Bendito cajonazo
En el Concurso del Falla, la gloria no siempre está en ganar. Hay agrupaciones que han pasado a la historia no por alcanzar la final, sino por el clamor popular que generó su ausencia. En Carnaval, un cajonazo puede doler, pero también puede ser un título de honor, porque si el pueblo lo canta, lo recuerda y lo defiende, ¿acaso no ha ganado?
Ejemplos hay muchos. 'Caleta' (1980), una comparsa que quedó fuera de la final pero que sigue viva en el corazón de los aficionados. 'Los cubatas' (1986), una chirigota que con su genial repertorio se quedó a las puertas, pero que marcó una época. 'Los palomos' (1997) y 'Kadi City' (1997), dos chirigotas que demostraron que a veces la grandeza no la dicta el jurado, sino la calle. Y, por supuesto, 'Polichinelas' (1993) y 'Cuba' (1980), que también son claros ejemplos de cómo un cajonazo puede ser sinónimo de eternidad para el carnavalero.
La historia nos recuerda que incluso la primera agrupación de Paco Alba, sin ir más lejos, también significó un cajonazo. Considerando lo que este insigne autor nos tenía preparado a partir de aquel año de 1953, con la cantidad de agrupaciones que nos traería hasta 1975, su primer cajonazo es aún más significativo. Precisamente en 1997, junto a mi amigo Faly Pastrana, le dedicamos un homenaje a aquella primera agrupación del genio Paco Alba con la comparsa 'El Cajonazo', en la que recreamos a aquellos vendedores de marisco que, al igual que el propio Paco Alba, hicieron historia.
Como autor, he vivido ambas caras de la moneda, como tantos otros compañeros. He tenido agrupaciones que pasaron sin pena ni gloria y otras que fueron catalogadas como cajonazos, como la comparsa 'Astilleros', que muchos aficionados aún recuerdan con cariño. Porque en el Carnaval, el verdadero éxito no siempre lo decide el jurado, sino la memoria colectiva de los que aman esta fiesta.
El Carnaval nos ha enseñado que no siempre es mejor entrar en una final sin demasiado mérito que quedarse fuera dejando una huella imborrable. Hay agrupaciones que han pasado desapercibidas en la última noche del COAC, mientras otras, con su bendito cajonazo, han sido inmortales.
Porque al final, lo que importa no es solo el veredicto, sino el eco de las coplas en el alma de Cádiz.
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