Antonio de Carlos: 'El coro 'Los últimos de Filipinas' gustó porque había muchos aficionados esperando algo sencillo"

Retrocarnaval

39 años de Carnaval y 12 primeros premios contemplan a este corista, referente de las cuerdas de tenores de grandes coros

Comenzó en 'Salada claridad' (1983) y ahora forma parte del grupo de Fernández y Pedrosa

Antonio de Carlos Moreno ('Las entrañas de Cádiz'): "Yo veo la Champions en diferido para que este sacrificio me compense"

Antonio de Carlos Moreno en la redacción de ‘Diario de Cádiz’ ante la foto de El Sopa en ‘Los músicos del racataplán’.
Antonio de Carlos Moreno en la redacción de ‘Diario de Cádiz’ ante la foto de El Sopa en ‘Los músicos del racataplán’. / Lourdes de Vicente

Tiene uno de los historiales de coros más impresionantes, con 39 grupos, 33 finales, 12 primeros premios, ocho segundos, ocho terceros, cuatro cuartos y un quinto. Tenor de referencia, Antonio de Carlos, conocido como Antonio Carlos, aunque, ojo, De Carlos es su primer apellido, es Antifaz de Oro desde 2013 y fiel a su grupo desde hace más de 25 años.

Antonio relata la manera en la que llegó al Carnaval: “Me escucha cantar Juan de Dios Santana en el autobús que nos traía de Madrid, donde estaba yo haciendo la mili. Juan de Dios estaba en otro destino, pero también en Madrid. Él fue quien me animó a salir. Una vez que acabé la mili empecé en el coro ‘Salada claridad’, en 1983, aunque antes cantaba con los amigotes en mi barrio, en Trille. En ese coro me metió Sebastián Sánchez ‘El quemarropa’, al que le habían hablado de que yo cantaba bien”.

“Eduardo Bablé, al llegar al coro, me dijo que de tenores había un montón. Así que me puso con los bajos y ahí estuve cinco años. Nunca había cantado de bajo, yo era tenor. La experiencia me encantó, sobre todo cuando me subí a la batea. Los bajos son unos privilegiados, porque lo ven todo”, explica.

Era el tiempo del ‘boom’ de los coros, aquellos principios de los 80. “De esa época me gustaría que se rescatara una cosa: los coros acabábamos sobre las seis de la tarde y nos íbamos a la cabalgata. Salíamos por la batea al Campo del Sur y en la avenida nos incorporábamos a la cabalgata. Gran experiencia. Y además, los coros cantando, parados o andando”.

Era el coro de la peña La Mascarada, que en 1984 fue ‘Los duros antiguos’ y que para 1985 se reforzó con mucha gente joven para, contra todo pronóstico, alcanzar el primer premio con ‘La banda municipal’. “Tuvimos problemas para encontrar gente. Estábamos unos cuantos y faltaban componentes. Se hicieron cargo los Sánchez del Pino y Eduardo Bablé. Nos costó arrancar, pero una vez que lo hicimos se formó un gran grupo humano”, señala.

Antonio de Carlos, con los platillos, celebra junto a sus compañeros el primer premio de ‘La banda municipal’.
Antonio de Carlos, con los platillos, celebra junto a sus compañeros el primer premio de ‘La banda municipal’. / Kiki

“En absoluto”. Es rotundo al responder si en algún momento pensaron que podían llevarse el primer premio. “Date cuenta que teníamos a ‘El callejón de los negros’ y el coro de Puerto Real ‘Mi no comprender’. Supongo que fuimos la sorpresa, o por aquello de hacer con la boca los sonidos de los instrumentos. Fue un coro innovador en ese momento. Sabíamos que llevábamos algo bueno, pero no como para ganar”, añade.

“En ‘La banda municipal’ yo era uno de los que tocaba los platillos con la boca. En una parte del popurrí, Emilín Santander y mi compadre El Maera iban haciendo unas voces por arriba. Cuando ellos terminaban yo hacía una octavilla desde la cuerda de bajos”.

“De los 80 me gustaría que se rescatara una cosa: los coros acabábamos sobre las seis de la tarde y nos íbamos a la cabalgata"

A ‘La banda municipal’ le siguió ‘La posada del mesón’, que se quedó fuera de la final. “Fue un palo, viniendo de ganar. Pasaron muchas cosas raras. Pero los finalistas fueron muy buenos coros: ‘La plastilina’, ‘Me tocó la china’ y ‘La viudita naviera’, de Adela del Moral. Entonces no estábamos acostumbrados ni teníamos el oído hecho a un coro mixto, pero fue un corazo. Hoy día hay coros mixtos que dan gloria escucharlos”.

Llegó en 1987 el coro ‘Los al-vino’. “Lo tengo como el peor de mi currículum”, dice entre risas. Le sirvió para tomar impulso y llevarse otro primer premio al año siguiente con ‘Quo Cadix’, la versión gaditana de la antigua Roma. “Otro gran coro, aunque ‘Camelot’, de Los Niños, nos lo puso difícil. Cualquiera podría haber ganado. Nandi hizo ahí una obra increíble”, destaca. Cuenta que en este coro 'Quo Cadix', cantando en el Teatro Andalucía, “como íbamos de romanos, salió un señor por el patio de butacas gritando ‘cab…, que ustedes mataron a Cristo’. Una locura”.

Fue en ‘Quo Cadix’ cuando pasó a ser tenor, demostrando desde entonces su potencial, lo que le convirtió en una de las mejores voces, siempre en el centro de los coros junto a su compadre Antonio Rodríguez Pino ‘El Maera’. Inseparables, están juntos desde 1984. “Nos conocimos en el coro. Nos llamaban ‘Los queríos’, porque siempre íbamos juntos a todas partes. Y se nos quedó. Somos como hermanos y nuestras familias están unidas desde entonces”.

En 1989 fue el turno de ‘Los invasores’. “Aproximadamente íbamos como los soldados de ‘La guerra de las galaxias’. Tuvimos que cambiar el tipo, porque lo hicieron de PVC y limitaba los movimientos. Al final se hizo de foam. Nos llevamos el premio al mejor tango, que era de Longobardo”.

En la batea del coro ‘Tropicana’ (1992) junto a su familia.
En la batea del coro ‘Tropicana’ (1992) junto a su familia. / D.C.

Llegaron después ‘Barrio chino’ y ‘Der cuarto Reich’. Este último coro imponía con su tipo de militares nazis. “Los marineros franceses que estaban entonces en Cádiz, los del borlón rojo, nos vieron desfilar y estaban asustados”, evoca. “Fue un tipo muy arriesgado, por eso en la presentación tiramos las armas e izamos la bandera de la paz. El grupo era de los mejores de la historia”.

Después de ‘Tropicana’ (1992) llegó la “fusión” con el coro de Los Dedócratas, saliendo Antonio de Carlos en ‘Quédate con mi copla’ (1993) y ‘El ángel de Cai’ (1994).

Los tres años siguientes descansó, pero el destino le esperaba grandes momentos en el Carnaval. “Me llamó Kiko Zamora, que iba a hacer una barbacoa en un campo, y fuimos algunos de los antiguos componentes de sus coros. Allí estaba también Faly Pastrana y nos presentaron una idea, ‘Los últimos de Filipinas’. Nos gustó la idea de un coro pequeño… y la idea de que era un coro de amigos, de poquita gente, para la calle solo. Era ideal, porque además no había que poner ni un duro. Mi compadre y yo nos apuntamos. Todo corría a cargo de Kiko y Faly”, comenta.

Pero conforme avanzaba la época de ensayos, las primitivas intenciones fueron cambiando. “Empezó a venir gente a escuchar y no se creían que no fuésemos al Falla. Así que decidimos apuntarnos y fuimos al Concurso. Segundo premio. El coro gustó mucho porque había muchos aficionados esperando un coro así de sencillo y con un tango cantable”.

El éxito les llevó a hacer un coro ya por derecho, con todos su ‘avíos’: ‘La cuesta Jabonería’. “Kiko tenía claro que ese coro debía ser el barrio de Santa María, el barrio puro. Costó meterse en todos los palos flamencos, pero lo logramos. Tengo grabado en la cabeza cómo Kiko metió ese tango. Él decía que los tangos son momentos, formas, pensamientos… Y decía que el principio del tango, ‘Bajando Jabonería como baja el Nazareno’, era como llevar a tu novia del brazo, y la siguiente estrofa ya éramos gitanos… Kiko hasta se quitaba la camsia metiendo el tango. Yo eso no lo he visto nunca. Y te convencía”.

Dos coros el mismo año

Le siguieron coros que también ganaron como ‘Los desoterraos’ o ‘Los voluntarios’, antes de ese año, 2004, en el que decidieron sacar dos grupos: ‘A toda vela’ y ‘Los entendíos del racataplán’. “Yo iba en ‘A toda vela’. Fue un año duro porque aparte nos teníamos que aprender repertorio de ‘Los entendíos’, que llevaba un tangazo. Ahí Kiko se destapó. Cantamos tangos en lugar del popurrí. En la final sí canté con ‘Los entendíos’. Habían dejado fuera a ‘A toda vela’ y uno de nosotros hizo un gesto al jurado, como diciéndole que aquí estábamos en la final a la fuerza, enseñando la camiseta de ‘A toda vela’ que llevaba debajo del disfraz”.

A partir de 2005 ya no estaba Kiko Zamora y sí Faly Pastrana, con quien Antonio de Carlos salió y consiguió más primeros premios con ‘Los tangueros’, ‘El amanecer’, ‘Los dictadores’ o ‘La vuelta a Cádiz en 80 mundos’.

El último coro con Faly fue en 2018, ‘Los Chimenea’. Para 2019 se produjo la ruptura que hizo al grupo quedarse con David Fernández, que ya venía escribiendo para el coro varios años antes, y José Manuel Pedrosa como autores. “Eso fue por discrepancias entre los autores, más no puedo decir. Una ruptura es siempre dolorosa. Yo decidí quedarme donde se quedara el grupo. El grupo no tenía culpa de esas cuestiones entre autores”.

Ya en la etapa con Fernández y Pedrosa, el coro ha alcanzado, en seis años, tres primeros premios: ‘Los del patio’, ‘La colonial’ y ‘Los iluminados’. “El coro funciona, trabaja mucho. Y la incorporación de Kike Remolino ha sido magnífica, nos ha dado otro aire", admite.

La participación de Antonio de Carlos en el coro va más allá del cante. Es uno de los pilares en cuestiones logísticas. “La batea está hecha por mí, lleva mi nombre. Fabricada por mí. Y la de esta nueva andadura también la he hecho yo”, destaca.

Dice que va a seguir, aunque lleva tres años planteándose la retirada. “Depende de mi compadre, pero creo que estaremos de nuevo. Nos tenemos que ir juntos, eso lo tenemos claro”, argumenta.

Señala por último que “con la edad” ya se ve el Carnaval “de otra forma”. “De joven es uno más competitivo. Esto no es más que aceptar el fallo de un jurado, que por eso se llama ‘fallo’. Yo suelo, a toro pasado, ponerme a ver los videos de los coros rivales. Una valoración en frío, sin pasiones. Hay veces que entiendes que los hay mejores que el tuyo”, remata.

De aprendiz en Confecciones Loher a obrero

Antonio de Carlos Moreno nació el 14 de enero de 1959 en casa de su abuela, en el número 12 de la calle Brunete. Estudió en una escuela de la plazoleta del Árbol y luego en el colegio Reyes Católicos. Acabados los estudios empezó a trabajar en un laboratorio de fotografía llamado PIX, pasando a ser aprendiz de Confecciones Loher en la calle Nueva. Tras la mili empezó a trabajar con la cooperativa de su padre en Astilleros, Herrosol. Luego entró en Montajes Puerto Real y acabó su vida laboral en Talleres Faro. Está casado con Guadalupe Sánchez Guerrero y tienen dos hijos: Guadalupe y Antonio (chirigotero con ‘Los exageros’ y ‘Los disléxicos’). Y tres nietos: Lola, Miguel y Abril.

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