Cristóbal Morales: “Con todos mis respetos, el grupo de Faly Mosquera ha sido el mejor”

Retrocarnaval

Es uno de los tenores de comparsa con más poderío de los últimos 30 años que ha tenido el privilegio de salir con cinco de los grandes: Martín, Romero, Quiñones, Villegas y Martínez Ares

El año de 'Soldaditos' (1989) sufrió una enfermedad y le dieron tres meses de vida

Faly Mosquera: "Le prometí a mi padre que mi última copla en el Falla sería un tango"

Cristóbal Morales en la fachada de la iglesia de San Francisco.
Cristóbal Morales en la fachada de la iglesia de San Francisco. / Julio González

En casa de Cristóbal Morales, en la barriada de La Paz, no había afición a las coplas. “Mi padre, como era policía local, estaba harto de Carnaval y Semana Santa. Pero a mí me invadió el Carnaval por todos lados. Lo primero que cayó en mis manos fue una cinta de ‘Los mandingos’. A raíz de eso, empiezo a picarme”, explica sentado en el café Parisien de la plaza de San Francisco. La comparsa de Antonio Martín le despertó un gusanillo que crió cantando junto a sus amigos de la barriada “con bombos de detergente Skip y dos coloretes”. 

1986 fue el año del debut de un tenor de campanillas, de los más cotizados de los últimos 35 años. Un vecino le dijo que estaban haciendo una chirigota que ensayaba en la calle Adolfo de Castro, en el Mentidero. Allí llegó con 17 años. “Llegué como contralto y no conocía a nadie. Me quedé y sacamos ‘No se sabe’. Íbamos con un babi y unas orejas de burro, de niños torpes. La escribía Antonio Pérez Pavón y salían grandes personajes como Chano Lamela”. 

Estando trabajando en las patatas fritas Franjosé le llegó una oportunidad para el Carnaval 87. “Paco el Grande, uno de los dueños, era amigo de Norberto Iglesias y se estaba formando la comparsa ‘Pescadores fenicios’ de Villegas. Me recomendó y fui a casa de Norberto a la barriada. Él el en sofá y yo de pie. Me dijo que cantara y a mí no me salía la voz. Total, que no entré en la comparsa”, evoca. Entró entonces en la comparsa ‘A bombo y platillo’, pero tampoco cuajó la aventura. ¿Qué ocurrió luego? Que la chirigota en la que había salido en 1986 acudió a su rescate: ‘Los alpinistas del Montepío’. “Oye, que pasamos a semifinales, eh. Llevábamos una cuarteta con música del Tijeritas. Y uno se equivocó y cantó la letra original. Fue una experiencia genial. No salíamos de cantar de un bar de El Pópulo. Un show. Todo subvencionado por Hipersol”. 

Martínez Ares saluda a Cristóbal Morales tras una actuación de ‘Los cobardes’.
Martínez Ares saluda a Cristóbal Morales tras una actuación de ‘Los cobardes’. / Lourdes de Vicente.

A la tercera fue la vencida para llegar a la elite. Una escalada propia de alpinista. “En Franjosé entró a trabajar mi compadre Paco Delfort. Entró conmigo en el verano del 87 en una antología de Villegas. Y para 1988 yo no tenía expectativas de salir, pero Delfort entra y ‘España la Nueva’ y me propone ir a hacer una prueba. La hice en el Club Alcázar. Allí, junto a Gabi, el padre de Kiko y Shara. No conocía a nadie. Yo cantaría siete u ocho pasodobles. A mi manera. Al fondo estaba Gueli Villegas, que al parecer le gustó mi forma. Fue Norberto quien me llamó a casa para decirme que había entrado. Mi madre cogió el recado”.

Una comparsa que zarandeó la modalidad

‘España la Nueva’ llegó para zarandear el mundo de la comparsa con un estilo pausado y fresco. “Lo mismo que ‘Los dedócratas’ cambia el estilo del coro o ‘Los cruzados mágicos’ el de la chirigota, ‘España la Nueva’ lo hizo con la comparsa, siempre mirándose en el espejo de Enrique Villegas, ojo, gracias a Norberto, Gueli y Paco Villegas. Gueli, que afinaba, metía las cosas dos veces, primero la música con lalalá o con la letra original y luego con las letras de su hermano Paco. Yo era un borrico cantando pero ahí me fui educando la voz”, dice Cristóbal.

"Lo mismo que ‘Los dedócratas’ cambia el estilo del coro o ‘Los cruzados mágicos’ el de la chirigota, ‘España la Nueva’ lo hizo con la comparsa"

Este comparsista cree que ‘España la nueva’ “debería haber ganado el primer premio”. “Nos enteramos del pase a la final grabando la cinta en Izquierdo. Nos quedaban solo los cuplés y con la euforia tardamos cuatro hotras en grabarlos”, dice. El éxito se refrendó en 1989 con ‘Soldaditos’, otra comparsa fetiche para muchos aficionados. Cristóbal vivía en una nube, pero ese 1989, poco después del Carnaval, el destino le tenía guardada una desagradable sorpresa. “Me diagnosticaron un rabdomiosarcoma cervical. Cáncer el cuello, concretamente en el esternocleidomastoideo. Me dieron tres meses de vida, y de esos me llevé dos meses y medio ingresado. Y hace ya 38 años”. ¿Un milagro? “No lo sé, pero algo pasó. Y aquí estoy para contarlo”.

La enfermedad le impidió salir en el Falla al año siguiente con ‘De ida y vuelta’, aunque su nombre estaba el boletín de inscripción. “Volví a cantar el 28 de abril del 90 en Salesianos, justo un año después de operarme”, destaca. Varios componentes se quedaron con Norberto para salir en ‘De un cuento’ en 1991. Y de cara a 1992, Cristóbal iba a recibir una oferta irrechazable: la comparsa de Antonio Martín llamaba a su puerta.

“Salieron varios componentes y mi compadre Delfort, que estaba dentro, me dijo que fuera a ver a Pepe el Caja a Los pabellones. Antes fui a decirle a Norberto que me iba. Y así fue como entré con la ‘promoción del bastón’, como le llamábamos nosotros: el Pito, Luis Ariza, Pepillo, mi compadre Paco y yo. En el grupo había un pique sano entre nosotros, los niños de ‘Soldaditos’, y los veteranos de la comparsa de Martín. Eso fue un cenit en mi trayectoria. Pude salir con mi ídolo en Carnaval, Antonio Cantos ‘Caracol’ -se emociona al recordarle-, a quien yo escuchaba en ‘Robots’. Fíjate si me gustaba que tenía varias cintas de esa comparsa en cada radio cassette de mi casa. Y salir con Antonio Martín, otro ídolo para mí, que días antes del debut en el Falla se puso en medio y me dijo “Vamos, Cristobita, que tú puedes”. Y yo dije para mí: “Lo conseguí”.

Pepe el Caja, el director, “un fenómeno”, le colocó delante, entre Catalino y Quique Mayones formando el grupo de ‘Los trotamúsicos’ para 1992, “que llevaba uno de los mejores pasodobles que yo he cantado”. “Ahí es donde yo más he robado en mi vida -se señala el oído-. Aprendí tela cantando entre esos dos, que tenían muchos recursos, mucha maldad cantando”, expone.  

"Aprendí tela cantando entre Catalino y Quique Mayones, que tenían muchos recursos, mucha maldad”

A esta comparsa, segundo premio, le siguió ‘El titiritero’, una agrupación en la que ya no estaba Pepe el Caja. “Esa comparsa llevaba los tonos más altos que yo he cantado en mi vida”. Tanto esta comparsa como ‘Las verdades del barquero’ quedaron en tercer lugar, lo que no satisfizo a un grupo y a un autor que no habían bajado del segundo premio desde 1985. “Estaba empezando a pegar fuerte Martínez Ares, esa es la verdad”, apostilla. 

En la comparsa ‘Las verdades del barquero’ (1994), segundo por la derecha.
En la comparsa ‘Las verdades del barquero’ (1994), segundo por la derecha. / Bernet

Cristóbal era ya muy amigo de Martínez Ares. La amistad se había forjado en su enfermedad, el año de ‘Soldaditos’. “Antonio me dio de comer estando ingresado. Antonio me limpió y durmió a los pies de mi cama en el hospital”, revela. Habla de la influencia “total” de ‘Soldaditos’ en el coplero de Santa María y desvela que “Antonio llegó a escribir dos pasodobles para ‘De ida y vuelta’. Pero al final se quedó con su grupo”. 

Antonio Martínez Ares me dio de comer, me limpió y durmió a mis pies estando yo ingresado en el hospital”

Reconoce que estar en la comparsa de Martín siendo amigo de Ares y en pleno pique de copleros le incomodaba. “Martín escribió un pasodoble en ‘Las verdades del barquero’ dándole un toque y luego Ares me enseñó en el bar La Primavera una respuesta a Martín para ‘La ventolera’ que le aconsejamos que no lo metiera. La dejó a un lado, pero luego alguien interesado la publicó en el Diario como carta al director”. 

De nuevo con Pepe el Caja

Cistóbal salió de la comparsa por un detalle que no le gustó y descansó en 1995. Pero Pepe el Caja le volvió a reclutar para ‘El viejo refranero’ en 1996, segundo premio, “con un grupo que salió de una antología homenaje al Catalán Grande hecha para el festival de verano de Inypros”.

De nuevo descansó en 1997, pero Pepe el Caja, otra vez, le llamó para ‘Las llaves del pueblo’. “Quizás sean de las mejores letras que yo he cantado en el teatro, Pedro Romero en estado puro”, expone. En el 99 estuvo a punto de entrar en la final con los hermanos Alcántara en ‘Los negritos musicales’. Y en 2000 participó en la despedida de Enrique Villegas con ‘De la Viña’. Volvió a una final en 2001, de nuevo con Pepe el Caja y Antonio Busto de autor. La comparsa se llamó ‘Mal de amores’.

Estaba por llegar su etapa más estable en un grupo: el dirigido por Faly Mosquera, con Joaquín Quiñones y Pepito Martínez en la autoría. “Yo conocía a Faly, pero la primera vez que hablé con él fue ese día que volví a cantar en Salesianos en abril del 90. Le dije que era el día de mi reaparición y al rato, cantando él con ‘Solera, duende y misterio’, me dedicó el popurrí. Fue un detallazo”. 

Cantando en la comparsa ‘Los vikingos’ de 2003.
Cantando en la comparsa ‘Los vikingos’ de 2003. / D.C.

Cristóbal entró en la comparsa ‘En propia mano’, la última con música de Martínez, en 2002, y en 2003 llegó El Noly para ‘Los vikingos’, donde el genio de Portería de Capuchinos creó una de sus obras maestras en forma de pasodoble. “El pasodoble era una maravilla, y después de pulirlo y adaptarlo Mosquera, quedó de dulce y se me ponen los pelos de punta con la reacción del Falla con las ocho letras que cantamos, con un ole en cada principio”. 

El grupo era en esos años el mejor de la modalidad, el más compacto. “Había mucho trabajo detrás. Eso tenía una labo de dirección grande. Teníamos un grupo potentísimo con tres bichos por arriba: Careca, Caracol y Ramoni. Y Faly los encajó. Con todos mis respetos hacia otros grupos, el nuestro era el mejor con diferencia. Nunca fallábamos. Faly decía una frase que yo la enmarco: Me podrán ganar en letra y música, pero cantando nunca”, explica. 

"Faly Mosquera decía una frase que yo la enmarco: Me podrán ganar en letra y música, pero cantando nunca”

Con este grupo estuvo hasta ‘Los peleles del XXI’, la última que escribió Quiñones en 2013. “Entiendo que Joaqui dejara el Carnaval. Ya era la época de las discotecas, de cantar por taquillaje. Y él no estaba preparado para ello. Era el momento de irse y lo hizo con caballerosidad. El ambiente que existía no lo entendía. Tanto metacarnaval y tan poco Cádiz en las coplas”. 

Los años 2014 y 2015 se los tomó de descanso, pero el Carnaval le tenía reservada una nueva aventura. “Estaba un lunes vendiendo los cupones en San Agustín y me llegó uno diciendo que había un rumor de que volvía Martínez Ares. No le hice caso. A eso pasó Rafita Velázquez, que no se paró como otras veces y me extrañó. Y al cuarto de hora llegó Antonio. ‘¿Te quieres tomar un café conmigo?’, me preguntó. Yo le dije que no podía dejar el trabajo en ese momento. Y me dice ‘no, no, un café para todo el año. Vuelvo al Carnaval y quiero que salgas conmigo’. No veas qué abrazo, cuántos recuerdos. Yo podría haber salido antes con él, pero el pique entre grupos lo impedía”. El viento de 13 años le cogió desprevenido y así fichó por ‘Los cobardes’.

"Nosotros nos hemos llevado una semana para una nota y hoy día lo que echo de menos son las comparsas ensayadas"

“Cuando me fui con ‘Los cobardes’ tuve una bronca con Faly Mosquera. Porque el grupo seguía saliendo y entendía que yo lo traicionaba a él. Estábamos en un pub y acabamos llorando los dos. Al final entendió porque le di el sí a Antonio”, afirma. ‘Los cobardes’ fue todo un primer premio, pero Cristóbal reconoce que en ese grupo de gente más joven “estaba desubicado”. Además, no estaba pasando por una buena racha de salud y de ánimo. Para colmo, la avalancha de actuaciones le superó. De todas formas, se había comprometido con Ares solo para ese año. 

No volvió a vivir el Concurso de cerca hasta 2020, pero esta vez como vocal del jurado en chirigotas y coros. “La experiencia fue buenísima. Y me sirvió para corroborar que lo que hay hoy no me gusta. El tenor y la segunda se han perdido. Faltan tenores que lleven la melodía. De jurado no pude evitar fijarme mucho en la afinación, porque yo he salido con muy buenos directores. Se juega como se entrena, como se dice en el fútbol. Nosotros nos hemos llevado una semana para una nota y hoy día lo que echo de menos son las comparsas ensayadas. Y nadie engarza el popurrí”, sentencia para despedirse.  

Vendedor de la ONCE después de muchos trabajos

Cristóbal Morales Rodríguez nació el 13 de junio de 1968 “en la Casa Cuna junto al Teatro Romano”. Tenía escasos meses cuando su familia se mudó a la barriada de La Paz. Hizo la EGB en el colegio Adolfo de Castro y luego solo un año de Administrativo en el Corralón. Pasó por varios trabajos como la empresa Franjosé en la calle Ángel, la gestoría Acuña, una empresa de trabajo temporal llamada Hiercai, Electrotecno o en Servibérica como guardián de un garaje en Los Delfines. Finalmente entró en la ONCE como vendedor de cupones, organización en la que permanece. Está casado con Inmaculada Bienvenido Alcón. Tienen dos hijos: Pablo y Mario. De 28 y 20 años, respectivamente. 

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