MacGregor: "Yo le daba color al tenor, sin más, porque sin tenor no se escucha la melodía del pasodoble"

Retrocarnaval

Santo y seña de la octavilla en los años 80 y 90, Manuel Serrano ‘MacGregor’ logró primeros premios con coros, chirigotas y, sobre todo, con la comparsa de Antonio Martín

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MacGregor en el inicio de la calle Plocia. / Lourdes De Vicente

Los tangos que le cantaba su madre y un disco de ‘Los forjaores’ que cayó en sus manos fueron el detonante para que Manuel Serrano se aficionara al Carnaval. Gracias a estas dos premisas la fiesta ganó una de sus mejores voces de siempre, la octavilla de ‘MacGregor’, que debe su apodo a un amigo del barrio que un día, jugando al fútbol en La Paz junto a la Bahía, le indicó, llamándole de ese modo, que bajase a coger la pelota que se había caído al agua. “MacGregor era una marca de whisky que tenía en la etiqueta un muñequito delgado y rubito como yo”, explica. De ahí le viene un mote que comenzó a tomar fuerza cuando lo añadían a su nombre en la relación de componentes de los libretos de las comparsas de Antonio Martín.

Con el cantiñeo de su madre y el disco de la comparsa de Paco Alba le quedaba dar el paso para salir en una agrupación y Manuel se lanzó a ofrecerse a un grande del Carnaval. “En 1975 me había gustado mucho el coro ‘Solera gaditana’ y fui, con solo 15 años, a buscar a su director para salir en 1976”, rememora. Ese director era Joaquín Fernández Garaboa ‘El Quini’. “Vivía en el Fondo Sur del estadio Carranza. Fui a buscarlo y no estaba. Y cuando iba por La Laguna de vuelta me lo encontré de cara y le dije si podía salir en su coro. Ahí quedó la cosa. Y al tiempo me mandaron una carta a mi casa que siempre lamenté haberla perdido”. En la misma, escrita a máquina, se dirigían “al pibe nuevo” y le citaban para la primera reunión del coro en los bajos de Tribuna. “Canté, para probar, unos tangos y me quedé. Y salí en ‘Voces de Cai’, el último año de las Fiestas Típicas en 1976”, apunta.

El Quini no salió en 1977 y a Manuel le llamaron para cantar en el coro ‘Las figuras del ajedrez’, dirigido por Macías Retes y patrocinado por la peña El Charpa, en la calle La Palma. “Una noche me colé con dos tangos que yo había hecho. Uno al alcalde, que me lo censuraron, y otro que sí se cantó”. El propio Charpa, que salía en este coro, se llevó a ‘MacGregor’ a la comparsa ‘Los faroles de la Alameda’ de Enrique Villegas de 1978. Aquella agrupación se recuerda porque sus componentes se quitaron los gorros en la última de sus actuaciones, pues era imposible hacerlo con ellos. “Eran muy incómodos. Siempre se dijo que esa fue la causa de quedarnos fuera de la final, pero yo pienso que no, que estaba mejor que nosotros la comparsa ‘Savia nueva’, de chavales como Caracol o Catalino, que fue la que pasó junto a ‘Los tribunos’ y ‘Los golfos’”.

“Una noche me colé con dos tangos que yo había hecho. Uno al alcalde, que me lo censuraron, y otro que sí se cantó”

Cambió de modalidad en 1979 para salir con la chirigota de Fletilla ‘Los mulilleros de Cai’. “Antonio Casal me propuso entrar y allí me trataron como a un rey”, comenta. En esta agrupacióm vivió una de sus mayores anécdotas carnavalescas. “Guilermo Olmo, el tío de Guille, el punteado de Martínez Ares, era el alma de la chirigota. Una vez le comenté que mi padre estaba malo y propuso en el grupo hacer un ensayo general en mi casa. Anulamos ensayos que teníamos en otros sitios y fue la chirigota al completo a cantar en el salón de mi casa de la Barriada, con las puertas y ventanas abiertas para que la escucharan los vecinos. Cantamos todo el repertorio, coplas del año anterior de ‘Los de la madre Pelusa’ y luego algunos contaron unos cuantos chistes. No se me olvidará en la vida”.

Dice de Fletilla que “al principio no le gustaban las voces por arriba”, pero al final aceptó la octavilla de Manuel. Fue el de ‘Los mulilleros...’ un primer premio competido con otra gran chirigota, ‘Los bacalaos de Escocia’ de Juan Poce, donde salía Catalino, que más tarde se convetiría en amigo y compañero de MacGregor en tan buenas comparsas. “Recuerdo que estábamos en el Parque Genovés esperando a que saliera la cabalgata y estaba Catalino con el bombo y un cartel pegado que decía “El primero para el pueblo”. Tenían cuplés muy buenos y nuestra chirigota mucho empaque”.

Volvió a la comparsa en 1980, con ‘Los luceros del alba’, de Luis Galán dirigida por Catalán Grande. Se quedó fuera de la final y cantó en la escalerilla del Falla en protesta junto a ‘Cuba’ y ‘Caleta’. “La tarde de la final fui con Alfredo El Cubano a pegar carteles, junto a chavales de la CNT que estaba en un callejón sin salida de la calle Pasquín, anunciando que íbamos a cantar fuera del teatro. También se anunciaba la chirigota ‘Los mercaderes del Piojito’, pero al final no fueron a la escalerilla. La final empezó más de una hora después porque la gente estaba fuera para escucharnos”.

Luis Ripoll y Felipe Campuzano compusieron para 1981 ‘Salado, dulce y amargo’. “Yo paraba en El Parlamento del Carnaval, un bar que llevaba el Ichi en la calle Desamparados. Estábamos cantando y Catalán Chico me fichó para esa comparsa. Él era el director. Era una comparsa muy bonita, pero es verdad que el pasodoble era muy repetitivo en unos estribillos que llevaba”.

MacGregor solo pudo cantar en el Falla porque le llamaron para la mili. “Hay fotos mías cantando en un ensayo general en El Molondro con un gorro de lana porque estaba ya pelado”, destaca. Después de hacer la instrucción por esta zona lo destinaron a Galicia. “Eduardo el Cabeza, que llevaba las cuentas de la comparsa, tuvo el detalle de mandarme a Vigo 800 pesetas de un reparto. Me vino de lujo porque estaba tieso. Yo ni canté en el Carnaval ni hice el verano con ellos”.

En 1982 se enroló en una antología de Fletilla y regresó a la oficialidad en 1983 para ser testigo del estreno de Catalán Chico como autor en ‘Farsantes y comediantes’. “Fuimos sexto premio, pero quizás nos podíamos haber llevado un premio mejor porque en la final, antes del segundo pasodoble una parte de la comparsa dio la introducción de pito del pasodoble y la otra parte, la del cuplé. El Catalán salió del embrollo diciéndole al público: “Señores por favor, callarse que no nos enteramos de la introducción”. Él decía que por eso nos habían dado el sexto”.

Al grupo se unió en 1984 Antonio Trujillo ‘Catalán Grande’, para hacer junto a su hermano Pedro ‘Canela y clavo’. “Esa comparsa fue un trabajo grande de Antonio, porque el grupo era cortito. Hizo cantar el pasodoble uno por uno para afinar. Así, días y días. Había gente que no había salido nunca y no había cantado en su vida”, indica. A esta comparsa le siguió ‘Rebelde con causa’ en 1985. “Yo no iba a salir con el Catalán Chico. Estaba él en su chiringuito de La Caleta y fui a decirle que no contase conmigo. Se puso a hacer un pucherito, como llorando y se fue a a la orilla a mirar al mar. Yo cogí y me fui. Pero a las semanas fui a buscarlo. Me arrepentí”.

Catalán Chico se enteró de que se había celebrado el sorteo del orden de actuación sin haberle avisado nadie. El volcánico temperamento del mítico comparsista le hizo desalojar, en las oficinas de la Fundación Gaditana del Carnaval, en la Casa de la Cultura de la calle Isabel la Católica, una reunión de autores. “Nos colamos la comparsa entera y Perico echó a todo el mundo. Nos quedamos a solas con el concejal de Fiestas, Piñero, e hizo que este escribiera en un papel que el sorteo había sido nulo porque no se había citado a Catalán Chico. Por no escucharlo… Eso salió hasta en el Diario. Al final no se repitió el sorteo. La comparsa se desbarató el primer sábado de Carnaval después de cantar en El Faro”.

Allí acabó la etapa de MacGregor con Catalán Chico. Le esperaba una fructífera y victoriosa etapa, la mejor de su trayectoria, entrando en la comparsa de Antonio Martín, dirigida por Pepe el Caja, que venía de ser ‘Entre rejas’. Pero antes de entrar en ‘Soplos de vida’ para el Carnaval 86 había estado ensayando con otra comparsa. “Martínez Ares y Subiela llevaban tiempo intentando ficharme. Yo cantaba con ellos en la playa. Y empecé a ensayar con ‘De locura’, pero a los pocos días vi que había un cierto descontrol y no estaba a gusto. Así que me fui a buscar a Pepe el Caja para decirle que me metiera en la comparsa. Yo estaba cantando ya con el grupo en la antología de Los pabellones y me fue fácil adaptarme”, evoca.

En el mejor grupo de comparsas de los 80

Cayó de pie en el mejor grupo de entonces, completando una espectacular serie de seis carnavales -más el de 1988 con la antología de Martín- en los que consiguió cuatro primeros premios y dos segundos. Era un conjunto casi imbatible. “Fue la mejor etapa de Martín, la que tuvo más continuidad. Yo me quedo con ‘A fuego vivo’, que marcó mucho a la afición”. Y nombra a ‘La mar de coplas’ (1990) o ‘Encajebolillos’ (1991), dos grandísimas comparsas.

“El de 'Los trotamúsicos' fue un año difícil, pasaron cosas personales y algunos del grupo no querían contar conmigo para ‘El titiritero'"

El grupo era un reloj, comandado “por el mejor director que he conocido, Pepe el Caja, muy estricto pero efectivo”, donde brillaban las voces por arriba de MacGregor y Caracol, más los adornos de Catalino.

Su periodo con Martín finalizó en ‘Los trotamúsicos’ (1992). “Fue un año difícil, pasaron cosas personales y algunos del grupo no querían contar conmigo para ‘El titiritero’. Catalino o Quique Mayones dijeron que se iban si yo no salía. Paquito Copero y Pepe el Caja empezaron a ensayar con ellos, pero nos echaban de menos en los ensayos y también se fueron”.

MacGregor se unió en 1994 a la comparsa ‘Güenagente’ de Pedro Romero y José Manuel Prada, dirigida por Pepe el Caja, con Catalino, Mayones y El Gallego, ex de Martín. “Era un comparsón, con unos grandes pasodobles y una música preciosa. Pedro se volcó con las letras. Ese año estaba pasándolo mal, viviendo en Chiclana en el campo de Rafael el sastre. Pepe el Caja y algunos más le buscaron un partidito en Santo Domingo y se lo trajeron para Cádiz, para que escribiera a gusto y estuviera cerca de la comparsa. Era un bohemio, no valoraba su arte y era muy humilde”.

Tras una fallida comparsa como ‘Sabor a Cai’ en 1995, MacGregor se tomó unos años de descanso hasta que Pepe el Caja volvió a llamarle en 2001 para ‘Mal de amores’, de Antonio Bustos, que fue tercer premio. Otro parón le condujo en 2004 a una comparsa como ‘Paco baja, aunque sea en pijama’, de Libi, Rosado, Peñalver y Cárdenas, que fue quinto premio.

Una final de trayectoria ligado a Antonio Martín

El regreso de Antonio Martín en 2005 con ‘El revuelo’ contó con la participación de MacGregor junto a otros ilustres compañeros, dirigidos por Catalán Grande. Y en 2006 entró con los Carapapa en la comparsa ‘La cuadrilla’, dirigida por Ángel Subiela, un director “que defiende a los suyos a muerte y muy listo para dar ideas para los repertorios”. No siguió “porque ya tenían otra idea de grupo para el año siguiente, no sé si por mi edad”.

“Luis Rivero es un fenómeno como persona y afinando”. Con este autor participó en dos comparsas como director: ‘Los defensores de Luis’ (2011) y ‘Los carroñeros’ (2012). “Eran muy buenos repertorios”, incide. Le dio tiempo todavía a emprender una aventura de esas que riman con locura. Y en 2014 salió con Juanlu ‘Cascana’ en ‘No tenemos pal convite pero tenemos pa Twitter’. “A mí siempre me gustó ese estilo y fui a escucharlos a un ensayo. No veas, había como 18 componentes. Y me convencieron para entrar. Me trataron de lujo y me lo pasé bien. Hubo quienes no entendían que con mi currículum entrara en esa chirigota, pero esto es carnaval y a mí me daba igual. Esto no es una profesión y el que se lo crea, peor para él”, argumenta.

"Hubo quienes no entendían que con mi currículum entrara en la chirigota del Cascana, pero esto es carnaval y a mí me daba igual. Esto no es una profesión y el que se lo crea, peor para él”

Su despedida vino a la par del adiós de Antonio Martín en 2017 con ‘Ley de vida’, que se fraguó el verano antes con una antología que recordaba los 30 años de ‘Soplos de vida’. “La presentación fue un pelotazo, pero la gente no se esperaba el pasodoble, que era cantado por dos bandos, los jóvenes y los mayores. La idea de Antonio era darle paso a las nuevas generaciones, lo que es la ley de vida, y yo estaba de acuerdo con esa idea. Me quedo con el recuerdo de ser la primera agrupación de Cádiz que cantó en el Liceo de Barcelona”.

No creo que vuelva a salir. Tendría que ser algo que me motive”, asegura. ¿Y volver a un coro? “Saldría en uno sencillo, sin tonos tan altos. Pero me costaría arrancar”. Pero, ojo, sí dice que encajaría en la comparsa de Jona, donde sale su hijo Chiqui, “porque canta en una tesitura de tonos que me vienen bien. Y me gusta su forma de escribir, cada año mejor”.

Porque si de algo sabe Manuel Serrano es de cante. En su época de esplendor de los 80 “no había problemas para repartir las voces altas. Hoy son seis o siete los que quieren cantar por arriba. Para mí es un error, porque el espectador no sabe si escuchar la letra o fijarse en los que hacen esas voces, y cuando se dan cuenta pierden el hilo de la letra. Yo le daba color al tenor, sin más. Sin tenor no se escucha la melodía”.

Llega el momento de destacar a las grandes voces de antes y de ahora. Para MacGregor, de su época se queda con Catalán Chico, Antonio de Ávila ‘La moniata’, Pelahígo, Albaiceta, José Luis Arniz, “que tenía una canción llamada ‘Irene’ y por eso le puse el nombre a una de mis hijas”, o Pedro de los Majaras, “que también hacía cosas bonitas por arriba”. Tampoco olvida a Carli Brihuega o Fernandi y de ahora nombra al Piojo, el Pájaro, Fran el que sale con Jona… Pero echa de menos “ese pellizquito por Cádiz que se daba antes en los pasodobles”.

MacGregor se despide agradeciendo “el cariño que me dieron los aficionados y que me siguen dando. Así me gustaría que me recordasen, con cariño”.

Toda una vida en la Autoridad Portuaria

Manuel Serrano Luengas ‘MacGregor’ nació el 7 de diciembre de 1960 en el número 67 de la calle Hospital de Mujeres, donde mismo nació Manolo Santander, que su familia vivía debajo de nosotros, y El Lupi. Estudió en Salesianos cuando la familia se trasladó a la zona trasera del ahora hospital Puerta del Mar. Allí acabó FP por Electricidad. Justo después entró a trabajar en la Junta de Obras del Puerto (ahora Autoridad Portuaria) en octubre de 1980, jubilándose el pasado Miércoles Santo como policía portuario (antes llamados guardamuelles). Está casado con Milagros Morales. “Tenemos cuatro hijos: Anabel, Chiqui (componente de la comparsa de Jona), Manuel e Irene. Chiqui me ha dado dos nietas: María y Paula”.

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