Pesadilla en España

El tipo. Pesadilla en la cocina. Las coplas. Chicote intenta salvar el restaurante del desaguisado en el que se encuentra por culpa del jurado. Pero no lo consigue. Actuación de relleno. Las enseñanzas para crear un plato, el tigretón, no surten efecto en Tomás el Peluca y Sebastián Timao, que dan un pase flojísimo. Se veía venir por la calidad ofrecida en su primera actuación. Un local con tanta mierda que se puede comer en el suelo, pero por la cantidad de comida que hay en él. El Peluca limpia porque es un "rascafairy" -épico-. Le sigue dando a las botellas el cocinero, como un Legendario que lleva la bandera de Rumanía, por lo que se la bebe a hierro, o la crema Ruavieja, que es una crema antiarrugas. El público, un poco condescendiente, celebra el chiste de los platos típicos de Sevilla, que son las gambas de Huelva, el pescaíto de Cádiz y la manzanilla de Sanlúcar. ¡Vuelve a aparecer el tsunami en cuartos! Con calzador, pero sale, que es lo que importa. Mala dupla de cuplés a la moda de cantar Carnaval en las celebraciones, por lo que en los entierros se cantará por Quiñones, y a una conversación entre Juan Carlos I y Felipe VI, en la que el actual rey le dice a su padre que no lo imitará liándose con Chabelita. ¡Alucino pepinillos!

En preliminares

Las coplas. Un desastre de restaurante. El cocinero rastafari Tomás el Peluca le da a la bebida y se bebe el whisky del lomo al whisky. Una pesadilla de bar que hace que Sebastián Timao tenga que llamar a Chicote -con rima con algo de atríncame no sé qué, un chiste novedoso- para que les salve de la quema. Pero no lo arregla mucho. Ni la cocina ni el cuarteto. Chistes con calzador y algunos de ellos muy manidos. ¿Qué quieres, Tomás? ¿Tomar? Una copa de vodka nada más. Un Smirnoff Sánchez Vicario -vale, tiene su puntito, pero el público está muy facilón-. El cocinero es tan malo que en vez de espaguetis a la carbonara hace espaguetis a la cabronada. Entre botellas, rescatan la gracia de Ballantine's y el día de San Valentín -muy novedoso- . Algo más rebuscado es el del menú Martínez Ares, con el que se vuelve a los 13 años y te dan el primero. El público, muy condescendientes con ellos por las ganas que tiene de Carnaval. La actuación sube varios enteros con el primer momento surrealista del Concurso -ratito que se agradece para los 21 días de preliminares y con leve despertar de la furia del Gallinero- en la tanda de cuplés con la aparición de un campo de un tsumani. En el primero, el hilo conductor es el maltrato al cuarteto, que cuando haya un tsunami habrá uno actuando en el Falla. En el segundo, a la inestabilidad del mundo, con otro tsunami. Épica la aparición del Arrebato gordo en el tema libre. Ole los jefes rumbosos, pero el menú resulta indigesto.