Qué calor, qué frío
La copla sencilla
“Ojú chiquillo, ¡no vea el frío que hase! Esto no es normal en Cádi, no estamo acostumbrao a este frío, que estoy helaíto, yo es que el frío lo llevo fatal, prefiero la caló mil vece”. (pocos meses más tarde) “Uff… poresito los chiquillo en el colegio, la que están pasando con la caló que hase, ¿no podrían los profesore tener más consideración? Ahí chorreando en sudó y haciendo exámene, joe… Es que no vea cómo ha entrao la caló, ¡y todavía no ha llegao el verano! A mí es que la caló me deja lasio, ¡me ajoga!” Cuántas veces hemos escuchado estas frases, incluso dichas por la misma persona.
Parece que siempre queremos las ventajas de aquello que no tenemos. Algo parecido está ocurriendo con ciertos debates sobre nuestro Concurso. El último, la duración de las sesiones. Porque ahora nos parecen excesivamente largas (y lo son), y queremos que acaben antes. Pero es necesario recordar que este debate ya lo tuvimos hace no muchos años, cuando terminaban las funciones a estas mismas horas intempestivas.
Fue en plena explosión de los grandes montajes cuando, por ejemplo, la comparsa 'El Capitán Babucha' se subió a las tablas a las tres menos cuarto de la mañana para cantarle en cuartos a unas 40 personas, aproximadamente. Entonces ya se ponía el grito en el cielo, como se pone ahora. Todo redundó en recortar las agrupaciones por día, empezar a las 20:00, y pegarnos tres eternas semanas de preliminares. Que fueron también criticadas con argumentos tipo “esto le conviene al ayuntamiento”, “pues de toda la vida se ha acabado de madrugada y no pasa nada”, etc.
De nuevo se comprime el concurso metiendo más agrupaciones por día, y regresan las sesiones maratonianas, y el día de la marmota vuelve a empezar… Creo que ya es hora de darnos cuenta de que poner la rebequita para el fresco y quitarla en cuanto hace un poquito de calor no soluciona nada. Igual hay que pensar a fondo en una solución duradera, con criterio, y que encuentre lo que el concurso necesite para seguir siendo grande. Aunque aceptemos que, se haga como se haga, siempre habrá quien diga “qué calor” o diga “qué frío”.
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