Hacer cantera o hacer cartera
La copla sencilla
Es una verdadera lástima que, con demasiada frecuencia, nos veamos obligados a tratar el tema de la cantera como si fuera un asunto a resolver, esa tarea que siempre está pendiente por revisar o valorar, como si hubiese un pensamiento implícito, colectivo, de que hay que abordar la cuestión de manera profunda y acertada.
Es como si lo que estuviera pasando, lo que se estuviera haciendo, fuera producto del devenir de las acciones individuales o colectivas y no como parte de un plan general o acuerdo de todos. Como si fuera “lo que sale”, y no lo que queremos.
Por desgracia, los acontecimientos recientes, tan deleznables como desagradables, muy vergonzosos no solo para los sujetos en cuestión, sino para toda la ciudad, invitan de nuevo a tomar una mirada hacia los niños, nuestros niños, nuestros jóvenes, y preguntarnos una vez más si estamos en la línea adecuada o no.
La principal conclusión es que hacer cantera no puede convertirse en hacer cartera. En otras palabras, cuando el dinero entra por la puerta, la educación y los valores pueden salir por la ventana. No hemos sido pocos los que venimos avisando, desde hace años, que era y es un error considerar que “luchar por la cantera” consiste en volcar el modelo de concurso y de gestión de los adultos en los niños. Los niños merecen ser tratados como tales, y no como adultos pequeñitos, porque no lo son, ni queremos que lo sean. Desde ahí, reclamamos una decidida mirada pedagógica, cultural, educativa, adaptada a su edad y a su nivel de desarrollo. No queremos que los niños sean ya como carnavaleros adultos, sino que cuando sean adultos, quieran seguir siendo carnavaleros y lo sean de raíz, con valores y con experiencias emocionales bonitas en el libro de su historia personal.
En cuanto a esta forma de ver la cantera, hay que felicitarse por la cantidad de grupos y autores que apuestan decididamente por los niños. Ha sido toda una lección hacia los mayores, hacia esos supuestos gestores que tanto “luchaban” por la cantera. Sin decir una palabra más alta que otra, sin polémicas ni vergonzosas declaraciones, los niños y niñas de Cádiz han llegado al Falla y han cantado. ¡Y vaya si han cantado! Magistralmente dirigidos por sus autores, estos grupos infantiles y juveniles han conseguido revertir nuestra mirada, y que los que hacemos carnaval adulto nos preguntemos, ¿por qué no podemos hacerlo nosotros también? Un carnaval más puro, con más mensaje, más sencillo y menos interesado. ¡Alejemos nuestro veneno de ellos! ¡Cuánto que aprender de nuestros niños!
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