Visto y Oído
Broncano
La copla sencilla
La penúltima polémica de nuestro Concurso, a raíz del más que comentado cambio en el sistema de venta de entradas para la final, más allá de los errores cometidos en la forma de hacerlo, toca de lleno un debate muy habitual en los últimos años. ¿Cuál es el punto de equilibrio necesario entre la protección de lo local y la proyección universal de la fiesta? ¿Cuánto derecho tiene el gaditano a intentar proteger su propia participación como aficionado en el teatro? ¿Hasta dónde hablar de lo local puede llamarse “esencia” y cuándo empieza a ser chovinismo? Imposible responder a todo esto.
Solo quiero remarcar un aspecto que en ocasiones, por obvio, pasa desapercibido. Aplicar un plano estrictamente cultural al debate nos permite verlo todo con una perspectiva más clara. Porque quizás desde un plano político, mediático, sociológico, o comercial, las respuestas van a ser muy variadas. Pero seamos serios: sin el respeto por la cultura carnavalesca, no se llegará muy lejos con el resto de los planos.
Si el carnaval es una industria, que al menos sea duradera. Si existe una proyección sociológica tremenda de nuestra fiesta, que al menos sirva para extender nuestra cultura, y no para diluirla. De ahí la necesidad, querido aficionado de cualquier parte del mundo, tan gaditano como cualquiera, de que el Carnaval de Cádiz siga siendo “de Cádiz” para beneficio de todos. Porque se trata de una cultura intrínseca al carácter gaditano, con su lenguaje y ritmos propios, que rara vez puede traducirse, con denominación de origen. Aunque equivoquemos las formas; si algún día al Carnaval de Cádiz y a su Concurso le faltasen Cádiz, ya no podría llamarse así, y sería una manifestación pseudo-folklórica más, o un programa de televisión muy exitoso, pero ya está.
También te puede interesar
Lo último
No hay comentarios