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Los cobardes

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Rafa Burgal /Cádiz

02 de febrero 2016 - 15:45

Localidad: Cádiz

Letra, música y dirección: Antonio Martínez Ares

el tipo. Camaleones.

Las coplas. Cobardes, pero valientes. Camaleones que se camuflan ante el peligro, pero que se rebelan ante los problemas de la sociedad. Y a pesar de su cobardía, en cada pase dan un paso más para seguir conquistando a la mujer bonita del Gran Teatro Falla. Desde la presentación, su composición que más engancha, el público se pone a cien. La pluma de Martínez Ares destila en este pase crítica y tema social. En primer lugar, el himno de España y la ausencia de letra sirve de hilo conductor para describir la situación en la que se encuentra el país. Una mano con la camisa nueva, la mano que a manos llenas se lo lleva crudo a Suiza, un norte sin fe y un sur de canciones, la fiesta nacional de un pueblo "que goza matando", "la vieja guerra en las cunetas"... Una descripción bien desarrollada que se cae con un final conocido al decir que "el verdadero himno es irnos muy lejos de España". En el segundo, trata el tema de los malos tratos a través de la óptica de una vecina que escucha lo que le pasa a sus vecinos y duda si llamar para denunciar o no hasta que una noche llega la Policía a las tres de la mañana para decir que han matado a la vecina. Bien escrito, pero con tintes melodramáticos. Cuplés para superar el trámite sobre las clases de cocina que dan con Ángel León y se llevan a Kichi tras acabarlas ya que "una papita más" no importa al tener ya a cinco de Bienvenido, y un corte de mangas evitable a Felipe González tras unir la izquierda con la derecha. Las flores de la final les pueden confundir a la hora de camuflarse.

EN CUARTOS

las coplas. Cobardes convierten las penas en Carnavales. ¡Ay, camaleón! Potentes y reconocibles en la presentación, la segunda escucha del pasodoble sigue dejando las mismas dudas. Sabe a Ares en algunas partes, pero no termina de hipnotizar como él solía hacerlo. El inicio se rompe con los coros antes de llegar a un trío que sí funciona, pero la música se complica en su final. Tanda de temática social. Algo lacrimógena. En el primero, comienzan con una historia de amor que se inició en una Nochevieja, la misma en la que se cuenta este relato. Las 12 uvas y todos los buenos deseos para su pareja. Pero lo que parece una letra de amor, se vuelve en el último verso en un canto al alzheimer al no saber quién es la persona que le está hablando. En el segundo, aparece por tercera vez en la función el tema del acoso escolar a través de un niño de 11 años que se suicida. Una carta que sus padres llevan al colegio para que el profesor la evalúe entre preguntas por lo sucedido. "Antes de leerlo, cierre bien su ventana", rematan. Se cachondean de su fama de amantes en el primer cuplé, aunque les van mal las mosquitas muertas en una iglesia. Algo mejor el segundo a los problemas de espacio en Cádiz, que necesita una segunda planta. Una vuelta de tuerca más para seguir adelante.

EN PRELIMINARES

las coplas. 13 años no son nada. Pasa el tiempo, pero Martínez Ares sigue siendo el mismo. Con forillo negro y a pelo. Desde las primeras notas de la presentación, evoca su lado más guerrillero, ayudado por un grupo con una garra tremenda. Camaleones que cambian de color cada febrero con su disfraz. Un repertorio que hay que reescuchar para poder digerirlo. Antonio realiza una declaración de intenciones en su primer pasodoble, en el que pide perdón por su "silencio cobarde" y jura no marcharse más: "Mi niña, te prometo que me quedo para los restos". La música hay que dejarla reposar para que termine de enganchar, sobre todo por sus giros antes de llegar al trío. Lástima que tras 13 años malgaste la segunda letra al dedicarla a la guerra contra el Patronato. En los cuplés no decae con su vuelta al Concurso y el montaje de la casa con los regalos del banco. "Un hombre cobarde no conquista a una mujer bonita". Nos camuflamos.

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