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P.I.CH.A. es de Cádiz

Yo parí a Juan Carlos Aragón

Rivalidad. La guerra de celos con la comparsa prosiguió, más aún después de que un cuplé de esta última provocara una helada acogida a la chirigota, que se metió en la final para ser quinta

P.I.CH.A. es de Cádiz

04 de febrero 2009 - 01:00

MIENTRAS la guerra de celos entre ambos grupos seguía creciendo, yo buscaba para la chirigota un tipo de fauna humana que, como ya he comentado en alguna ocasión, comparto con mi admirado Selu Cossío, son los mejores para representar en chirigota ya que, por adhesión o rechazo, una gran masa de público se puede sentir identificado con ellos.

Llevaba años queriendo salir de cura, de cura de los de verdad, de los que van con sotana y alzacuellos (no los curas modernos, estos que tocan la guitarra y tienen barbas: eso no vale ná). Pero si en 'Los Ángeles Caídos' iba a plantear una declaración de ateísmo, y en la chirigota, otra declaración de anticlericalismo, podía quedar excesivamente redundante. Entonces, de pronto vi un filón en el cura laico, el cura que, en vez de prometer la felicidad en el cielo, la promete en la tierra; el cura que, en vez de aprovecharse del humano miedo a la muerte, se ocupa del humano miedo a la vida. Y ése no era otro que el político, el político sin más, al margen de ideologías o partidos. Fauna humana por derecho, alta y tristemente parodiable.

Y ahora, teníamos que pasar de parodiar la autenticidad de un pantera -del que poca parodia hacía falta- a parodiar el cinismo y la hipocresía de nuestra clase política. Pero se consiguió. Tenía a grandes intérpretes en aquel formidable grupo, en el que ese año no estuvieron Carlitos y Antonio (sustituidos por Geni y Sito), y el resultado fue superior al que yo esperaba. De hecho, puedo asegurar que en los pocos ensayos generales que dimos, la reacción del público había sido igual o mejor que con 'Los Yesterday' y, como se dice en términos automovilísticos, habíamos cogido la pole. Otra cosa fue lo que pasó en el Teatro (el Teatro tiene una magia y un enigma encerrado que te impide saber, para bien o para mal, que va a pasar cuando se abran las cortinas, vengas con la aureola que vengas).

Y una de las grandes facturas que le pagó mi chirigota a la comparsa, fue, precisamente, el debut en la preselección de aquel año. Hacía unos días que había sucedido lo del cuplecito de los cojones y su consiguiente follón y resaca. Todavía ardían rescoldos. Y ya nos habían avisado de un más que probable conjuro de un sector del público contra mi chirigota (aristas y afines, claro). Así, cuando se abrieron las cortinas, y tras la interpretación de la presentación y los dos pasodobles, padecimos la reacción más fría y distante que habíamos recibido en todos nuestros años de chirigota. No había indiferencia, pues tal frialdad era intencionada. El público es muy dueño de reaccionar como quiera. Pero lo que me dolía era que le estuviese haciendo pagar a 12 inocentes lo que yo había escrito para otros 15 (que, por cierto, en su momento, también se llevaron uno de los abucheos más largos de la historia del concurso).

El grupo, con mucho coraje y amor propio, fue tragando saliva. Y llegaron los cuplés. Yo iba de figurante, de escolta, vestido con traje negro, el de mi boda (no tenía otro). Y en el primer cuplé, el grupo me venía a decir, más o menos, que si me ponía tan nervioso en bambalinas, "po ponte ahí de figurante y de pamplina…pero quítate ese traje, ¡que es el traje de tu boda y nos va a traer ruina!". La gente, al fin, rompió a reír. Pero el vaticinio del cuplé estaba por llegar. De hecho, cuando ya habíamos encandilado al público, se habían relajado las tensiones, y se nos estaba entregando por completo en el popurrí, en la última cuarteta, alguien adelantó una frase y tuvo a la chirigota en fuera de juego durante 6 ó 7 interminables segundos. Qué mal rato, joder. Con el trabajito que había costado levantar la hostilidad inicial, y con lo bien encarrilado que iba todo…

Evidentemente, muchos se alegraron. Ese día, San Judas Tadeo tenía muchas velas encendidas. Y yo, para qué mentir, cuando llegué a mi casa, tiré el traje de mi boda directamente al contenedor de la basura. Ya nunca más una agrupación mía se ha equivocado en el Teatro (al menos de esa forma). Y yo tampoco me he equivocado más: no me he vuelto a casar (al menos de esa forma). Y si algún día me caso otra vez , será en chándal.

El jurado nos dijo en privado que no nos preocupásemos, que no pasaba nada, que había sido un fallo de poca importancia. Pero sí pasó. Vernos en la final fue una sorpresa, sinceramente. Pero, aunque el aplausímetro de la final dio el registro más alto durante nuestra actuación, el jurado nos dio el quinto premio -porque no había menos- y gracias. Este quinto premio, sumado al primero que obtuvo la comparsa, fue el detonante definitivo para que mi chirigota me planteara que, si yo seguía escribiéndole a la comparsa, ellos no salían conmigo: estaban un poco hastalosgüevos de ser segundones para, además, tener que pagar facturas que no eran suyas. Y yo estaba de acuerdo con ellos, con la razón y con el corazón. Obsérvese que siempre digo mi chirigota y la comparsa. Por eso, les propuse hacer para el 2003 una comparsa nuestra: los 12 de la chirigota y 3 más. Pero no hubo acuerdo. Yo quería descansar de chirigota y seguir en comparsa porque el humor quema antes. Pero varios de ellos no querían saber nada de comparsa. Así que, como buenos amigos y sin el menor mosqueo, cada uno tiró por su lado. Unos descansaron, otros se fueron con el Petra, otros con Vera Luque (para no cambiar de estilo) y yo me comprometí un año más con la comparsa. Qué pena. Fin de una época y fin de un grupo que no volverá (aunque yo sí volveré sobre el grupo en estas páginas). Forever.

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