Norberto Iglesias: “Braceros de pueblo’ fue técnicamente la comparsa más difícil de montar”
El elegante comparsista comenzó en coros de Puerto Real y luego formó parte de agrupaciones míticas como 'Quince piedras', dirigiendo otras como 'Soldaditos'
Fue la cabeza visible de un estilo pausado y sin estridencias que irrumpió con la comparsa 'España la Nueva'
Catalán Grande: “La comparsa ‘Los golfos’ fue el mejor grupo que yo dirigí”
Norberto ‘Tito’ Iglesias, el comparsista bandera de la elegancia, vivió su juventud entre discos de Carnaval y reconoce que esa era su única vinculación con la fiesta, aunque vivía en García de Sola, en un barrio donde Paco Alba tenía su puesto y residían, entre otros, Enrique Villegas o El Selu. “No recuerdo ni quién traía esos discos a casa, pero sí que eran de ‘Los Beatles de Cádiz’, ‘Capricho andaluz’, ‘Los mandingos’, ‘Los blanco y negro’… Ponía alguno, me aprendía alguna copla, pero lo mío era la guitarra y lo que estaba en boga, rock como el de ‘Santana’. Teníamos un grupo, que actuó un par de veces, y yo tocaba una Fender Telecaster que me trajo un tío mío de Holanda. Siempre me gustó cantar, por eso entré en el Carnaval”, explica.
La mili, en Vitoria, llamó entonces a su puerta y allí conoció a gente de Cádiz con inquietudes carnavalescas como Faly ‘El Chino’, conocido comparsista que luego coincidiría con Norberto. No estuvo mucho tiempo vestido de militar: se libró aduciendo una miopía. “Cuando volvió Faly de la mili empezamos a frecuentar un pub en Puerto Real y allí paraba Pedro Callealta, un ‘coquito’. Y un primo mío, Laureano, le propuso hacer un coro. Nos dijo que sí y aunque allí, con el coro mítico de Puerto Real, era complicado encontrar gente, al final lo sacamos adelante. Éramos 30 y el coro era ‘Los secretos del vino’ y salió en 1981”, recuerda.
Le siguieron otros dos coros: ‘Los cocheros leré’ (donde se incorporó El Tojo) y ‘La pantomima’, donde Norberto fue el director. Y para 1984 dio un salto con pértiga que cuenta de esta manera: “Enrique Villegas repartía dulces como Phoskitos y tal y conocía, del gremio, a un amigo, Paco, que repartía las patatas Franjosé. Entonces le preguntó si conocía a gente que cantara bien porque iba a remodelar el grupo de ‘Los comuneros’. Paco le habló de mí y de Faly el Chino. Nos envió al Alemania para probarnos, pero no me pude comprometer porque estaba pendiente de si salía o no el coro. Estaba esperando dos bandurrias que nos faltaban y le pedí al Alemania 20 días de plazo, que es el que yo le había dado al coro. Al final el coro no salió y entré en la comparsa”.
Nada más llegar, en el verano del 83, comprobó lo que era salir con Enrique Villegas y el sacrificio que comportaba. “Me tuve que aprender un montón de coplas de ‘Rancho grande’, de ‘Hijos de la noche’, ‘Hombres del campo’, ‘Comuneros’… era un poco estresante. Cuando un ensayo se torcía era incómodo. Yo era más serio, pero había otros más cachondos como El Selu, Pepe Estrada, Mosquera… y eso algunas veces le sentaba mal a Enrique. Eran ensayos que hoy en día no se aguantarían. Había veces que nos quedábamos hasta las tres de la mañana, eh, por una nota que no le entraba a alguien. Cuando Enrique me decía a las doce menos cuarto ‘vete por pescao frito’ ya sabía que nos iban a dar las tantas”.
Norberto vivió una época dorada junto a uno de los grupos más destacados de la historia. “Ya los ensayos generales eran un disparate de gente para escucharnos. En ‘Quince piedras’ (1984) el tipo era caro e hicimos 15 ensayos generales para sacar dinero. En cada ensayo se subastaba una tabla con 15 piedras pegadas, como un objeto decorativo”, explica.
Villegas empezó muy pronto a depositar su confianza en Norberto, encargándole incluso las cuentas de la comparsa. “Yo aprendí a tratarle y a saber que no se le podía negar de primeras una idea, porque le sentaba mal, así que había que hacerlo con mano diestra y esperando el momento oportuno”, afirma. Porque si algo le gustaba a Villegas era el riesgo. Vestirse de 15 piedras, por ejemplo. O plantear salir como ‘El show de la Pantera Rosa’, cuyo papel principal estaba reservado para El Alemania. “Menos mal que desechó esa idea y cambió a las ‘Quince piedras’”, declara. Eran otros tiempos, sin los adelantos escénicos de ahora. De ahí que ‘Hombres lobo’, por ejemplo, obligaba a ponerse una careta “y perder la expresividad de la cara. Era muy complicado cantar con eso”.
Fueron años en los que se le resistió el primer premio a Enrique Villegas, a pesar de sacar grandes comparsas. Sobre ‘Quince piedras’, tercer premio, asegura que “hay veces que el premio lo da la calle. Te das cuenta de las cosas cuando pasa el teatro y vas a cantar a la calle. Ahí ves cómo acogen a un tercer premio y cómo acogen a un segundo o a un primero. Y los comentarios de la gente. Sirve para el ego, vale, pero por delante quedaron otros. La comparsa fue un ‘boom’, esa es la verdad. Lo tenía todo”.
En el 85 Enrique Villegas firma la que puede ser su obra más redonda: la fidedigna recreación del campesinado andaluz en ‘Braceros de pueblo’. “Técnicamente fue la comparsa más difícil de montar. Por los quejíos. No es lo mismo un cantaor que quince hombres cantando flamenco a la vez. Dedicábamos la primera parte del ensayo a la primera cuarteta del popurrí. Enrique quería que a cada música flamenca le diésemos el mismo deje que le daba su cantaor original, por ejemplo Manolo Vargas. Villegas no cantaba muy bien, pero de aquí (se señala el oído) era lo máximo, fuera de lo normal”.
Pero una comparsa tan completa se topó aquel año con otra no menos mítica: ‘Entre rejas’ de Antonio Martín. El primer premio seguía resistiéndose. “Enrique era una persona que no le gustaba entrar en polémicas ni frecuentaba lugares de Carnaval. Sí le fastidiaba que a otros le dieran algo que a él no le daban. Si el jurado dijo ese año que en la final no se podía llevar atrezzo alguno, la reja de ‘Entre rejas’ tampoco. Pero la reja sí se llevó. Esas cosas le dolían: no ser tratado de la misma manera”, destaca. “Si hubieran dado dos premios compartidos, no hubiera sido injusto ni nadie se hubiera extrañado”, añade.
Tras ‘Hombres lobo’ el grupo se rompió. “Se fueron cinco o seis componentes porque no estaban de acuerdo con la manera en la que el director, Antonio Alemania, llevaba la comparsa. Ellos van a decirle a Enrique que se van si el Alemania sigue. Y Enrique les invitó a irse pues no estaba dispuesto a prescindir de Antonio. Ellos buscaron a Pedro Romero y Aurelio Real para hacer ‘Con gancho’ y yo me quedé con Villegas para salir en ‘Pescadores fenicios’. Ahí entra Bustelo de guitarra y llegan los componentes del grupo rociero donde yo cantaba en Puerto Real, Voces Andaluzas, entre ellos El Tojo, pero él se fue iniciados los ensayos”, afirma.
Villegas estaba cansado y decidió no seguir, al igual que El Alemania. “Había coincidido que había muerto poco antes su mujer, Conchi, y ya le costó escribir para ‘Pescadores fenicios’”, pero antes quiso dejar atada la continuidad del grupo, o parte de él, nombrando director a Norberto, y apostando por su hijo Paco en la letra, “diciéndome que aunque solo había sacado chirigotas, yo sé que él tiene capacidad para esto”, y Bustelo en la música. Así nació ‘España la Nueva’, un soplo de aire fresco en una modalidad dominada por el clasicismo. Llegaba al Carnaval una comparsa con una manera de cantar pausada y una disposición en el escenario más elegante, distinta a lo que se veía entonces. “Eso surgió porque coincidimos varios que estábamos en esa sintonía. Bustelo, Paco Villegas, yo mismo… No éramos personas de aspavientos. Y el grupo lo supo asimilar, porque había gente con mucha dulzura cantando”, argumenta.
‘España la Nueva’ dio con una comparsa megaclásica, ‘Al compás de mi cepillo’, y se quedó con el segundo premio. Pero a este proyecto le quedaba coronarse y lo consiguió en 1989. Y aunque no ganó, ‘Soldaditos’ marcó una época y se convirtió en una comparsa referente para la juventud y para el futuro, influyendo directamente en la obra y en un cambio en la forma de entender el Carnaval de Martínez Ares, como el propio autor ha confesado en varias ocasiones. “Yo creo que debería haber sido primer premio. Ganamos en todos los concursos fuera del Falla”, expone.
La manera de escribir de Paco Villegas supuso también una novedad en la modalidad. “Paco lo hacía de forma muy poética y le escribía al levante, a un arma y una flor, a Dalí… él innovó en la forma de escribir. El popurrí de ‘Soldaditos’ es una joya, con músicas escogidas a conciencia”.
Paco no siguió como letrista para ‘De ida y vuelta’, tercer premio de 1990, y Norberto reclutó a su amigo Pedro Callealta. “Es el grupo que mejor ha cantado de esos tres años. Eso estaba clavao, ahí no había un resquicio”, asegura quien se encargaba del montaje y la afinación. Se produjo otro movimiento en el grupo y varios componentes se fueron con ‘La señora’, precisamente de Enrique Villegas, su hijo Paco y Bustelo. Norberto se quedó con Callealta e incorporó como músico a José Luis García Cossío ‘El Selu’. Así se creó en 1991 la comparsa ‘De un cuento’. Luego vino ‘Con el mundo por montera’, escrita por Luis Ripoll.
Norberto volvió a la final en 1993 de nuevo junto a Paco Villegas, y música de Aurelio Real, con ‘La tuna del loco’. Le siguieron comparsas menos exitosas como ‘Barco de papel, marinero de viento’, ‘Parlamento de sal’ o ‘Ajitoblanco’, en la mayoría con intervención de Paco y Enrique Villegas. La última de esa etapa fue en 2000 ‘De la Viña’, un favor a Enrique en su despedida. Luego, 13 años después, reapareció para despedirse con ‘El Gavilán’, y ya había montado la Antología de Enrique Villegas con los antiguos componentes.
Descarta la idea de un posible regreso. “Tuve mi época y ya pasó. Yo tengo una idea de Carnaval que le puede gustar a mucha gente pero no al 90 por ciento de la gente. Los tiempos cambian. Y no me merece la pena hartarme de ensayar para no estar ahí compitiendo”, dice rotundo.
Le queda la satisfacción de ver que su manera de entender el cante ha revivido “desde que Juan Carlos Aragón hizo ‘Los millonarios’. Ese grupo canta muy bien, dulce, con claridad, vocalizando. Eso me gusta mucho”. ¿Se canta bien ahora?, ¿mejor que en sus tiempos? “Ahora se canta como los ángeles, independientemente de si te gusta o no el estilo. Yo critico cuando se sale de lo normal y empiezan a cantar varios contraltos. Lo más bonito de una copla está en el tenor y la segunda. Por eso en las barbacoas se escuchan tantos pasodobles antiguos y pocos o ninguno nuevo. Porque es difícil ahora extraer el tenor con tantas voces por arriba. Se ha estado confundiendo la fuerza con la calidad y eso es un error. Se trata de escuchar una letra y la letra debe tener claridad y limpieza”.
Enrique Villegas fue su principal valedor y, a la vez, su amigo. “Siempre tuve buen feeling con él, desde que entré en la comparsa. Siempre he estado cerca de él, hasta el final. Como si fuéramos familia. Congenié con él en el sentido de cuidar la compostura, de llegar con la comparsa a los sitios y no dar la nota, el ser puntual...”, apostilla
Dice por último que se ve a sí mismo “un bichito raro del Carnaval, un carnavalero descafeinado, y tampoco me he metido en más jaleos ni polémicas. Eso me ha traído el inconveniente de que la gente pueda pensar de mí algo que no soy. No, no soy un estirado, simplemente nunca estuve muy metido en el mundillo del Carnaval”.
Un vecino de la calle Público con varios empleos
Norberto Iglesias Usero nació en la calle Público, barrio de Santa María, el 13 de enero de 1955. Con un solo año su familia se trasladó a Puerta Tierra, calle García de Sola. Realizó sus primeros estudios en Salesianos y el Bachiller en el Columela. Entonces, su padre necesitó ayudo en sus negocios de carnicería y Norberto pasó a trabajar en el negocio familiar, siendo encargado de una fábrica de chacinas en Puerto Chico que llegó a surtir a todos los Supersol. También trabajó con Rafael Izquierdo, el productor discográfico, y en la telefonía móvil, entre otros empleos hasta su jubilación. Ahora asesora a su mujer, que tiene una empresa de merchandising. Está casado con Carmen Jiménez Serrano. Tiene tres hijas de un matrimonio anterior: Ana, Alba y Nuria . Y un nieto llamado Hugo.
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