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El día en que quisieron "linchar" a 'Los beduinos' en Huesca

Francisco Campos Lado, amigo de la infancia y "protector" de El Brujo

Una foto promocional de la comparsa 'Los beduinos' después de triunfar en el Concurso de 1966.
Ana R. Tenorio

11 de febrero 2018 - 02:06

Se llama Francisco Campos Lado, pero para todos, a pesar de sus 71 años, sigue siendo Paquito Campos, pues el paso del almanaque no ha logrado mermar su alegría de vivir, a todas luces evidente apenas cruzas con él algunas palabras.

Parte de ese entusiamo vital se refleja en su amor por la música. No contento con formar parte, a la guitarra, de la Antología que mantiene vivas las coplas de Paco Alba, es además director de la rondalla del hogar del pensionista de la Barrida de la Paz. Quizás por eso, de los primeros recuerdos que guarda de nuestro autor cita uno que le relaciona con esa afición: "Conozco a Paco desde que éramos chicos. El tenía sólo cuatro años más que yo y trabajaba en la fabrica de chocolate La Eureka. Entre otros puestos, ocupó el de carrero y lo oía venir con su carro, arriando al burro y cantando 'La donna e movile'".

Francisco Campos me revela un detalle de la vida de Paco Alba posiblemente desconocido para muchos: una hermana suya estaba casada con el último alcalde republicano en Cádiz, Manuel de la Pinta, que había decidido costearle los estudios superiores de música. Su fusilamiento malogró estos proyectos.

La admiración y cariño de Paco Campos por El Brujo -se emociona cuando recuerda los muchos ratos que pasaron juntos- es tal que no considera inconveniente recordar que él ya había introducido la guitarra en algunas chirigotas que había sacado cuando Paco Alba le llamó, tras el Carnaval de 1963 para que cantara con su última comparsa, 'Corrusquillos gaditanos' en los contratos, en cuyas actuaciones ya utilizaron este instrumento. Paco le dijo: "Este año no hagas nada, que te vienes conmigo" y en el Carnaval de 1964 ya salió con 'Los fígaros'.

El éxito de 'Los beduinos' se tradujo en contratos para actuar en Madrid y hacer una gira por España, en los que Antonio Pérez, 'El Charpa', hacía las veces de director de la comparsa mientras Paco Alba, poco amante de las ausencias prolongadas, estaba en Cádiz.

Esta gira es una fuente inagotable de anécdotas, como aquella del viaje desde Barcelona a Zaragoza en la que, al llegar a su destino, El Charpa se echó la mano a la cartera en la que iban las ganacias de la actuación anterior y se dio cuenta de que no la tenía. Francisco Campos recuerda que "nos pegamos un susto de muerte y nos pusimos como locos a buscarla, hasta que el chófer la encontró en el estribo del autobús, donde se le había caído al subir y, milagrosamente, había viajado durante todo el trayecto".

Peor fue lo de Huesca, donde, cuenta Campos, "cuando llegamos para actuar, vinos unos grandes carteles de propaganda que nos anunciaban como 'Los locos del ritmo' y el local, una terraza con piscina, estaba repleto de jóvenes que nos pedían autógrafos y que cantáramos canciones modernas. A pesar de que estábamos intiertos de miedo al comprobar el engaño que el empresario de la sala había urdido para captar al público joven, salimos a cantar. Pero cuando nos vieron aparecer vestidos de beduinos y acompañando las guitarras eléctricas que a veces utilizábamos con el bombo, empezaron a gritar 'fuera, fuera' y 'al agua con ellos'. Nos escapamos como pudimos hasta el lugar donde nos habíamos cambiado, pero aquella marabunta enfurecida nos rodeaba y nos querían quemar, literalmente, porque nos echaban papeles en llamas por las ventanas. Uno de nosotros, Pepe Aragón Tocón, intentó abrir la puerta y alejarlos a latigazos, con la cincha del bombo, pero no había forma. Si no llega una pareja de policías, que, además, eran de Jerez, no lo contamos".

El cuartel general lo tenían en Madrid, "desde donde El Charpa llamaba a Paco por teléfono a la tienda del Gavilán para darle cuenta de cómo marchaba todo y por si había que hacer algún cambio en las letras o quería mandarnos otras nuevas. Pero al Charpa le gustaba mucho 'picarlo' y en cuánto Paco se olía que la cosa no iba como él quería se iba para allá".

Francisco Campos no duda en asegurar que Paco "era verdaderamente un brujo, que revolucionó el mundo del Carnaval y puso el listón muy alto, convirtiéndose, como antes le ocurrió a Manuel López Cañamaque, en el referente de lo mejor. Después han salido nuevos valores, algunos buenos que es posible que con la experiencia lleguen a alcanzarle, pero por ahora nadie lo ha conseguido".

Amigo de sus amigos como nadie, Francisco Campos, por la cercanía de edad, era también un poco el protector de Paco Alba cuando su comparsa le atosigaba y "le daba la carga" pidiéndole "el pasodoble cañón". Sin embargo, también le advertía de sus limitaciones en otras actividades, como la de conductor, en la que al genio carnavalesco le salía todo el miedo que llevaba dentro, hasta el extremo de que un día le dijo: "Paco, escribir escribes como nadie, pero el coche lo mejor que haces es dejarlo".

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