Basura
Doña Cuaresma
Decir Carnaval es decir basura. Orines por las esquinas, montañas de serpentinas que van de un lado a otro como si fueran barrillas por el desierto de Sonora, moscatel derramándose en el escote de meonas con pequitas que persiguen a coristas puretones con gafas de sol... En fin, una porquería inmunda. Sin embargo, hasta no hace tanto, estos sátrapas mantenían cierto respeto por el escenario de ese teatro al que da nombre nuestro más insigne compositor. Pero eso también se acabó. Este año lo mismo te encuentras a unos chirigoteros chungos vestidos de pelusa que a una pandilla de niñatos con síndrome de Diógenes que llenan con su inmundicia el templo. ¿Esa es la gracia de Cadi? Qué bonito. Y encima, jugueteando con el mando a distancia, me topé anoche con esos malhechores del cuarteto del Gago, que tienen para todos. Cuidado con parodiar hasta al Lignum Crucis de la Vera Cruz. No sé yo como mi admirado Benito Jódar no ha ordenado ya a sus talibanes poner precio a sus cabezas.
Lo peor es que esta fiesta chabacana no solo es insufrible sino interminable. Anoche empezaron los cuartos de final y para mí que llevamos seis meses de tortura. Qué incultura, qué repetitivo todo, qué anuncios más feos en Onda Cádiz, qué de clínicas dentales. A buenas horas. Si yo me tuve que sacar toda la dentadura cuando se me declaró el reuma crónico y mi médico de cabecera me dijo que era santa medicina. ¿Santa medicina?, si para comer carne tengo que comprarme un potito Nutribén. Mi solidaridad infinita con el mellado negacionista. Un señor al que han masacrado sin motivo.
No hay comentarios