'El Congui': “Catalán Grande cambió la forma de cantar en Cádiz y ha sido el mejor director con diferencia”
Su trayectoria en el Carnaval fue corta, pero plagada de grandes comparsas como ‘Los blanco y negro’, ‘Voces negras’ o ‘Agua clara’, participando también en ‘Los maniseros de Cádiz’
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Rafael Jurado ‘El Congui’ era un joven que seguía a la comparsa de Paco Alba, porque su ídolo era Galán, al que miraba (y admiraba) embobado. Y un día, cantando coplillas con sus amigos en la plaza de Candelaria, se les acercó Agustín ‘Chimenea’ para proponerles formar un conjunto veraniego llamado ‘Los simbólicos’. “Casi todo lo que llevábamos en el repertorio era de la chirigota ‘Los sabihondos’”, comenta.
Ese fue su primer acercamiento al Carnaval. Corría el verano de 1966 y para el año siguiente le llamaron para salir en la ópera prima de Pedro Romero, ‘Los maniseros cubanos’. “Empecé a ensayar y faltando un mes Pedro nos echó. A mí y a Romualdo, el de los Cruzados, porque teníamos un cachondeo los dos… En un partido de fútbol pisé una botella. Me dieron 27 puntos en un pie y 13 en otro y ya no pude ensayar. Por eso no pude salir. Romualdo, que era muy amigo mío, tampoco estuvo”, recuerda.
Aquellos maniseros se fueron de gira y Congui se quedó en Cádiz para salir en 1968 con ‘Semblanza gaditana’, de Ricardo Villa y José Sánchez. Su debut se tradujo en un segundo premio, por detrás de ‘Los senadores romanos’ de Paco Alba y por delante de ‘Los mayordomos’ de Antonio Martín. No salió en 1969 porque se fue con ‘Los maniseros de Cádiz’, ya convertido en grupo de éxito por España. Pasando unos días en Cádiz entre gala y gala el Congui fue invitado a ver el ensayo de la comparsa ‘Los chulapos’ en el Parque Genovés. “Allí me llevé la sorpresa de mi vida. Porque Antonio Trujillo ‘Catalán Grande’, que era el director, fue el que cambió la forma de cantar en Cádiz. Ha sido el mejor director que ha tenido Cádiz con diferencia. Nada de rabillos en el cante y había que empezar todos a la vez. Yo escuché aquello y me maravillé. Todo el que siguió su estela se quedó en el Carnaval”, explica.
Volvió a salir en 1970 en la comparsa ‘Los blanco y negro’ de Pedro Romero y Paco Campos, el del pasodoble de La Caracola. El Congui iba de negro. “Ese nombre y esa idea eran de Ricardo Villa. Este hombre tenía un pasodoble que nos quiso ofrecer. Yo le pasé la música y lo hizo. Se la llevé a Pedro y al principio la rechazó. Pero a la semana se coló Pedro con la letra, con dos o tres cambios, y se metió. Ese pasodoble, el de los niños negritos, gustó mucho”.
Pero llegaron ‘Los tarantos’ de Antonio Martín “y nos dieron de tacón”. “La escuchamos en la peña La Estrella y yo sabía que era mejor que la mía”. Ahí comenzó su admiración por Antonio Martín, el autor emergente sucesor de Paco Alba que se estaba llevando de calle a la juventud. Congui tuvo la suerte de poder salir con el coplero de la calle San Vicente al año siguiente, 1971, en ‘Los porteños’. “Pedro Romero iba a sacar ‘Los ruiseñores del Perú’, por yo era ya muy martinista. Antoñito el de Radio Cádiz, el Piojo, vino a buscarme por mandato de Martín. Y cumplí un sueño”, evoca.
Congui volvió a irse con ‘Los maniseros’. ¿Por qué no siguió con Martín para ‘Los aventureros’? “Yo estaba haciendo la mili en el RACA 15, en los cuarteles de Varela, con Antonio, pero nos disgustamos por una cosa allí en el cuartel. Bueno, yo me he enfadado con él cien veces y cien veces nos hemos reconciliado”.
Inició entonces otra etapa con ‘Los maniseros de Cádiz’. “Éramos teloneros con Manolo Escobar. Una locura. Nos dejaba a nosotros la primera parte del espectáculo y le poníamos el público calentito. Ese hombre era un fenómeno, de las mejores personas que he conocido. Cantamos además con Raphael, con la Jurado, Lola Flores… todos los grandes artistas del momento”.
Al volver a Cádiz dejó de salir hasta 1979. “Vino a buscarme Catalán Grande y me convenció para ‘Húngaros gitanos’”, de Luis Galán. En la final, Congui fue testigo entre bambalinas de la actuación de ‘Ángeles y demonios’ y la portentosa interpretación de su director, Pedro Trujillo ‘Catalán Chico’, que cambió la opinión de un jurado que tenía como primer premio a ‘Navegantes gaditanos’. Hasta el punto de otorgar un primer premio compartido. “Fue el más grande cantando. Además de vender las coplas, las cantaba. Esa noche de la final del 79 sentí algo especial. Solo tenía ojos para él. Cantó con un coraje… una barbaridad”.
Al año siguiente para ‘Los luceros del alba’”, explica. Con esta última vivió uno de sus mejores momentos en el Carnaval. “Cantamos junto a ‘Caleta’ y ‘Cuba’ como cajonazos en la escalerilla de Medicina la noche de la final. Había más gente fuera del Falla que dentro para escucharnos. Una locura”, destaca.
Para 1982, Antonio Martín aportó parte del grupo y Catalán Grande la otra parte, incluyendo a Congui. La comparsa fue ‘Voces negras’. “Ese es el año que más he disfrutado. Una noche, en lugar de hacer los típicos bolos en el Anteojo y otros restaurantes, decidimos hacer solo la calle. Desde San Juan de Dios a La Viña, donde llegamos a las cuatro de la mañana parándonos a cantar en todos los sitios. Sin entrar en ninguna parte, solo la calle. La gente detrás de nosotros como una procesión. Por entonces no se estilaba que las comparsas cantaran en la calle”. Todo ello después de una “gran decepción” sufrida al obtener el tercer premio en el Falla. “Sí, estábamos convencidos de que íbamos a ganar, pero...”.
Y llegó en 1983 ‘Agua clara’, una comparsa legendaria. “Yo creo que junto a ‘Capricho andaluz’, es la más completa de Antonio Martín. Con un trío de pasodoble que es el más bonito que se ha hecho. Juan Carlos Aragón decía ‘al que le salga un trío como el de ‘Agua clara’, que se de con un canto en los dientes”. ¿Y el grandioso duelo con ‘Robots’? “Oh, la gente iba a los dos ensayos y no sabía cuál le gustaba más. Nos venían hablando maravillas de ellos y viceversa. ‘Robots’ hubiese sido primer premio cualquier año, pero dieron con ‘Agua clara’. Tuvieron esa mala suerte”, apunta.
Al año siguiente el grupo se reforzó con un histórico de la comparsa de Paco Alba como Manolo Moreno, que asumió la dirección en ‘Andaluces por el mundo’. Antes de cantar en la final, Diario de Cádiz, ya con su edición en la calle, dejaba entrever en su portada los posibles premios, con esta comparsa como ganadora. “Ahí es cuando yo dije que no salía más. La comparsa lista para cantar y tíos en la primera fila tirándonos los diarios y diciéndonos ‘cabrones’. Yo hice un amago de irme del escenario, pero Manolo Moreno nos tranquilizó. Aguantamos el tirón y cantamos. Después de la que se formó, los premios se cambiaron y quedamos segundos”.
En el verano de 1984 se produjo un intercambio de grupos que fue clave para la historia de la comparsa. Martín se hizo con el grupo de ‘Robots’ y Joaquín Quiñones con el de ‘Agua clara’. “Yo hice de alcahueta para unir a Quiñones y Pepito Martínez para sacar ‘Hombres azules’. Iba a salir ahí, pero me arrepentí. Aunque me dolió que Antonio se fuera con otro grupo, yo era muy martinista y sabía que me iba a costar cantar con otro autor”, reconoce.
Se cortó para siempre la coleta. “A partir de ahí me convertí en un simple aficionado”. Más tarde irrumpió en la comparsa Juan Carlos Aragón, el segundo flechazo de El Congui con un autor. “Le dio un aire nuevo a esto. Nos embarcó a todos. Juan Carlos ha sido muy grande y qué pena lo que nos hemos perdido. ‘Los millonarios’ fue un ante y un después. Me volví juancarlista. Hombre, también tiraba la sangre porque con él salía mi nieto Vito”, expone.
Su trayectoria fue corta, pero llena de vivencias y grandes agrupaciones. El Congui, un comparsista que es “muy de pasodoble, porque el resto del repertorio es un complemento”. Un gaditano sin más pretensión que cantar a su tierra.
Un apodo que viene de unos famosos chocolates
Rafael Jurado López. Nació el 13 de agosto de 1949. Su mote, ‘Congui’, viene, por su piel morena, de los chocolates Conguitos, que ya se comercializaban cuando él era joven. “Y estaba gordito y con pelo rizado”, apunta. Su barrio fue la plaza de Candelaria, donde se crio. Estudió “en colegios particulares” y desde muy joven comenzó a trabajar en Electricidad Molina. Le sucedieron muchos empleos, como el de taxista, y se jubiló finalmente en Tabacalera, donde entró en 1983. Está casado con Concepción Escandón. Tienen cinco hijos: Víctor, Inma, Carmela, Cristina y Rafael. Siete nietos y tres bisnietas. Su hijo Vito y su nieto, también Vito, segunda, por ejemplo, de comparsas de Juan Carlos Aragón, son autores de la chirigota ‘Cádiz, qué bonita eres con tu puta madre. Los bipolares’.
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