Tecnología y esencia callejera en la proclama de Javier Ruibal

El cantautor hila un original alegato de la fiesta ayudado por las grabaciones de actores del panorama nacional y carnavaleros de ilegales · Gabino Diego, Loles León y Pablo Carbonell, entre los colaboradores

Ruibal atiende a la entrevista que Ana López Segovia realiza a Santiago Segura, uno de los aspirantes para participar en la chirigota del pregonero.
Tamara García / Cádiz

22 de febrero 2009 - 01:00

Entre lo de siempre y lo que viene. Entre la esencia y el envoltorio. Entre lo de aquí y lo de allí. Javier Ruibal acorta distancias, reúne a amigos y ensalza el carnaval del pueblo durante un pregón con raigambre de chirigota callejera y disfrazado con las posibilidades de las nuevas tecnologías. Un pregón con humor. Un pregón con amor.

"Gaditanas, gaditanos, señoras y señores, pequeños y medianos, grandes y mayores. Decir gracias es poco para expresar lo que siento para un hombre de mi edad y siendo nacido en El Puerto creedme porque no miento es un placer y un gran honor recibir el nombramiento de capataz de la fiesta", arrancaba el cantautor su proclama a medio camino entre el caballero y el granuja, ataviado como un irresistible embaucador de feria, muy a la manera de Dick Van Dyke en el paseo campestre con Mary Poppins.

Al poeta no le faltaron palabras para resaltar las excelencias de "esta fiesta de la broma, esta liturgia pagana" que "tiene un rito diferente en la tierra gaditana". Por eso rimó santos y señas del Carnaval gaditano como sus autores pontificios, el cachondeo "que aquí es un vicio" y, cómo no, el disfraz "mamarracho", esa "ropa estrafalaria" porque "no hay que gastarse mucho, en la cosa indumentaria, si anda buscando lujo, tendrá que irse a Canarias". Por eso, retrató los rincones más emblemáticos de la Tacita. Por eso, se acordó de sus pescados y mariscos "cada vez más caros". Y de un carrusel de coros "que ha perdido su plaza". Y de las ninfas. Y de la Diosa. Y entre piropos, hábiles estocadas y mucho doble sentido, como buen caballero granuja, digamos que terminó su presentación con la guinda de Toíto Cai a palo seco con su guitarra, el arma, el alma, del cantautor.

Digamos presentación. Digamos que Ruibal comenzó a la manera tradicional. Pero, pronto la tarde en San Antonio viró por los caminos de un espectáculo de lo más original. Entonces, las tres pantallas que abrazaban la silueta del pregonero en el escenario, triplicándolo, comenzaron a dividirse a encenderse y a aparse, a devolvernos rostros conocidos e imágenes surrealistas.

Y es que Javier Ruibal buscaba candidatos para ayudarlos en su pregón. El vocero del Carnaval ansiaba sacar una chirigota callejera. "Necesita el pregonero, un grupo de gente amable, que sean carnavaleros y quieran echarle un cable". Pues nada, dicho y hecho. Allá que montó un concurso-casting, con su público, con su jurado y, cómo no, con sus concursantes.

De golpe y porrazo, el pregonero se convirtió en conductor de una gala con unos jueces con tela de guasa y con todo el arte del mundo. Un jurado formado por Tere Bocina, Ignacio Martillo y Manolo Matraca. Tres expertos. Tres maestros del Carnaval de la calle que intuimos bajo esas pelucas blancas y esos apellidos extravagantes. Tres simpáticos sinvergüenzas que no pasan ni una a los candidatos que en una supuesta retransmisión desde la Alameda se someten a pregunta tan locas como "¿Cuántos kilos pesa exactamente la comparsa de los gitanos de El Puerto?", "Cómo hay que cogerse la madroñera para que a las tres de la mañana en la carpa con dos copitas no esté to caía pa'l lao?" o "¿Cuántos churros de La Guapa entran en un kilo?"

Nerviosos y, ante todo, declarando que llevan "el Carnaval en las venas" y mueren "con Cádiz", actores del panorama nacional como Willy Toledo, Gabino Diego, Lidia San José, Pablo Carbonell, Santiagos Segura, Gran Wyoming, Loles León, Antonio Molero y Pepón Nieto se sujetaron al estricto cuestionario sin pasar la criba. ¡Ay qué lástima! Aunque deseen ser "director de la comparsa de Juan Carlos", "ninfa", "costurera del coro de Los Niños", "romancero" o "salir en la comparsa de Subiela". Los actores se van "al cajón". Es decir, que los asistentes al pregón sólo los vieron en las pantallas y no llegaron a subir a las tablas de San Antonio.

Lo mismo ocurrió con Javier Cansado, Antonio Dechent o María Barranco ya que uno se echó para atrás, otro hizo de reventa y la actriz de una madre de comparsista junior bastante cabreada porque el grupo de su hijo no había pasado a la final. Eso sí, todos los colaboradores entraron bien al trapo de la fiesta y se curraron su interpretación de aspirantes.

Quien consigue pisar las tablas, sólo por unos momentos, es la incombustible Paz Padilla pero es quitada de en medio por uno de los jueces, su hermano Manolo que la despacha rápidamente. Quique el Largo, Salvador Fernández-Miró y Ana López Segovia, metidos en la piel de reporteros, facilitan al pregonero y a los jueces la conexión con los concursantes. Todo muy bien hecho. Sí, señor

Pero, ¿qué pasó con la agrupación del pregonero?, ¿se quedó sin candidatos? Qué va, hombre. Del público que llevó en escena salieron personajes como Devon Miles, Antonio Mato o Luis Padilla. Y a cantar. Tres cuplés y una versión de Atunes en el paraíso. Y es que "para salir en Carnaval no hace falta ser artista. El Carnaval de Cádiz lo hace el pueblo de Cádiz". Chapó

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