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"La chirigota es para reírse es una frase que ha hecho mucho daño a la modalidad"

Manolo Santander | Autor de chirigota

Desde que en 1981 debutara con ‘Los ases del jazz’, el carnavalero ha saboreado las mieles del éxito y la hiel de la decepción en una fiesta que ama y sufre con todo su corazón

Manolo Santander, en el balcón de su casa. / Jesús Marín

Cádiz/Manolo Santander, casi 40 años de Carnaval. Manolo Santander, estampa y soniquete. Manolo Santander, amarillo el corazón (y el cazón). Manolo Santander, la voz de un barrio y de una fiesta. Manolo Santander, con Sánchez Reyes, este año en 'La maldición de la lapa negra'. Manolo Santander, sin más, sin menos. Chirigotero puro.

–Me invita a su hogar para esta charlita, ¿se considera un hombre casero?

–Sí y, últimamente, mucho más porque me siento más a gusto aquí que en ningún lado. Los bares me gustan para discutir con los amigos y para hablar del fútbol y esas cosas. Pero para cosas serias, prefiero mi casa.

–En plena Viña, ¿La Viña es diferente?

–Primero, confieso que no nací en la Viña, nació mi mujer...

–¡Qué me dice!

–Hombre, dicho así parece que he nacido en el extranjero, pero no (ríe). Nací en la calle Hospital de Mujeres. Después ya con mi mujer nos hemos mudado mucho pero ella, cada vez que nos mudábamos, estaba loca por volver a su barrio. Vamos, que me acuerdo que cuando vivíamos en la calle Cervantes venía a un almacén de la Viña a comprar mortadela... Pero es verdad que yo me siento viñero porque mis niños han nacido aquí. Siempre digo que es como un pueblo dentro de una ciudad. La gente es muy humana, que no digo que en otros lados de la ciudad no lo sean, pero aquí parece que sigue existiendo ese espíritu de casa de vecinos.

–¿El Carnaval también se vive diferente aquí?

–Pues la gente te pide por la calle que le escriba. La gente de la Viña ve el Carnaval como si fuera un altavoz de sus cosas. “Manolo, escríbele el pasodoble a cómo está la acera, chiquillo”, “Ay que ver las casa, cómo están, di tu algo”... La gente piensa que a mí disfrazado me hacen más caso que a ellos durante el resto del año. Siempre ha sido así, siempre he notado yo que la gente de la Viña tiene el Carnaval como algo suyo y piensan que las letras valen algo, las criaturas... Como si fuera su periódico anual, su hojilla de denuncia. De sugerencias podría escribir tres repertorios.

–Pues es difícil aunar esa, digamos, demanda vecinal con la trascendencia global del Concurso, ¿no?

–Yo es que lo llevo como lo llevo, vamos, que escribo lo que me da la gana... Es que tenemos un lío monumental con el Carnaval, no nos aclaramos. Yo pienso que es contradictorio que haya gente que esté pidiendo que esto sea Patrimonio la Humanidad, cuando esa distinción premia la singularidad y localización de una fiesta, y sin embargo esa misma gente a una agrupación le dice localista en tono negativo. Ahora mismo, como está el Carnaval, pedir el Patrimonio de la Humanidad sería como pedir una estrella Michelin para el McDonald´s. Yo creo que cada autor tiene que definirse ya, plantarse, y seguir cada uno por su camino. En mi caso, si mi vecina quiere que escriba que el contador antiguo era mejor que el moderno, pues yo le escribiré al contador.

–¿Qué Carnaval desea Manolo Santander?

–El localista, aunque la gente piense que ser localista es ser antiguo, pero yo no lo veo así. Yo no entiendo quién es el que ha inventado eso de que el Carnaval de Cádiz no es de Cádiz. ¿Por qué? El Carnaval de Cádiz siempre ha gustado muchísimo. Nosotros hemos ido al Tívoli, al parque de atracciones de Madrid, y se llenaban haciendo nosotros un repertorio localista. No son cosas opuestas, porque lo que gusta, en todos los ámbitos, es lo verdadero. A mi cara no le pega hablar de un brote filosófico del país, sino de la queja de un barrio. No sé, los Beatles de Cádiz iban por todo el país cantando Cádiz, no otra cosa, y gustaba. Mira recuerdo que con ‘El crimen del mes de mayo’ cantamos en Granada, en Corpus, y le explicamos a la gente cómo se tocaba el pito y también íbamos explicando las letras y la gente se meaba. Yo es que creo que no hay que perder la esencia, digo yo, yo qué sé, porque uno ya no sabe si se está equivocando o no...

–Pero en los últimos años, ¿no le está cogiendo más el gusto el público a este estilo, digamos, más arraigado?

–Bueno, bueno... Yo he ido al Falla este año dos días, y todo el mundo se me acerca a mí para decirme que el Falla es un desastre, que ya no se parece a lo que era, y cuando fui a ver a mi hijo (componente de la comparsa de Juan Carlos Aragón), que sale en una agrupación que ha vuelto a la sencillez y al clasicismo , pues hay gente que todavía no se acostumbra porque han nacido en una época en la que todo eran chillíos y estridencias. Pero fíjate cómo es la cosa que otro de los grandes referentes como es Martínez Ares ha cogido ese año también ese camino y me pregunto yo, ¿qué dirán ahora los que han tirado ese estilo por tierra? Porque el estilo clásico ha sido tirado por tierra durante mucho tiempo.

–¿Y no cree que estamos viendo grupos de jóvenes chirigoteros con esa apetencia clásica?

–Sí, cierto, se está intentando volver al concepto de chirigotas de barrio, se quiere recuperar ese sello de “ya viene la chirigota de la Viña, la chirigota del Mentidero, la de Santa María” y de cantar de una manera determinada porque, aunque parezca mentira, cada barrio tiene su soniquete. Está bien que la gente quiera recuperar ese sello, esa identidad propia, que parecía que se había perdido ante la mercantilización de la fiesta. Todo el mundo pensaba “eso no gusta en Sevilla”.

"El Carnaval, como nuestra era, también se marca con su a. C. y d. C; antes y después de campeones, campeones”

–Hablando de eso, ¿cómo lleva su chirigota el tema de los contratos?, ¿salen bolos a una chirigota tan gaditana?

–Yo puedo decir que hace años casi he vivido de esto, hablamos de la época de ‘El crimen del mes de mayo’ o después con ‘Los de capuchinos’, pero ahora estamos a otro nivel, no tenemos un volumen de trabajo que puedan tener agrupaciones más señaladas, pero lo que pasa es que la gente que nos reclama nos reclama a nosotros, sabe lo que quiere ver. Saben perfectamente que llaman a la chirigota de Manolo Santander y que llaman a la Viña con su pasodoble, con su manera de cantar, llegas al sitio y te piden cosas que no te acuerdas ni tú... Prefiero vender menos pero tener mi público, que no es que tenga más calidad que otros, pero es mío. No me contratan por anécdota, ni por haber ganado, me contratan por mí mismo. Además, un público que no es fanático, que incluso te dice, “Manolo, este año has estado regular, hijo”, que yo siempre digo, “qué voy a hacer picha, ojalá tuviera un cajón lleno de letras y de ideas.

–¿La chirigota está en crisis o la estamos conjurando nosotros de tanto mentarla?

–La chirigota está igual, aunque hay que tener en cuenta, que hemos tenido la suerte de vivir la mejor época de chirigotas de la historia con el mejor Juan Carlos Aragón, con el Yuyu arriba del todo, con el Selu, con los Carapapas, con el Sherif, con el Vera Luque... Es que eran 10 autores de chirigotas con peso... Quizás el problema es que no hay un relevo claro, yo no veo que vengan chirigotas pujando con autores tipo como cuando irrumpió el Selu, y quizás la gente necesita algo nuevo, necesita un nuevo ídolo chirigotero, ya están hartos de los mismos. Y, como te decía antes, que tenemos un lío muy gordo... La gente no sabe si escoger la chirigota de toda la vida, si la chirigota tiene que traducirse en una compañía de teatro como La Cubana, si esto tiene que funcionar a base de sketch, si cantarle a la Uchi o cantarle a Cataluña...

–¿Es la risa el objetivo principal de la chirigota?

–La chirigota es para reírse es una frase le ha hecho mucho daño a la modalidad. La chirigota es algo más. ¿Para reírse solo? un chiste, un grupo de humor, un monólogo gracioso... Una chirigota es un chirigota y si te ríes, mucho mejor, pero tiene que tener crítica, tiene que tener soniquete... No sé, por decirte, ‘Los yesterday’, que creo que puede ser la chirigota más importante de los últimos veinte años, no es una chirigota de tirarse al suelo.

–¿Por qué empezó usted a escribir en Carnaval?

–Fue en juveniles, en el 81, ‘Los ases del jazz’, y te juro que no sé por qué lo hicimos... El Libi y yo vivíamos ahí al lado del Falla y estábamos todo el día en la calle, antiguamente tú sabes, la calle era el patio de recreo de los chavales, pero en mi casa no había una afición al Carnaval grande, a ver su disfraz y eso sí, me disfrazaban mucho de Paco Alba... Total, que yo no sé por qué pero yo sabía que el Libi y yo íbamos a acabar en el Carnaval. Estábamos todos los días en su casa, que en la azotea ensayaba una chirigota, en el bar de al lado paraban todos los chirigoteros, y empezamos como el que empieza a jugar al trompo. Éramos unos chavales, y los niños de antes, que teníamos un polvorón mucho más grande que el de los niños de ahora, la edad del pavo nos duraba hasta la mili. Y nada allí que nos lanzamos y caímos en gracia y ganamos el primer premio, luego al año siguiente otra vez y al siguiente ya vinieron gente a preguntar por mí..., y a mi padre no le gustaba lo más mínimo porque en aquel tiempo era un ambiente muy mal visto, de gente borrachinas y eso... Pero bueno ahí seguí, pero empezamos en esto como un juego, sin ninguna pretensión de nada, en vez de jugar al mangüiti hacíamos un cuplé.

–Y unos años combinó juveniles y adultos, ¿no?

–Es que antiguamente en juveniles podías estar hasta los 19 y después me fui a la mili y seguí escribiendo. Cuando volví de la mili ya entré yo con ‘Las brujas pitis’ y entonces escribía juveniles, salía y escribía el cuarteto al Libi. ¿Yo cómo hacía eso, joe? Que ahora me cuesta un trabajo... Yo no sé si es que me he creado una responsabilidad tonta, que me he creado yo mismo, que me sofoco por todo, y antes todo salía muy natural... Bueno, el Libi y yo, que hemos pasado la infancia juntos los dos, podríamos contar anécdotas de cómo escribíamos el cuarteto... En el sofá de mi casa, con una guitarra de cuatro cuerdas y mi padre meao y todo con una naturalidad que ahora me parece imposible. Es que tampoco había la repercusión que hay ahora, el Carnaval era entonces un círculo más cerrado. No asustaba. Hasta el Falla, teníamos la impresión de que era el teatro del barrio.

–Han cambiado tantas cosas...

–En casi 40 años que llevo yo en esto ha cambiado todo muchísimo. Yo le cuento a mi hijo y a Carlos Pérez cosas que alucinan porque les hubiera gustado vivirlo. La gente colándose marineando la pared del Falla, metiéndose por las ventanas de camerinos, yo la primera vez que me colé que fue con un cartón de huevos que el Carota me dio dinero por la ventana para que le fuera a por el cartón... Era todo muy humano, un concurso de pueblo, y ahora hasta te da fatiga. Ha perdido la calidez. Antes era el pueblo canta, tan simple como eso, y la gente reaccionaba de la manera natural. Antes de María la Hierbabuena había un señor que era farmacéutico que también tenía otro grito, otro ole, ole. Es que los oles eran muy naturales. Tú ahora estás cantando y ves mucho ole impostado.

–¿Qué queda del Manolo de ‘Los ases del jazz’?

–Muy poco... Es que aquello era inocencia pura... Mira me dices esto y se me ponen hasta los vellos de punta... Si es que fuimos al Falla a merendar. Nuestras madres nos hicieron los bocadillos y merendamos en camerinos. Bueno, y por la mañana el Libi y yo nos acercamos al teatro para ver cómo era el camino del camerino a escena. No teníamos ni idea de nada. Y todo era tan sencillo. Ha cambiado mucho. Y, cuidado, que no estoy hablando de repertorios, que ahora mismo hay repertorios que no tendrían razón de ser en este Concurso, aunque para mí, personalmente, son insuperables. No sé, el cuplé de Tkachenko empotrado en el arco de Garaicochea no se reiría ahora mismo nadie en el teatro... Mira, es que igual que la cultura occidental, ¿no se marca con antes de Cristo y después de Cristo? Pues yo creo que el Carnaval también tiene su a. C. y d. C.: antes y después de ¡campeones, campeones! Yo no sé en ese momento qué coño pasó.

–También hay cosas que han cambiado a mejor. El asunto que comentábamos de los contratos. Al menos ya no está tan mal visto

– ¡Te diré! No va decir nombres, pero algunos de los que hoy se vananglorian de ser casi artistas nos sacaron letras en contra porque ‘El crimen del mes de mayo’ fue de las primeras chirigotas de Cádiz que se tiró a los peligros. Entonces nos dedicaban pasodobles y nos insultaban, una vez, hasta por ir en taxi a cantar. Nosotros trabajábamos una cosa que se llamaba varietés, íbamos un humorista sevillano que se llamaba El Gran Simón, Enrique Montoya y nosotros e íbamos recorriendo diferentes sitios, y en Cádiz éramos lo peor de lo peor. Bueno, o a Juan Rivero que lo empezaron a mirar mal porque dijo públicamente que vivía del Carnaval.

"Cuando cantamos ‘Me han dicho que el amarillo’ con ‘Los de Capuchinos’ hubo compañeros que me denunciaron al jurado”

–Mejor momento carnavalero

–No sabría decirte... Sería una tontería decirte cuando gané con ‘Los de capuchinos’ o con ‘El crimen del mes de mayo’... Cada año tengo cositas buenas y cositas malas. ¿Todo el mundo qué espera que diga?, ¿cuando canté Me han dicho que el amarillo? Pues fue el pasodoble menos puntuado... Sería mentira si te dijera que ese es mi mejor momento carnavalero.

–¿Y el peor?, ¿existe?

–Tampoco... Sinceramente... Que también se podría pensar cuando ‘Guasa cubana’, el chaparrón que nos cayó, pero no, no tengo un recuerdo malo...

–¿Ni la descalificación de ‘El movimiento del 36’?

–Ese sí fue mal momento, es verdad, quizás fuera ese el peor momento, porque me sentí culpable. Me quedé en calzoncillos de la que me entró. Emilio, el Libi, diciéndome ¿qué te pasa?, y yo sólo quería que subiera mi mujer, porque no sabían cómo decírmelo... Y te confieso, yo lo pude haber arreglado porque me llamaron por teléfono, no te voy a decir quién, y me dijo “Manolo niégate, porque puedes decir que ha hecho playback y nadie puede demostrar lo contrario”. Pero no fui capaz, y dije “ha cantado, ha cantado y punto”. Me sentí muy culpable porque el chaval también lo pasó muy mal... Pero para que veas que me lo has tenido que recordar tú, no es algo que tenga yo grabado en mi mente. Ahora con lo que lo paso malamente es con mi hija (comparsa ‘La bella y la bestia’) y con mi hijo.

–Natural

–Con mi hija, sobre todo, porque le ha tocado el lado duro, y a ella le gusta mucho. Yo creo que valdría para escribir, la he animado muchas veces, además que yo creo que a la modalidad, a la chirigota, le falta una autora. Yo estaría loco porque saliera una autora de chirigota, con la de veces que hemos tratado por ejemplo el sexo desde el punto de vista masculino estaría bien que se tratara desde el punto de vista femenino, bueno, ese tema y otros muchos, haría falta ese punto de vista femenino en el humor.

–¿Qué siente cuando la gente canta ‘Me han dicho que el amarillo...’?

–Es que llega un momento que pierdes la concepción de que es una copla tuya. A mí me da mucho repelús porque cuando la cantan no sabes si ponerte a cantar con ellos, si darles un abrazo, si hacerte el loco... No sabes cómo reaccionar. Recuerdo que cuando el teatro se puso a cantarlo con ‘Los de capuchinos’ nosotros cantamos medio pasodoble y hubo compañeros que nos denunciaron y quisieron que nos descalificaran. No voy a decir los nombres porque te puedes quedar ahí muerta. Mira, me emociono y todo, porque ahora son amigos míos y cuando les digo que si se acuerdan de aquello se echan a llorar.

–¿El Concurso envilece?

–Sí. A ver, yo no soy santo por eso hablar de los demás me parece fuerte pero realmente es que yo no me recuerdo haciendo nada de lo que me pueda avergonzar para intentar ganar, pero que hay gente que quiere ganar de la manera que sea. Si antiguamente se usaban los pasillos para ir a buscar a los jurados, ahora están las redes sociales y creen que la mejor manera de ganar es tirando a la otra y hasta metiéndose en cosas personales como este año que he visto que se han metido hasta con el físico de un componente de una agrupación. Eso da asco. Envilece, sí, o bueno, saca lo que es cada uno.

–Manolo, para concluir, ¿cómo se encuentra...?

–A ver, estoy bien, me ha tocado luchar y estoy luchando, pero no me gustaría hablar más porque esto lo sufren más personas y cada uno lo sufre a su manera, y yo no soy ni ejemplo ni modelo de nada. Lo que sí me gustaría es agradecer, tanto yo como mi familia, las muestras de cariño que han sido grandísimas por parte de todo el mundo y al doctor Álvarez Ossorio y a su equipo que los quiero ahora mismo más que al Cádiz.

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