El análisis de la fase preliminar 2022: El COAC, en peligro
Carnaval de Cádiz 2022
La clasificación de la comparsa 'Los indomables' pone en cuestión la supervivencia del Concurso del Falla al permitirse sin consecuencias que los repertorios se puedan estrenar con anterioridad
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Cádiz/La fase preliminar del Concurso del Gran Teatro Falla que se cerró el pasado martes ha servido, además de para celebrar la vuelta a la vida del Carnaval, para abrir un debate complejo sobre su propia supervivencia, aunque esta discusión sobre el estado de la fiesta y su futuro lleva vigente desde hace muchos años. Sin embargo, en esta edición de 2022 se ha dado un paso que no se sabe hacia dónde se va a encaminar, pudiendo poner en peligro al propio certamen de coplas.
Este hecho ha sido la participación de la comparsa 'Los indomables', de David Márquez Mateos Carapapa, en el Concurso tras haberse estrenado en el mes de febrero. Un hecho cuya polémica ha enturbiado el desarrollo de unas clasificatorias en las que han predominado la emoción del regreso, lo que justifica y hace olvidar toda la discusión previa sobre el cambio de fechas.
Estas han sido algunas de las claves que se han vivido durante los nueve días que ha durado la preselección.
Un peligroso precedente
La clasificación para las semifinales de la comparsa 'Los indomables' genera un peligroso precedente que puede afectar muy seriamente al desarrollo futuro del Concurso del Falla. La situación ya es bien conocida por todos. En resumidas cuentas, tras la decisión de la concejala de Cultura y Fiestas, Lola Cazalilla, auspiciada por el alcalde, José María González, de cambiar la fecha del Concurso a la primavera a causa de la pandemia, de la que se podría seguir discutiendo largo y tendido aunque su tiempo ya pasó, el autor de esta comparsa decidió estrenar su repertorio en el mes de febrero en Cádiz para posteriormente cantar por toda Andalucía con el objetivo de sacarle un rendimiento económico a la agrupación, pero sin querer renunciar a presentarse al certamen de la primavera. Pero el COAC exige que los repertorios sean de estreno e inéditos bajo riesgo de descalificación y una posible sanción de uno a cinco años sin participar.
Con estos condicionantes, el grupo introdujo una serie de cambios al repertorio para intentar bordear el reglamento y evitar tanto la descalificación como una sanción futura. Y así lo ha conseguido, a pesar de que loa variaciones (algunas de ellas casi imperceptibles) no alteran en esencia ni un tipo ni un repertorio ya conocidos con anterioridad.
El jurado, en este caso, se ha visto en la tesitura de dirimir si el repertorio era o no inédito. Dejando a un lado el aspecto legal, en el que David, tras asesorarse, podría llevar cierta razón, esta cuestión es muy diferente en los apartados moral y ético, lo que afecta de lleno al Concurso del Falla al poner en peligro su esencia, su estructura y su futuro.
Al jurado no le ha temblado el pulso para descalificar a la comparsa 'Matria' por haber presentado el mismo repertorio y el mismo tipo que en los distintos concursos en los que participó en febrero. Lo mismo ha sucedido con la comparsa 'Bendita locura', a la que penalizó sin puntuar el segundo pasodoble por considerar que no era inédito. Pero ante un autor de peso como David Márquez Mateos, el jurado no ha tenido la misma firmeza.
Esto no significa que la tendría que haber descalificado. De hecho, esta opción podría haber abierto una batalla legal con un incierto final. Pero el jurado tiene la potestad de calificar a las agrupaciones. Y no se puede valorar de la misma forma a los grupos que han participado respetando al propio reglamento y al Concurso que a quien simplemente ha rehecho un repertorio ya conocido, desafiando al certamen y haciéndolo tambalear por su propio interés.
Con esta decisión, a partir de ahora cualquier agrupación podrá reutilizar repertorios antiguos haciéndoles mínimos cambios para participar en el Falla. Es decir, se pueden olvidar de la originalidad y la creatividad para presentar año tras año lo mismo siempre que haya un jurado que lo permita. Porque, queramos o no, la decisión de este jurado marca un camino que no se cortará hasta que lo haga otro venidero.
Cabe recordar que el Concurso del Falla es una institución de tal importancia que todos –autores, componentes, público, Ayuntamiento de Cádiz y medios de comunicación– debemos ser garantes de la tradición que nuestros antepasados nos dejaron en herencia. Porque el COAC, aunque a veces parezca que cuesta reconocerlo, es la base sobre la que gravita el Carnaval de Cádiz, por lo que si se mata al certamen, la fiesta podría quedar herida de muerte.
Al final, lo que muestra la polémica entre repertorio inédito sí o repertorio inédito no es un profundo debate en el que la fiesta, tal y como se ha comprobado en muchas coplas, se encuentra abierta en canal. Este no es otro que el de la profesionalización. O lo que es lo mismo, el negocio en torno a determinadas agrupaciones.
Porque si algo ha motivado esta polémica es el negocio, una cuestión que incluso se reconoce en el repertorio de 'Los indomables', en el que parte de la rebeldía se debe a la intención del autor de decidir sobre su obra y el siempre presente debate de los derechos de imagen y autor.
Aquí, lo que está en cuestión es el papel que juega el propio Concurso para este tipo de grupos, convirtiéndose en este caso en una simple plataforma que sirve de publicidad para el recorrido posterior. En un mundo en el que cada vez tienen una mayor importancia los promotores, los espectáculos que se sirven del Carnaval pero que son ajenos a él y las estrategias comerciales y de marketing, parece que se obvia que lo que puede estar en el peligro es el propio Concurso del Falla.
El problema es que en el Carnaval siempre habrá clases. Por un lado, están las agrupaciones que tienen un largo recorrido después del COAC, por lo que pueden montar su negocio de manera lícita –nadie pone en cuestión que todo el que realiza un trabajo de muchos meses puede sacarle posteriormente beneficios, sobre todo en una provincia con la tasa de paro más alta de toda España–. Pero, por el otro, están las agrupaciones que solo salen por gusto y por mantener viva la tradición que les ha sido legada.
Dos posturas antagónicas que, tal y como se ha comprobado en las últimas décadas, son totalmente irreconciliables, por lo que nunca habrá un frente común por la diferencia de intereses.
A modo de conclusión, el Concurso del Falla debería saber autoprotegerse sin miedo ante intentos como el perpetrado por la comparsa 'Los indomables', especialmente cuando esta actitud no es común en todo el mundo carnavalero. En muchas ocasiones, se cuestiona el respeto que ciertas agrupaciones humildes tienen por su falta de calidad. Pero en esta ocasión, el daño a la fiesta lo provoca un autor consagrado que desafía al Concurso faltando al respeto tanto a sus compañeros como a la propia institución que es el COAC. Lo mismo sucede cuando una chirigota decide simular un delito –aunque sea solo en redes y sin constar denuncia– para generar expectación y colarse sin tipo en el Falla. Dos ejemplos de cómo se intenta reventar el Carnaval de Cádiz desde dentro.
El fallo del jurado
Una de las cuestiones que más clara queda de la función del jurado es que sus decisiones son las que marcan las tendencias de los años venideros, por lo que su labor es importantísima para, además de valorar la calidad de las agrupaciones, salvaguardar el futuro de la fiesta sin que esta se separe de sus raíces y guiando a los grupos por el camino adecuado. Por este motivo, decisiones como la clasificación para la siguiente fase de la comparsa 'Los indomables', por todo lo explicado anteriormente, pueden marcar tristemente la senda futura del COAC.
A pesar de cajonazos como los de la comparsa 'La división extranjera' o el coro 'Los dueños de Cádiz' en un certamen en el que no era tan complicado atinar por el número de participantes, lo que sí ha dejado en fuera de juego a autores, componentes, aficionados y medios de comunicación ha sido el listón tan bajísimo que ha servido de corte para el pase a semifinales.
El anuncio realizado por la secretaria del jurado, Carmen Castiñeira, en el momento de leer el fallo de que el corte se establecía en 130 puntos dejó estupefacto a todo el mundo, tapando incluso al propio dictamen.
Para explicar esta situación anómala, simplemente hay que revisar el reglamento y las puntuaciones de los años anteriores para entender que algo ha fallado desde el primer día dentro del jurado y que este problema, en mitad del Concurso, ya no tiene solución al no haberse establecido las medidas correctoras oportunas por parte de la presidenta, Ana Barceló, y su secretaria, que entre sus funciones deben estar las de apoyar y guiar a los vocales en el momento en el que la maquinaria no funcione. Porque si una cosa ha quedado meridianamente clara es que algo no está funcionando internamente.
Para entender esto, lo mejor es explicarlo de la manera más sencilla posible. En una actuación una agrupación puede obtener un máximo de 300 puntos –100 por cada uno de los vocales, descartándose las puntuaciones máxima y mínima–. Aunque no viene establecido de forma concreta en el reglamento y se deja como potestad al jurado, en los últimos años el primer corte se había establecido en 180 puntos, un 60% del total. Con el listón en 130 puntos, solo ha hecho falta alcanzar como mínimo el 43,3% de los puntos. Es decir, hay agrupaciones que para el jurado no han obtenido ni el aprobado que están en semifinales.
Sí es cierto que uno de los grandes errores del reglamento es que no establece la puntuación mínima para la clasificación en cada fase, ya que esto sirve de baremo para valorar a los grupos. Aun así, el jurado supuestamente prefija con anterioridad este listón, por lo que la teoría indica que no debe haber problemas en esta cuestión. Pero, tras años sin excesivos problemas en el dominio del sistema –las principales dificultades siempre se han producido por una sobrevaloración inicial que se ha arrastrado a lo largo de todo el Concurso o la infravaloración en la primera actuación de agrupaciones de las consideradas como no esperadas, pero que acaban dando el pelotazo–, al jurado se le ha ido este asunto de las manos desde el primer día sin que nadie lo haya solucionado a tiempo.
La experiencia de escuchar durante muchos años seguidos el Concurso al completo te genera cierto instinto para conocer desde que se abren cortinas cuáles agrupaciones tienen cualidades para superar cada una de las fases y cuáles no. Una vez que se percibe esto, un miembro del jurado debe ser capaz de valorar a una agrupación dentro de unos valores adecuados.
Esto, que en sí parece una cuestión básica, ha fallado desde el primer día, más si cabe cuando en la sesión inaugural el nivel medio de las agrupaciones era aceptable, lo que permitía colocar el listón en torno a los puntos mínimos para pasar a semifinales. Además, la ausencia de un gran número de agrupaciones de las que ocupan normalmente la zona media-baja de la clasificación facilitaba aún más su labor. Pero ni por esas el jurado ha sabido atinar en sus puntuaciones, explotando todo con unas excusas inadmisibles de la secretaria del jurado en pleno Concurso.
El esperpento de la secretaria
No se recuerda en la historia reciente una puesta en escena tan esperpéntica del jurado para dar un fallo. En primer lugar, hay que tener en cuenta que el jurado debe ser el estamento más respetado –junto con las propias agrupaciones– del Concurso del Falla. Por lo que no solo hay que ser jurado, sino parecerlo.
El papel de la secretaria del jurado cuando va a leer el fallo debe ser muy estricto y circunscribirse solo y exclusivamente a su lectura, olvidándose de emitir juicios de valor que condicionen al propio certamen.
El cierre del dictamen leído por Carmen Castiñeira fue de las situaciones más bochornosas que se han vivido en la historia reciente del COAC. Muchos jurados se han quejado del reglamento, pero siempre han esperado a la finalización del Concurso para, de diferentes modos, mostrar su posicionamiento y las posibles mejoras. La petición de un cambio del reglamento con la sentencia "¡esto es un suplicio!" no viene más que a enturbiar la labor de un jurado que ya se encuentra en entredicho por el aspecto ya citado del listón para el pase a semifinales.
Al final, la sensación que dio la secretaria fue que con su protesta lo que intentó fue tapar los propios errores internos en la gestión de las puntuaciones, en las que, precisamente, tanto la secretaria como la presidenta tienen algo que decir dentro de su propio equipo de trabajo. Si, precisamente, este año ha sido el único en el que ha fallado el sistema ha sido, probablemente, porque todo el trabajo preparatorio del jurado no se ha realizado de la forma correcta, por lo que los vocales han llegado al Concurso desconociendo el funcionamiento del sistema de puntuación y del propio reglamento.
A esto hay que sumar la nefasta imagen de la lectura del fallo del jurado por parte de la secretaria con varias personas tras ella portando una pancarta de "Valcárcel universitaria". Más allá de lo adecuado de la reivindicación, de la que se puede estar de acuerdo, lo primero que debe definir a un jurado es su neutralidad, por lo que en el momento que permite que esta pancarta con un mensaje que es político –aunque no guste, todo en la vida es política– esté en el escenario está rompiendo con ella, condicionando incluso la libertad de los autores a la hora de exponer sus ideas en los repertorios.
El manido debate del reglamento
La sentencia realizada por la secretaria del jurado calificando como "un suplicio" la labor de los jueces del Concurso ha provocado, además de ser carne de memes y montajes, que se vuelva a abrir la caja de Pandora de la situación del reglamento. Este debate ya es muy antiguo y excesivamente cansino por recurrente. Las quejas se suceden año tras año, pero, excepto en la gran reforma que se le hizo en el año 2000 -que posteriormente ha sido parcheada- tras la amenaza de boicot por parte de la Asociación de Autores y un proyecto disparatado presentado hace unos años por la Asociación de Comparsistas que felizmente duerme guardado en un cajón, nadie ha elaborado una propuesta seria y razonable para transformar el COAC.
Esto sucede, realmente, porque existen muy pocas cosas que se puedan retocar a menos que se quiera un concurso que no tenga nada que ver con el Carnaval de Cádiz. Al final, gran parte de los intereses se centran en los derechos de autor -tal y como cantan 'Los indomables'-, la confección del jurado, los puntos, la configuración de las fases o el también eterno debate de realizar una fase previa fuera del Falla, aunque tampoco este asunto genera consenso por coartar la libertad de expresión y participación que siempre tuvo este certamen y la manera de ejecutarla.
Aunque no lo parezca así por las opiniones de una parte del mundo del Carnaval, el Concurso del Falla goza en la actualidad de uno de los reglamentos más libres de su historia. Las pocas restricciones que tiene se centran, principalmente, en salvaguardar el sentido de las agrupaciones y la esencia de las piezas clásicas (tangos, pasodobles y cuplés) en cuestiones como el número de componentes o los instrumentos que se pueden usar, además de obligar al estreno de los tipos y repertorios en el Concurso del Falla. A partir de ahí, los grupos gozan de 30 minutos para cantar presentación, dos tangos/pasodobles, dos cuplés y popurrí, excepto los cuartetos, que interpretan parodia, dos cuplés y tema libre. De hecho, incluso en el reglamento no se define ninguna de las piezas genuinas, por lo que si una agrupación se lo propusiera podría interpretar un bolero por pasodoble o por tango y el jurado no podría hacer nada más allá de ponerle un cero si así lo considerara oportuno.
A pesar de que el espacio entre un concurso y otro es mucho más reducido, estas manifestaciones de la secretaria del jurado pueden despertar un furor desmedido por cambiarlo absolutamente todo. Aunque existen cuestiones a limar como el sistema de puntuación o el arrastre de puntos en un certamen clásico, el primer paso que debe dar el Carnaval es aceptar que poco cambios reales se le pueden hacer al reglamento y, a partir de ahí, intentar mejorar lo que no funcione tan bien, pero siempre por el interés común.
Un desarrollo esperado
Al final, aunque a veces quedan en segundo plano, las coplas y el Falla deben ser el centro de absolutamente todo. Desde que se decidiera el cambio de fechas a mayo del COAC 2022, era previsible que se produjera una reducción del número de agrupaciones por diferentes cuestiones, lo que también afectaría de lleno a la calidad global.
Una vez cerrada la inscripción, un simple análisis de los concursantes permitía saber cuáles iban a ser los derroteros del Concurso del Falla. Ha sido una fase preliminar atípica, pero ni mucho menos descafeinada. Todo lo contrario, ya que el simple hecho de volver a la vida tras la pandemia le daba todos los alicientes necesarios para hacerla atractiva. Y en este aspecto, no ha decepcionado. No hay nada más emotivo que la vuelta a la normalidad tras la suspensión, por lo que solo por esto ha merecido la pena la espera.
Lo que sí se ha comprobado en estas primeras nueve funciones es que este Concurso del Falla no es normal por diversas cuestiones. La primera, y principal, ha sido la diferencia de calidad entre las diferentes modalidades. Así, la comparsa ha sido la única que no se ha visto perjudicada por las grandes ausencias, por lo que la competición sí se asemeja a un COAC normal. De hecho, la gran cantidad de grupos de peso está dejando una competición preciosa e imprevisible. Esto no sucede en el resto de modalidades. La principal perjudicada ha sido la de chirigotas, que es la que más ausencias ha sufrido, lo que se nota en las enormes diferencias entre las agrupaciones que han superado el primer corte. En menor medida, esto también se comprueba en coros, mientras que los cuartetos mantienen la tónica de las últimas ediciones, ya que solo se ha caído el grupo de Javi Aguilera.
La segunda es la propia configuración del COAC con la eliminación de la fase de cuartos, lo que se adapta para el número de agrupaciones participantes en este 2022. Sin embargo, este sistema no es válido para 2023 si se regresa a la completa normalidad, por lo que todo apunta a la vuelta a su estructura habitual.
Por último, al final se demuestra que no ha sido una fase preliminar con todos sus elementos, lo que se ha comprobado ante un nivel casi parejo de un buen número de grupos, además de no propiciar las sorpresas. Porque la llamada clase baja, prácticamente inexistente este año salvo en contadas excepciones, también tiene un papel importante, aunque de otro modo, dentro de la fiesta.
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