera del tiesto”, fueron La Moniata y Carli Sibón. Y por arriba, como contracanto, “mi hermano en su época por fuerza y gusto que tenía el tío. También me gustaban Emilio López Prats y Galleguito”. De la actualidad le gustan “muchos”, porque “ahora se canta mucho mejor que antes. En mi época los que cantaban eran escogidos, pero ahora hay mucha gente que canta muy bien”. “Me gusta mucho Arturito de Barbate, de los mejores de hoy en día. Y uno que sale con Martínez Ares que se llama Javi Ramírez”, dice por último. Un orgullo debe ser para ellos ser señalados por esta autoridad en la materia: Don Antonio Trujillo ‘Catalán Grande’.
Antonio Trujillo Ramos nació el 17 de octubre de 1942 en Barcelona, a donde había emigrado su padre desde Cádiz y donde conoció a su madre. A los tres años la familia se vino a Cádiz. Su hermano Pedro, Catalán Chico, ya nació aquí. “Empezaron a llamarnos los catalanes por eso, por venir de Barcelona”, apunta. Estudió en el colegio San Rafael y muy joven entró en la Instaladora Eléctrica donde siguió unos años. Después trabajó con un perito hasta que entró en Astilleros en una contrata de ayudante de herrero. Allí se jubiló en 1997. Está casado con María Isabel Jiménez, con quien tiene cuatro hijos: Paco, David, Ricardo y María Isabel. Y cinco nietos: Lucía, Marina, Ricardo, Noa y Aitana.
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