Entre pitos y flautas: 40 años del coro que cambió el rumbo de la modalidad
Diario del Carnaval
La agrupación de la Peña La Salle-Viña fue el pelotazo del Carnaval 1981 con un repertorio alegre y la introducción de la percusión
Cádiz/Eran tiempos en los que los coros, mayormente, estaban formados por 40-45 señores con disfraz muy serio y porte formal. La modalidad había resurgido pocos años antes con 'Los dedócratas', pero no estaba preparada para la vuelta de tuerca que en 1981 iba a darle la Peña La Salle-Viña y que supuso un hito en la fiesta. Después de que sus dos primeros coros fuesen finalistas, de corte clásico como 'Los liberales de 1800' y 'Los piconeros de Cádiz', la primera decepción le llegó en 1980 con 'Los signos del zodíaco'. Esto llevó a los animosos viñeros a apostar por un coro más vistoso, colorista y desenfadado. Cuenta José Marchena en el libro La Salle-Viña: 35 años Entre pitos y flautas, editado por la peña en el año 2013, que el eterno sastre del coro, Manolo Torres, tenía un libreto de una murga tinerfeña llamada 'Afilarmónica Nifú-Nifá', que llevaba disfraces de payasos. De ahí nació la idea. De hecho, Enrique González Bethencourt, fundador de esta agrupación y considerado padre de las murgas canarias, tiene una estatua en Santa Cruz de Tenerife en la que está inmortalizado con un tipo muy parecido al de 'Entre pitos y flautas'.
Después de barajar varios nombres, Manolo Torres reparó en uno con el que se titulaba una sección de la revista Cádiz Gráfico. Era 'Entre pitos y flautas'. Repetían Enrique Láinez como letrista y Juan Antonio Guerrero como director, incorporándose a la música un grande de la fiesta como Juan Poce y encargándose de la selección musical del popurrí Antonio Hucha y Pepe Martínez, que posteriormente iban a tener gran relevancia en este coro como autores oficiales.
José Luis Fatou, uno de los viñeros históricos, señala a Juan Antonio Guerrero como uno de los principales artífices del cambio de rumbo del coro de La Salle-Viña. "Juan Antonio, por su forma de ser, ha sido siempre un líder. Era una persona que buscaba el apoyo de los demás, pero que tomaba sus propias decisiones y, en este caso, se implicó de lleno en la toma de decisiones". Y una de ellas fue la trayectoria que tomó tras quedarse fuera de la final el año anterior con ‘Los signos del zodiaco’, un coro del que Fatou dice que "llegamos a la conclusión de que ni entendimos lo que queríamos decir".
Enrique Láinez recuerda que durante los ensayos "muchos componentes tenían miedo de que nos descalificaran, porque llevábamos caja y bombo y otros instrumentos en el popurrí, pero teníamos claro lo que queríamos llevar al Falla". Al tiempo, las pocas personas que entraban en los ensayos "salían encantadas", y el grupo comenzó a entender "que llevábamos un coro muy bueno". Los primeros indicios del pelotazo, según cuenta Marchena en su libro, se dieron en el tradicional encuentro entre coros antes del Concurso, celebrado en el salón de actos del Instituto Columela, y el ensayo familiar que coincidió con el día de la Erizada en La Viña. Este hecho está muy en la mente de todos los que lo vivieron, ya que fue el momento en el que se vio que 'Entre pitos y flautas' era un coro diferente y rompedor. José Luis Fatou rememora que "no se me olvida cuando Manolo Palacios, que fue una de las personas que se vino hacia mí tras el ensayo en el Columela y que conocía por su implicación con el coro parroquial de La Palma, me dijo que "no sois conscientes del coro que habéis hecho. No es normal, es una auténtica maravilla". Ahí empezamos a darnos cuenta de que era un coro diferente y que iba a marcar un antes y un después".
Pero para llegar a ser un verdadero pelotazo, como realmente lo fue al romper los moldes preestablecidos, no solo se debe tener en cuenta el cambio de rumbo, ya que sin repertorio no se puede marcar el camino como este coro lo hizo con los que llegaron después. Juan Antonio Guerrero resalta que "el coro fue una novedad, con todos los riesgos que supone una novedad. La idea nos pareció bien y revulsiva, pero nos animó mucho la música de Juan Poce.En aquella época comentábamos que el salto de calidad se da con su música, que a los autores les facilitaba escribir, sobre todo a Enrique Láinez, que fue el responsable de casi todo, salvo algunas excepciones. El repertorio era simpático, con unos tangos de mucha actualidad, algunos de ellos de temas políticos de entonces, y con variedad". Sin embargo, las críticas por la innovación estuvieron muy presentes, por lo que José Luis Fatou añade que "a los que les podíamos hacer pupa nos criticaban porque decían que la caja y el bombo no pegaban, pero éramos fieles a la tradición, el tango era por derecho, el pasodoble de presentación era perfecto y los instrumentos entraban cuando podían entrar en el estribillo y el popurrí". Por su parte, Pepe Marchena, que se estrenó en La Viña con este coro, también indica que "aunque el grueso lo hizo Enrique Láinez, una serie de personas como Rafael Pastrana, Ricardo Villa, incluso Juan Poce, y yo aportamos algunas letras". Guerrero también destaca la aportación de Manolo Torres, "el padre de todas las ideas de la peña y el coro".
Uno de los aspectos vitales por el que se recuerda a 'Entre pitos y flautas' fue la introducción de la caja y el bombo. Sobre este aspecto, Fatou comenta que "costó trabajo buscar a las personas idóneas para tocar estos instrumentos. Al final, yo cogí el bombo y la caja la cogió Manolo Utrera".
Quedaba la prueba de fuego del Falla. Entonces se disputaban semifinales a doble vuelta y la final. Además, ese año el Concurso unificó a locales y provinciales en la modalidad del tango. El coro debutó en semifinales en la primera parte de la sesión de tarde del viernes 20 de febrero, en penúltimo lugar detrás de la chirigota de Rota 'La saga de los porretas' y antes del coro de Julio Pardo 'Los locos del volante'. Ahí se produjo la gran sorpresa del Carnaval 81. Gran presentación a modo de pasodoble, un tango excelso de Poce y la diversión de los cuplés y el popurrí, que acababa por todo lo alto.
La segunda semifinal, el 23-F, coincidía con el golpe de Estado de Tejero. "Cantamos por la noche tras el discurso del Rey y una emisora empezó a retransmitir el Concurso. En el teatro se notó una merma de público", recuerda Láinez. Luego vino la final. "Mi mujer se llevó al Falla dos botellas de champán en el bolso para brindar por el primer premio. Yo era cauteloso, pero estas cosas no se pueden evitar. Cuando leyeron el acta del jurado y nos dieron el primero se abrieron las botellas allí", explica. Porque este coro "está en la historia. Es el único primer premio que tengo, pero qué alegría más grande".
Relata Láinez que después de cantar un rato en la escalerilla de la Facultad de Medicina el coro fue a buscar a su casa a Juan Poce, que vivía en la cercana calle San Rafael. "Estaba durmiendo y lo despertamos. Era un hombre tranquilo, al contrario que nosotros, que estábamos como un flan", apunta. Sobre Poce tiene bonitas palabras. "Hizo un tango muy corto y tuvo que alargarlo un poco. Se entregó en cuerpo y alma al coro tanto que su chirigota ese año, 'Los hinchas del fútbol', se quedó fuera de la final. No faltó con su laúd a ningún ensayo", expone.
"Se me viene a la cabeza la palabra cuarenteto, que nos decían de forma despectiva porque hacíamos cosas que nadie había hecho, como pintarse la cara o darle mucha alegría a buena parte del repertorio". Faly Pastrana señala que su segundo coro como componente "fue un boom para niños y mayores, un gran impacto, aunque en los ensayos no podíamos imaginarlo porque era un riesgo". Y revela un dato curioso: "La presentación la cantamos desafinada los tres días". Pero el resto del repertorio conducía a un inevitable primer premio que "tuvo que doler a ‘Los dedócratas’, que habían ganado cuatro años consecutivos. Les ganamos, pero hubo armonía".
También tiene palabras para Juan Poce. "Un señor dentro y fuera del escenario. Era de los antiguos, tanto que para diferenciarse como si quisiese seguir en un coro serio se puso lentejuelas en su chaleco para dar sobriedad al tipo", rememora. Pastrana no olvida a coristas tan significativos como Manolo Torres, Felipe Martín o Pepín Agudo. "Y no dejemos a un lado a José María Hoyos Churrito Quemao, que se hartó de maquillar al coro horas y horas", apostilla.
De hecho, del maquillaje nace otra de las anécdotas de este coro, ya que, como coristas, no estaban acostumbrados a actuar con las caras pintadas, algo que no era muy normal en la modalidad. La primera vez que se pintaron como payasos fue unos días antes del inicio del Concurso para hacerse la fotografía que figura en la carátula del casete del coro. José Luis Fatou reseña que "los que tenían barba o bigote se tuvieron que afeitar. Para hacernos la foto nos pusimos en la escalera del colegio. Cuando nos vimos en la escalera, nos mirábamos y, salvo que tuviéramos un defecto pronunciado en la cara, no sabíamos quién era cada uno".
Guerrero también destaca la aportación de José María Hoyos en el maquillaje del grupo, ya que "él era payaso en sus ratos libres, ya que era amateur". Por ello, resalta que "los primeros días se encargó de pintarnos prácticamente a todos, pero después fueron tantas actuaciones por la provincia de Cádiz que ya llevábamos nuestros lápices y nos maquillábamos solos".
Otra de las curiosidades de este coro es que trascendió más allá de las fronteras de Cádiz, algo que no era lo habitual en la modalidad. Con un tipo tan vistoso y llamativo, 'Entre pitos y flautas’ estuvo actuando durante un fin de semana en el Parque de Atracciones de Madrid. De esa experiencia, cuenta Juan Antonio Guerrero que "el coro llamó tanto la atención que todo el mundo quería tenerlo en sus actividades". Ante esto, narra que "por mediación de alguien, no sé si fue Portela, el agente artístico, contactaron con Felipe Martín para ofrecernos ir allí un fin de semana. Y allí que fuimos con nuestras mujeres. Fue una cosa especial porque éramos un montón de payasos saludando a los chiquillos por el Parque de Atracciones y los niños estaban locos con nosotros. Si un niño está contento, los padres están contentísimos". De hecho, reconoce que este fue uno de los motivos del cambio de tercio que dio el coro de La Salle-Viña en cuanto a la línea marcada en la modalidad, ya que "si el coro le gustaba a los niños, al final el padre escuchaba al coro de los payasos más que a un coro serio". Una trayectoria que se mantuvo posteriormente con otras propuestas como 'Pinocho', 'Los caballitos que suben y bajan' o 'Takatá chim chim pom pom'.
Sin embargo, no todo fue bonito en 'Entre pitos y flautas'. Además de la incertidumbre al actuar el 23-F, que se rompió en el pasacalles al sumarse un grupo de gitanos tocando instrumentos y cantando Que viva España de camino al Gran Teatro Falla por mediación de Felipe Martín, en la calle se vivió una situación desagradable en un momento que podría haber sido muy recordado. Relata Fatou que "estábamos haciendo el carrusel e íbamos por la esquina de La Cabra. Estaba siendo un carrusel de los más alegres del mundo, con la gente entregada con nosotros y respetando a los demás coros. Cuando vamos a girar a la zona del pescado, llega la comparsa 'Pregones'. Ellos se pusieron delante a cantar y nosotros les replicamos. Entonces, las cabezas visibles de algunos coros se vinieron para donde estábamos y hubo un conato de bronca porque decían que nosotros estábamos intentando boicotear el carrusel. Se dijeron unas palabras más altas que otras. En ningún momento intentamos crear un problema. Coincidió que la gente estaba totalmente identificada con nosotros y que 'Pregones' estaba en la esquina, por lo que esto era goloso para el público en general".
A partir de ahí, el coro viñero creó escuela en la modalidad, llegándose incluso a aumentar la apuesta considerablemente en la actualidad con agrupaciones que buscan la espectacularidad. Ante esto, Pepe Marchena, que posteriormente fue autor del coro de Los Niños durante 14 años, reconoce que "yo creo que a mí me influenció de dos maneras como autor al servirme de arranque y por el estilo que se le puede dar a un coro. Al empezar a colaborar con letras, me sirvió para romper el hielo como letrista y como inspiración". Dejando a un lado el aspecto particular, Marchena afirma que "yo creo que 'Entre pitos y flautas' y otros coros en los años posteriores hicieron, a mi modesto parecer, la etapa más potente de la historia reciente de la modalidad, que se centra en los años 80 y 90. Con el arranque con 'Los dedócratas', hubo una ilusión que nunca se había dado en ninguna etapa histórica, ni en los años 50 que fueron potentes. Lo más importante de todo esto era la repercusión que la modalidad de coros tenía en el público. Había una auténtica pasión y una legión de seguidores. Hoy se canta mejor que nunca, los coros están más afinados, las propuestas están más cuidadas y existe un mayor número de posibilidades, pero no se encuentra el seguimiento que había en esos años".
Sobre lo que ha supuesto 'Entre Pitos y Flautas', Guerrero remata diciendo que "se le quitó seriedad al coro, que era lo que aprendimos de los mayores. Fue un pelotazo y después ha servido para que otros coros hagan uso de la percusión. Me quedo con el grupo, con el conjunto de todo lo que vivimos y lo que disfrutamos con nuestros hijos y nuestras mujeres. Fue precioso, por lo que el recuerdo es maravilloso".
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