El balance del Carnaval de Cádiz 2024: Entre el efectismo y el aplausómetro
Carnaval de Cádiz 2024
La necesidad de poner al público en pie lleva a los copleros a recurrir a los recursos fáciles para conseguirlo
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Cádiz/Con la quema de la Bruja Piti y el espectáculo de luces y sonido que se celebrará en la noche de este domingo en la playa de La Caleta se cerrará otro Carnaval. A partir del lunes, todo volverá a la normalidad en la ciudad con la Cuaresma. A partir de aquí, queda un año entero para repensar muchas cosas tanto del desarrollo del Concurso del Falla como del Carnaval en la calle. Un tiempo más que suficiente para el balance y el análisis de los caminos por los que se mueve la fiesta, en la que el efecto en las coplas está cada vez más por encima de todo.
El aplausómetro
El Concurso del Gran Teatro Falla ha cambiado por completo en los últimos años. Muchos son los factores que han producido –y lo siguen transformando en la actualidad– que una buena parte de su idiosincrasia se vaya perdiendo. En muchos casos, decisiones desafortunadas o que no se preveían hacia dónde iban a llevar han ocasionado estos cambios, mientras que en otros el COAC solo es un reflejo de la sociedad actual. Cambios en el público, el aperturismo, la venta de entradas por internet, la difusión a través de la televisión e internet de todo el certamen, el sistema de concurso, el reglamento, las puntuaciones, los cortes... todo influye para dar el resultado que tenemos actualmente.
Con todas estas variaciones, sí es cierto que se ve una tendencia muy preocupante en los últimos años, aunque esta no es novedosa, sobre el peso que está cogiendo el aplausómetro en el certamen. Partamos de la base de que, al final, siempre lo que se intenta es poner al público en pie, algo totalmente lícito y normal al estar inmersos en una competición. Sin embargo, sería muy importante que se produjera una reflexión sobre los caminos que se eligen para levantar al público de sus asientos.
No es ninguna mentira si se dice que el aplauso se ha abaratado en las últimas ediciones, ya que, si se hace un repaso al público que acudía al Falla en los años 80 o 90, que se pusiera en pie era muchísimo más caro y solo se producía en contadas ocasiones.
Este cambio en el aficionado ha sido leído por muchas agrupaciones, que hacen todo lo posible para que en todas las coplas el público se levante y, así, intentar influir en la percepción que el jurado tiene del repertorio.
Esto, que se une a un sistema de competición que ha devorado al reposo y la reflexión en las coplas, está provocando que se esté perdiendo el equilibrio en los repertorios, especialmente en la modalidad de comparsas. A la frase que se ha puesto de moda este año, con cierta carga gaditana, de que “hay que decir cosas”, se le unen estrategias que invitan a un concurserismo exacerbado. Nos encontramos con muchas coplas en las que el desarrollo se convierte en una simple excusa para llegar al remate. Una frase final en la que se da un golpe. O lo que es lo mismo, una estructura de cuplé transformada en pasodoble.
Esta sentencia de que los pasodobles tienen que “golpear” está provocando que la poesía se pierda en las coplas. Incluso, muchas veces se acude a los recursos fáciles, tales como el populismo en los mensajes, los exabruptos o las palabras malsonantes, que al final son las que sirven para tirar del público de manera simplista.
Esto no es una tendencia nueva, ya que ha pasado siempre en la historia del Concurso del Falla. Sin embargo, cada año parece que va a más e, incluso, existen autores que han embrutecido su pluma para llevar al extremo esta estrategia. Algo que es pan para hoy, pero hambre para mañana porque todo efectismo se acaba convirtiendo en una copla efímera que no resiste al paso del tiempo. Letras que, al final, no se quedan y que, más allá de conseguir el efecto deseado, no van a pasar a la historia de la fiesta y no se van a quedar en la memoria de los aficionados.
Incluso, dentro de esta misma tendencia, es muy llamativo que existan agrupaciones que enciendan las luces del patio de butacas al finalizar su actuación para mostrarle al mundo a través de la televisión que el público se ha levantado. Algo que la propia organización no debería permitir porque su única intención es condicionar el desarrollo del Concurso.
Al final, este aplausómetro acaba afectando en muchas ocasiones a las decisiones que toma el jurado, dejándose guiar por el público en vez de analizar a fondo los repertorios, valorándose mucho más el efectismo que, por ejemplo, el ingenio en los textos. Una tendencia peligrosa, pero de la que nadie sabe escapar porque, al final, hay que golpear para poder ganar. Aunque la gran perjudicada sea la copla.
Esto nos lleva a casos en los que la reflexión que promueven las letras sea lo menos importante. Repertorios como el de la comparsa ‘Donde fuimos felices’, por ejemplo, acaban siendo maltratados al abordar temas tan importantes como el de la salud mental, primando mucho más el mensaje que el impacto. Algo que no debería ser así, pero que sucede con el aplausómetro. Decisiones del jurado que marcan tendencia y que, al final, marcan claramente el camino, que es el de no complicarse la vida e ir a lo fácil.
Vacas sagradas vs. nuevas generaciones
Siempre ha existido en el Concurso del Falla el choque entre las vacas sagradas que defienden su posición y las nuevas generaciones, que se encuentran con un techo que es muy complicado romper. Hay que tener en cuenta que actualmente el Carnaval de Cádiz se encuentra en un proceso de transición entre los copleros que ya llevan décadas ocupando los puestos de privilegio y una nueva generación que intenta tener ya un sitio en la fiesta.
Este proceso está siendo lento por el vacío que ha habido durante muchos años en el surgimiento de nuevos valores. Muchos son los factores, partiendo primero del desprecio que durante muchos años ha sufrido la cantera, lo que ha hecho que la llegada de nuevos autores se haya paralizado. Los cambios sociales también influyen, ya que realizar una agrupación exige una gran dedicación. La falta de continuación en los proyectos también es un factor a valorar ya que los procesos no se cumplen y los grupos se rompen fácilmente por las altas aspiraciones, sin tener en cuenta que cada año solo puede ganar uno y solo pasan cuatro a la final.
Dentro de este proceso, sí llama mucho la atención la falta de memoria de las actuales vacas sagradas, ya que están teniendo la misma actitud con los jóvenes que en su día los mayores tuvieron con ellos cuando llegaron a la fiesta. Quizás es algo que va ligado a la sociedad, pero en un momento en el que es necesario salvaguardar el futuro de la fiesta, en muchas entrevistas, manifestaciones e, incluso, coplas de los que están y de los que no están se ve cierto desprecio hacia el Carnaval actual y el que no vendrá en los próximos años.
Es posible que esto esté ligado también a que parece que está de moda despreciar continuamente el Concurso del Falla, del que parece que todo está mal pero del que no se pueden desligar, cada uno por su propio interés. Lecturas que, en muchas ocasiones, son dañinas para los que poco a poco deben tomar el relevo, además de ser injustas con un sistema al que todo el mundo se presenta libremente, pero al que siempre se acaba tirando por los suelos. Ha pasado a lo largo de la historia y, por desgracia, seguirá pasando por la necesidad de mantener una cuota de poder y de notoriedad dentro de la fiesta.
Cádiz, contra el resto del mundo
Se está creando un caldo de cultivo entre parte de la afición que puede devorar a la fiesta al plantear la competición entre las agrupaciones de Cádiz y las que provienen desde más allá de Cortadura. Esto no es nada nuevo. Solo hay que revisar todo lo que pasó con la unificación de locales y provinciales en los años 80 y su posterior ramificación hasta los 90 al plantear una división entre Cádiz y la provincia. Gritos como “¡ay, ay, ay, lo que se ha perdido Cai!” eran muy frecuentes en el Concurso de El Puerto en los años en los que aquel certamen sí era potente.
En la actualidad, parece que sucede lo mismo, pero la distinción es entre las agrupaciones de Cádiz y las que provienen de Sevilla. La gran diferencia, en este caso, está en el aperturismo de la afición por la influencia de internet, lo que permite la recurrente acusación de que se perjudica a las agrupaciones sevillanas por no ser de Cádiz, rozándose en algunos casos el fanatismo. Un argumento que se cae por su propio peso, pero que va calando, ya que el Falla suele poner a cada uno en su sitio. Un debate que se debería desterrar, partiendo de las propias agrupaciones. Por suerte, los tiempos de las disputas ya pasaron y Cádiz acoge a todas sin distinción y las trata por igual.
La calle y sus problemas
En el primer Carnaval con Bruno García como alcalde, la realidad es que la fiesta en las calles apenas ha cambiado. La estructura de la programación oficial sigue siendo similar a la de los últimos años, por lo que esta ha sido continuista. Aunque el Ayuntamiento debe ofrecer actividades diversas y para todos los públicos, al final el centro de la fiesta está en las coplas y en las agrupaciones, ya sean oficiales o callejeras. Sin ellas, queda más que claro que el Carnaval no existiría, por lo que es necesario que desde la Administración local se las mime más que nunca.
Esto se puede hacer desde diversos ámbitos. El primero, y principal, es hacer que sea más atractivo cantar en la ciudad que marcharse fuera a realizar actuaciones, algo que es totalmente lícito por el enorme esfuerzo que supone llevar una agrupación al Falla y porque en una tierra en la que el trabajo escasea es esencial poder explotar cualquier vía de ingresos. Por ello, el Consistorio se debe afanar en reforzar aún más la programación en los tablaos con los circuitos y las batallas de coplas.
Pero, en segundo lugar, es vital que las agrupaciones, sobre todo las callejeras, se sientan protegidas para poder ofrecer sus coplas. Esto no es algo nuevo, pero a lo largo de la semana se ha repetido el lanzamiento de cubos de agua e, incluso, lejía a las chirigotas ilegales que estaban actuando en el centro. Esto no se ha producido solo bien entrada la madrugada, sino a horas tempranas, lo que es mucho más preocupante.
El debate sobre el respeto al descanso de los vecinos siempre está presente, pero también hay que comprender que el Carnaval solo dura una semana. La convivencia en una ciudad, sobre todo cuando la idiosincrasia de esta fiesta hace que viva en las calles, es complicada. De hecho, muchas agrupaciones, cuando son conscientes de que están molestando, se desplazan para evitar problemas. Lo que no puede ser es que algunos vecinos se tomen la justicia por su mano, con el peligro que esto conlleva. Por ello, es vital que el Ayuntamiento arrope a las ilegales y actúe ante este tipo de actitudes, cada vez más frecuentes. Aunque parece que por ser Carnaval todo se perdona. Si esto sucediera en otra fiesta como la Semana Santa, en la que también se producen aglomeraciones de público a altas horas de la madrugada, las quejas serían muy notorias en la ciudad.
En cuanto a la programación oficial, el aspecto que más chirría es el de los conciertos en la plaza de San Antonio, ya que estos se alejan de lo puramente carnavalesco y parece que están creados para dar una actividad a aquellas personas a las que no les gusta el Carnaval.
Otro aspecto a mejorar es la Cabalgata del primer domingo de Carnaval. Es uno de los problemas más importantes que tiene la fiesta en la calle, ya que nunca se concibe como un elemento común tanto en las carrozas como en los grupos que complementan el desfile. Hay que darle una pensada a este aspecto para conseguir que todo esté bien cuidado en vez de ir sumando elementos dispares al conjunto. Y, por supuesto, volver a conseguir que las agrupaciones participen en ella.
Por último, el gran melón por abrir está en los carruseles de coros y las subvenciones que reciben estos grupos por participar en ellos. Tal y como denunció la comparsa ‘Los sacrificaos’ en un pasodoble en la Gran Final, existe el descontento en el resto de las modalidades por no percibir las mismas ayudas que reciben los coros. Sin embargo, la realidad de esta modalidad es muy distinta a la del resto, ya que después del Carnaval apenas tiene la oportunidad de firmar contratos.
Con todo, sí es cierto que es necesario revisar que todos los coros la perciban por igual, ya sea el primer premio o el que quede en último lugar. Por ello, se debería repensar el formato de las ayudas para que se compensen los gastos de los grupos en función de su calidad.
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